Análisis de Mario de Queiroz
LISBOA, 23 ene (IPS) – Pasada casi una década desde su debut y a pesar de algunos reveses, el balance de la acción del Foro Social Mundial (FSM) ha sido de éxito incondicional como plataforma planetaria de debate, desde la perspectiva de los más afectados, sobre los grandes problemas planetarios.
Esta deducción resulta de una atenta lectura a diversos textos de los principales activistas y promotores del encuentro alter-mundista, que nació en enero de 2001 en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre como contrapunto del Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, donde cada año se reúnen los líderes empresariales y políticos de los países industrializados y otros invitados.
El FSM reconoce como antecedentes las protestas de 1999 ante la conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la noroccidental ciudad estadounidense de Seattle, que marcaron un hito en la resistencia a la globalización neoliberal, usando algunas de las armas de la fases más reciente del capitalismo global, como son las tecnología de la información y comunicación.
A partir de Seattle y luego del primer encuentro del FSM dos años más tarde, se tornó posible imaginar una globalización alternativa, erigida a partir de los movimientos y organizaciones de la sociedad civil.
Sin embargo, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, uno de los principales impulsadores del FSM, apuntó que los sectores que esperaban que la formulación de políticas mundiales fuera llevada a cabo por esos movimientos y organizaciones creen que hoy existe un agotamiento de su modelo organizativo.
Sousa Santos, profesor de las universidades Coimbra, de Portugal, São Paulo, de Brasil, y Wisconsin, de Estados Unidos, al hacer un balance del camino recorrido, admite que el proceso ha sido muy complejo, por lo que defiende la idea de que el foro debe asentarse en sentido amplio.
Sus reuniones anuales constituyen sólo uno de sus pilares, el que la ha dado mayor visibilidad, pero en la óptica del catedrático ello no es el más importante.
En efecto, el proceso del FSM se ha basado también en otros pilares.
Uno de los principales ha sido la articulación mundial entre movimientos temáticos, que en los últimos años han logrado definir agendas políticas a realizar, tanto a nivel nacional como regional y global, con especial realce a las organizaciones indígenas que, sobretodo en el continente americano, han asumido un protagonismo creciente.
Asimismo, fueron ganando fuerza varias iniciativas, como el Foro Mundial del Agua, la auditoría global a la deuda de los países más pobres y agendas como la continental de los pueblos amazónicos, la global de los derechos sexuales y reproductivos y la de las poblaciones afroamericanas, en especial en lo referente al reconocimiento de sus territorios.
Otra viga maestra del foro alter-mundista es la constituida por la asamblea de los movimientos sociales, conocida sobretodo por las jornadas globales de lucha contra la crisis económica, por el cambio climático y en defensa de los palestinos, todas ellas decisiones políticas emanadas de reflexiones realizadas en el foro.
Un cuarto pilar en sentido amplio ha sido formado por los gobiernos progresistas que, en parte, se han inspirado en el FSM para realizar transformaciones políticas en sus países.
Los presidentes Evo Morales, de Bolivia, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Rafael Correa, de Ecuador, Fernando Lugo, de Paraguay, y Hugo Chávez, de Venezuela, estuvieron presente en la IX edición de 2009, realizada en Belem do Pará, Brasil, donde compartieron inquietudes con 133.000 participantes de 142 países, que incluyeron 4.312 organizaciones de América Latina, 489 de África, 155 de América del Norte, 334 de Asia, 491 de Europa y 27 de Oceanía.
Sousa Santos ha subrayado en varias ocasiones que entre las novedades introducidas por el FSM en la lucha social, es que en su seno dominan las organizaciones de trabajadores, pero no se presentan como tal, sino como campesinos, desempleados, indígenas, afrodescendientes, mujeres, ocupantes de “favelas” (barrios marginales brasileños), activistas de derechos humanos o ambientalistas, entre otros.
El lema “otro mundo es posible” cundió en gran parte de la humanidad, revelando una gran inclusión y heterogeneidad, que poco a poco se fue traduciendo en una gran capacidad para articular diferentes agendas de transformación social.
Sus fundadores y activistas con frecuencia sostienen que el impacto del FSM a lo largo de casi una década ha sido mucho mayor de lo esperado, citando como ejemplo muy especialmente el ascenso al poder da los presidentes progresistas de América Latina. Ello sería difícil de entender sin tomar en cuenta el fermento de conciencia social, emanado o potenciado por del foro alter-mundista.
Entre otros éxitos de las acciones realizadas en la última década, se destaca la presión del FSM y en especial de sus organizaciones especializadas en la lucha contra la deuda pública de los países más empobrecidos por las políticas neoliberales, lo cual forzó al Banco Mundial a aceptar la posibilidad de condonación.
Fue decisiva la denuncia a la ortodoxia financiera y económica del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de la OMC, abriendo las puertas hacia un espacio político que permita espacios heterodoxos.
Asimismo, fue considerable la visibilidad que, con el FSM, adquirieron las luchas de los pueblos indígenas, fortaleciendo la dimensión continental y global de sus estrategias.
No obstante, pese a que la principal fuerza impulsora del FSM fue la diversidad de los movimientos que participan y la generalización del concepto de inclusión, esta característica ha sido también una de sus debilidades.
Sousa Santos reconoce que no ha sido fácil conciliar a movimientos que se oponen al capitalismo en general con movimientos que cuestionan sólo el neoliberalismo, que definen como predador y contra-reformista, entre organizaciones que creen en el progreso de la modernidad “occidental” y los que la rechazan, o entre los que sostienen que el racismo y el sexismo son luchas secundarias y los que no aceptan listas de jerarquías abstractas entre luchas.
En los umbrales del décimo FSM, que se realizará en varios sitios del mundo, entre los contratiempos se cuentan su escasa presencia en una “Europa Fortaleza”, dominada por gobiernos conservadores, con un fuerte proyecto de integración regional, pero con características que hacen que cada vez más las cúpulas se alejan de los ciudadanos.
Otros aspectos que no escapan a los análisis de Sousa Santos es la escasa voz que ha tenido el FSM sobre la reforma de la Organización de las Naciones Unidas, el cambio climático y en el peligro de que la guerra infinita contra el terrorismo pueda convertirse en una guerra contra todos los que cuestionan el pensamiento dominante.
El profesor de Coimbra advierte también que, en un contexto en que los grandes medios de prensa se han ido convirtiendo en un gran partido conservador, muchas veces antidemocrático, el FSM tiene que vencer el desafío de la comunicación e información, promoviendo los medios alternativos.
En su ámbito, nacieron esperanzas, algunas realistas y otras inesperadas. Todos recuerdan cuando al primer FSM de Porto Alegre un obispo paraguayo debió viajar en autobús por no tener dinero para el avión. Se trataba de Fernando Lugo, hoy presidente de ese país.
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