Daniel Benadava – Recibido de Amílcar Castañeda, corresponsal de Prensa Indígena, ALC, 13 de Noviembre de 2007.
»Angustia indígena sin fin.- A fines del siglo XV, según lo planteó
el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, en el momento en que los
conquistadores europeos arribaron a América, existían en el continente
aproximadamente setenta millones de aborígenes.
Un siglo y medio después, de acuerdo a la misma fuente, solo había
unos tres millones y medio de indígenas, es decir de hombres y mujeres
que, después de haberse consumado la conquista de América, quedaron en
la indigencia ya que no pudieron usar y gozar las tierras comunitarias
que ellos habían ocupado durante siglos.
Esta “pronunciada disminución” de la población nativa de América llevó
a muchos a plantear que en el continente se produjo un verdadero
“genocidio indígena” ya que los conquistadores europeos implementaron
una serie de prácticas que, trágicamente, tuvieron como consecuencia
el casi completo exterminio de la población que por entonces habitaba
el continente, tanto por las condiciones infrahumanas en las que ésta
fue tratada como por el suicidio en masa que existió en muchas
comunidades nativas cuando vislumbraban que la miseria y esclavitud
eran su destino.
Entre estas prácticas pueden mencionarse el sometimiento cultural y
físico de los nativos de la región; la esclavización de aborígenes
para hacerlos extraer las riquezas del continente para beneficio
foráneo, y la expropiación de las tierras que se encontraban en poder
de los habitantes de la región quienes tomaban al territorio en el que
vivían como un “legado” de la divinidad que sólo podía transferirse
por herencia y no como una mercancía para ser comprada y vendida.
»»Aborígenes sin tierra.- Habiendo transcurrido más de quinientos años
desde el momento en el que los conquistadores europeos desembarcaron
en América puede decirse que, desdichadamente, poco ha cambiado la
situación de los indígenas desde aquél entonces hasta nuestros días.
Así por ejemplo, hoy como ayer, los descendientes de los indígenas de
la región son forzados a trasladarse a las zonas más pobres, áridas y
desérticas del continente, o por el contrario, reciben por parte de
los Estados “permisos de ocupación” para que puedan vivir en las
tierras que, habiéndoles pertenecido a sus antepasados, fueron
ilegítimamente usurpadas por los “hombres blancos”.
Ahora bien, hasta el momento en que los gobiernos americanos no
confisquen los territorios que fueron ilegalmente tomados por
particulares hace siglos y se los entreguen a los indígenas, éstos
últimos quedarán sumergidos en una situación de incertidumbre jurídica
ya que, sin que el Estado les otorgue los títulos definitivos de
propiedad, y bajo los parámetros de la ley occidental, los
descendientes de los nativos de la región nunca serán reconocidos como
legítimos dueños de la tierra en la que habitan.
»»“Desastre humanitario indígena” en la República Argentina.- En la
República Argentina existen unas treinta comunidades indígenas que en
total están compuestas por aproximadamente una población de 600.000
hombres y mujeres.
Ahora bien en la mencionada nación, como en tantos otros países de la
región, los indígenas se encuentran inmersos en un profundo “desastre
humanitario” ya que la mayoría de ellos viven en una situación de
extrema pobreza, precariedad, desnutrición, y sin tener posibilidad
alguna de acceder a los sistemas sanitarios, educativos y comunitarios
de la región.
Una muestra de esta dramática situación se puede hallar en la
provincia de Chaco -que se encuentra en el noreste de la República
Argentina – ya que en dicho lugar, en el transcurso del presente año,
según las cifras oficiales fallecieron cerca de 20 indígenas por
causas que, en su gran mayoría, podrían haber sido prevenidas.
De esta manera, tanto en la Argentina como en los restantes países del
continente, los descendientes de los indígenas solo adquieren
“entidad” cuando existe una gran epidemia que amenaza con extenderse a
los grandes centros urbanos o cuando se aproxima una elección ya que
en ese momento los políticos se acercan a ellos -en busca de votos-
prometiendo luchar por sus derechos cosa que, una vez que llegan al
poder, rara vez realizan.
»»“Desprecio” continental hacia los indígenas.- Por último también
debe ser mencionado que son muchos los cristianos americanos que
desprecian y desvalorizan a los indígenas ya que los tratan como seres
de “segunda” que, parafraseando a Eduardo Galeano, no hablan idiomas
sino dialectos, no hacen arte sino artesanía y no practican cultura
sino folklore.
Claro está que esta actitud contradice seriamente lo expuesto en
Aparecida – Brasil -por los obispos latinoamericanos quienes
plantearon que los cristianos deben acompañar a los indígenas en las
luchas que ellos emprenden por conservar su identidad espiritual y
cultural; y regresar a las tierras que legítimamente les pertenecen
pero que han sido usurpadas por particulares o grandes multinacionales.
Desdichadamente parece que los gobiernos americanos tampoco escuchan
estas palabras ni son capaces de implementar políticas que defiendan a
los descendientes de los nativos de la región. Esta cuestión hace a
muchos suponer que, de manera manifiesta o encubierta, muchos
presidentes americanos parecen estar “empeñados” en concluir el
“genocidio indígena” que comenzaron los primeros conquistadores
europeos 500 años atrás•