El 9 de enero de 2005, el vicepresidente sudanés, Ali Osman Taha, y el líder del SPLA, John Garang, ponían fin a 21 años de guerra ininterrumpida con la firma del llamado CPA (Comprehensive Peace Agreement). El acuerdo estipulaba, entre otros aspectos, la formación de un gobierno unitario (GoNU) y de un gobierno autónomo para el sur (GoSS), así como la celebración de elecciones en 2009 y de un referéndum de autodeterminación en 2011.
El balance de dicho acuerdo parece ser, por el momento, un tanto ambivalente. Por una parte, se ha llevado a cabo un cierto, aunque lento, despliegue institucional de todos los organismos previstos por el CPA (gobiernos, parlamentos, entidades locales). Por otra parte, algunos temas candentes, como el reparto de los beneficios del petróleo, la delimitación de las fronteras o el funcionamiento del ejército unitario interino (las llamadas JIU), parecen algo o bastante estancados. No obstante, en el fondo de este difícil escenario subyace una doble dinámica vinculada con las causas profundas del conflicto y que es preciso analizar.
La dinámica Norte-Sur
Dicha dinámica tiene que ver con la relación mantenida durante las últimas décadas entre los diferentes gobiernos del Norte (de base árabe y musulmana) y las poblaciones del Sur (pertenecientes a un sin fin de grupos étnicos y religiones). Lejos de ser un conflicto religioso o de choque de culturas, como a menudo se ha pretendido simplificar, el conflicto entre Norte y Sur radica principalmente en la constante marginalización política, económica y social a la que el sur ha sido sometida por parte de los diferentes gobiernos de Khartum desde la independencia del país en 1956 (aspecto nuclear en los otros dos escenarios de conflicto sudanés: Darfur y el Este). A esta tensión centro-periferia cabe también sumar un conflicto por la naturaleza del Estado (islámico vs. laico), enfatizada tras el golpe de Estado en 1989 del actual presidente, Osman al-Bashir, así como la disputa desde mediados de los noventa por las importantes reservas petrolíferas.
Durante la guerra, Khartum desarrolló una eficaz estrategia para combatir los diferentes movimientos insurgentes (especialmente al SPLM/A a partir de 1983) basada en el clásico “divide y vencerás”. A pesar de la consecución del CPA y de la sólo aparente buena voluntad, el Gobierno de al-Bashir parece no haber renunciado a dicha táctica, fundamentada en: 1) debilitar la ya frágil cohesión de las diferentes poblaciones del sur mediante el uso del “discurso tribal”; 2) financiar milicias escindidas del SPLA a principios de los noventa y que no han aceptado el CPA como acuerdo válido; 3) otorgar privilegios económicos y políticos a la diáspora y a determinados políticos del sur a cambio de su rechazo o crítica al SPLM/A; 4) frustrar la presencia del SPLM/A en aquellas instituciones compartidas, como ahora el GoNU; 5) demorar la constitución de las comisiones que deben negociar el reparto definitivo de los beneficios del petróleo y delimitar la frontera Norte-Sur, y 6) desacreditar internacionalmente la actuación del GoSS y del SPLM/A.
Los ejemplos de esta deliberada y nociva estrategia son hasta el momento cuantiosos y ponen en evidencia la falta de compromiso de ciertos sectores del partido gubernamental NCP hacia el CPA. Según el International Crisis Group, dicho sector consideraría que el acuerdo alcanzado en 2005 “es demasiado bueno para el Sur”, lo que pondría en riesgo la primacía del régimen de al-Bashir en caso de que el país se sumergiera en un auténtico proceso de democratización.
La dinámica Sur-Sur
Para muchos, el futuro del CPA se juega esencialmente en la estabilidad y cohesión que logre el sur del país en los próximos años. No obstante, las tradicionales tensiones interétnicas y también intraétnicas (ejemplificadas principalmente en el triángulo Dinka-Dinka, Dinka-Nuer y Dinka-Ecuatorianos) han seguido reproduciéndose e incluso agudizándose durante estos dos últimos años. El nuevo marco político no ha hecho sino reconfigurar el discurso que denuncia la preponderancia Dinka (grupo mayoritario en el sur) en instituciones, ejército y puestos de poder. Este hecho, diligentemente aprovechado por Khartum, ha desembocado en un carrusel de amenazas y enfrentamientos entre representantes de diferentes grupos en varios Estados del sur.
Del mismo modo, tanto el GoSS como el SPLM/A son escenario visible de algunas disputas internas por el control del poder. La inesperada muerte de John Garang (fundador del SPLM/A y líder histórico del movimiento) pocos meses después de la firma del CPA, ha supuesto una democratización del grupo, a la vez que ha dejado un vacío de poder considerable. Su sucesor en el cargo y actual Vicepresidente del GoNU y Presidente del GoSS, Salva Kiir, ha sido deslegitimado en numerosas ocasiones por no saber afrontar los litigios domésticos. En este sentido, las diferentes facciones internas han mostrado a menudo su insatisfacción por determinadas decisiones de Kiir y por el rumbo que el proceso ha adoptado.
A todo esto cabe añadir la compleja reconciliación entre el SPLM/A y todos aquellos grupos (principalmente de base Nuer) que a principios de los noventa decidieron abandonar el movimiento ante la fuerte centralización con la que Garang (Dinka) lo dirigía. Si bien muchos de esos grupúsculos, aglutinados en el llamado South Sudan Defence Force (SSDF), decidieron a principios de 2006 formar parte del SPLM/A y del GoSS en lo que se dio a llamar como “la Declaración de Juba”, la difícil y frágil cohesión hace temer por una nueva estampida de los sectores del SSDF.
Hacia una dinámica de la paz
Mientras la atención internacional se centra en el sangrante conflicto de la también región sudanesa de Darfur, el acuerdo de paz del sur, dos años después de su consecución, enfrenta tal vez su peor momento. Los enfrentamientos en Malakal (Upper Nile) a finales del pasado mes de noviembre entre tropas gubernamentales y del SPLA son el mejor ejemplo de ello. Asimismo, la falta de entendimiento en las instituciones compartidas y en la negociación por el petróleo y las fronteras (principalmente el enclave de Abyei) han supuesto un preocupante incremento de la tensión entre las partes.
Aunque una vuelta a las hostilidades y/o la suspensión del CPA parecen escenarios exagerados -teniendo en cuenta que el conflicto se encuentra en la fase más avanzada de pacificación de toda su historia-, hacer cábalas sobre el futuro del sur de Sudán es del todo un ejercicio inútil. De todos modos, tres aspectos pueden ser clave en esta coyuntura: a) la potenciación de figuras emergentes con capacidad negociadora, como son el actual Secretario General del SPLM, Pagan Amum o el recién nombrado Ministro del GoSS, Luka Biong; b) garantizar el timing propuesto por el CPA, que culmina con el referéndum de 2011 y que, a todas luces, supondría la desconexión del Sur del Norte, quizá la mejor de las opciones; y c) reclamar una mayor implicación regional e internacional (hasta ahora decepcionante) en el acompañamiento de la rehabilitación posbélica. En definitiva, iniciativas que contribuyan a acabar con las dañinas dinámicas de la actual posguerra sudanesa.
La fuente: El autor es investigador de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona. Su nota se publica por gentileza de la Agencia de Información Solidaria (AIS).