Luego de cinco días de intercambios, debates, interculturalidad al por
mayor y movilizaciones, se impone la mirada hacia atrás, el balance
imprescidible.
Si algo planeó durante todo el encuentro altermundialista, fue la
co-existencia de varios foros en uno.
El primero, el de adentro del Estadio Internacional de Deportes Moi, de
Kasarani, inmensa mole de 100 mil plazas, creativamente adaptada para
albergar a los 50 mil participantes.
Fue el foro de los debates intensos, de los espacios reducidos y la
reflexión pausada. La esencia teórica de un encuentro que no defraudó
por su riqueza temática. Donde estuvieron presentes no sólo los grandes
ejes tradicionales de estos eventos, sino también el componente
específico africano. En el cual sobresalieron, por ejemplo: las
relaciones Europa-Africa; la deuda; la fiscalidad internacional; la
tierra; el SIDA ; la lucha contra la miseria; y la misma existencia
presnte y futura del FSM. Un ausente preocupante: los grandes desafíos
ecológicos a pesar de la desertificación creciente de Africa.
Por fuera de las gradas, en el pasillo que rodea a todo el estadio,
siempre dentro del recinto, se protagonizó el segundo foro. El de la
música, las expresiones culturales, la muestra y venta de productos
locales, las manifestaciones internas, el grito y la pasión. Una mezcla
de mercado y teatro permanente. Aportó color, calor y vida. Y lanzó la
señal -al igual que Mumbai en 2004- de que existen en el planeta otras
formas de entender, vivir y exteriorizar la política.
El tercer foro fue el de las grandes carpas, fuera del Estadio y más
allá del enrejado. Salvo escasas excepciones -como el espacio de
Derechos Humanos- , pagó el precio del gigantismo y lo despoblado. Un
elefante desproporcionado. Recintos preparados para recibir 1 mil
personas, donde había sólo una centena. El lugar donde se preparó la
protesta contra los precios caros de la comida y la incripción para los
locales – que se transformó incluso en mini movilizaciones de peso
simbólico.
Era, paradójicamente, el sector de las actividades autodenominadas
“co-organizadas”, las únicas que en el programa iban acompañadas de
nombres propios de personalidades conocidas. No funcionó. Casi no
aportó. Con un agravante mayor: era la parte del foro abierto al
público, donde cualquier participante, aún sin acreditación, hubiera
podido asistir.
Era el sector geográfico del Foro de intersección con la sociedad civil
de Nairobi. Insuficientemente presente, no sólo en la marcha de apertura
sino en la vida cotidiana del Foro.
Cae el telón, el FSM vivió una edición más. Africa gozó su foro. El
desafío de futuro es claro. Que el tercer foro, el de afuera, el que no
funcionó, se convierta pronto en el más importante. Que los movimientos
sociales africanos se fortalezcan. Que Nairobi despierte.