Atravesando el Atlántico, gigantescos navíos cargados de esclavos, desembarcaban a lo largo de la costa occidental de América. África se diseminaba, así hacia el centro de esta tierra, desde los bordes hacía el corazón mismo de este continente.
Buenos Aires, entre otros importantes puertos, supo ser madre receptora de las almas que atravesaron la triste travesía. Esas almas trajeron tatuadas en sus cuerpos lenguajes diversos para comunicarse con sus ancestros, con sus orixás, con los miembros de su comunidad.
Los rituales del ritmo, del color y del sabor, de la voz y la palabra, del cuerpo y el tambor, fueron las lenguas que nos dejaron aquí, como secretos tesoros en la orilla del mar. Un territorio nuevo, una junta de lenguajes que ya mixturados con otras culturas y con otros tiempos: un quilombo de expresiones se está gestando en el centro mismo de esta ciudad.