Todas las guerras imperialistas, sin excepción, han apelado a pretextos elevados, a principios caballerescos y espirituales, a argumentaciones patrióticas y humanistas para ocultar sus verdaderas motivaciones, por supuesto, groseramente terrenales: búsqueda de mercados, eliminación de la competencia, acceso a recursos naturales estratégicos, sed de botín y pillaje.
Así fue la primera de ellas en la edad moderna. La Guerra Hispano-cubano-americana de 1898, llamada por uno de sus atizadores “pequeña guerrita espléndida”, otorgó a los Estados Unidos, no solo el dominio absoluto del Hemisferio occidental, sino también de los mares y las islas desde Cuba y Puerto Rico, hasta Filipinas y Guam, donde se ubicaron bases navales y carboneras para abrirse paso al enorme mercado de la China. Ese, y no otro, fue el verdadero motivo de una conflagración que, de creer en los documentos oficiales del gobierno Mc Kinley, se desataba para poner fin a la barbarie del decadente Imperio español en su lucha contra los patriotas cubanos y filipinos en armas.
En aquella época, un belicoso senador imperialista, como lo fue Albert Beveridge, pronunció un discurso conocido como “La marcha de la bandera”, donde exponía, sin vergüenza alguna, las razones cínicas del capitalismo expansivo y sus nexos con las guerras y el comercio.
Las noticias de la última semana clarifican mucho las verdaderas razones de una guerra, como la de Afganistán, y la ubican, exactamente, entre las que caracterizó aquel vocero de la expansión imperial. El anunciado descubrimiento de enormes yacimientos minerales en aquel país, especialmente de litio, han despojado a esa supuesta guerra de los ropajes que la presentaban como de la civilización, la libertad y el progreso contra la barbarie, el oscurantismo y la opresión de los talibanes y Al Quaeda. Lo que ha quedado, tras el anuncio realizado por geólogos y funcionarios del Pentágono, ha sido como la imagen desnuda de una criatura repelente y ensangrentada, con enormes garras de rapiña y mirada codiciosa: no la guerra santa, hermosa, poética, sino la verdadera guerra, la guerra del capitalismo por asegurarse sus ganancias.
Pero, ya los sabemos: es muy difícil que la narrativa imperial pueda romper la inercia mental que la caracteriza y deseche, por lógica o sentido común, todo lo que la mantiene cautiva como sierva del ser imperial. No debíamos esperar una rectificación, ni la honesta asunción de responsabilidades al descubrirse lo que no es más que un enorme saqueo encubierto. Y claro está, nada semejante ha ocurrido, más bien todo lo contrario.
Para “The New York Times”, el yacimiento hallado en la meridional provincia afgana de Ghazni está valorado en un billón de dólares, y contiene hierro, oro, cobre y minerales estratégicos, especialmente el litio, utilizado en la fabricación de baterías para las computadoras y los celulares. Este diario liberal no desaprovecha la ocasión para proclamar que ese empobrecido y devastado país podría convertirse en la “Arabia Saudita del litio”, y que si se pudiese explotar debidamente el yacimiento eso significaría “un salto gigantesco para la economía nacional”. Sin dudas, un astuto guiño al Talibán, casi una promesa de armisticio con la promesa de enriquecerse con una industria legal (no como la del opio que actualmente dirige), que de paso, enriquecerá, aunque no se menciona, a las trasnacionales norteamericanas. Y para garantizar que no haya competencia extranjera en el festín, ¡oh, qué casualidad! las tropas yanquis ya habían ocupado esa tierra de promisión, claro está, que para que las mujeres afganas puedan salir a la calle sin burkhas y los niños puedan empinar sus papalotes.
Sin embargo, otro sector de la misma narrativa, esta vez representado por la revista “Newsweek”, tradicionalmente relacionada con la comunidad de inteligencia norteamericana, y activa participante en sus operaciones de guerra cultural, se ha permitido arrojar la sombra de una duda sobre la noticia, quizás por sentido común, o por representar a otras industrias diferentes a la del litio, o a lo mejor, para hacer más creíble la noticia, en sí misma.
“Can Buried Treasure Save Afganistan?”, se titula el escéptico comentario de “Newsweek”, y para fundamentar sus dudas nos remite a febrero de 1975, cuando la Mobil Oil Corp y Hoang Dua Nho, entonces vocero presidencial del régimen títere de Viet-Nam del Sur, convocaron en Saigón una conferencia de prensa para anunciar, plenos de emoción, el hallazgo de una enorme veta de petróleo en la bahía de Bach Ho, pronosticando, como se hace hoy en Afganistán, que la noticia provocaría un punto de inflexión en la guerra. Se recuerda incluso, que el vocero fantoche bromeó con la posibilidad de dejarse crecer el bigote para parecerse al Jeque Ahmed Zaki Yamani, entonces Ministro saudita del petróleo. “La euforia duró poco:-concluye “Newsweek”-pocas semanas después los tanques de fabricación soviética de Hanoi derribaban las verjas del Palacio Presidencial de Saigón y concluía la guerra”.
En realidad, no es en “The New York Times”, ni en “Newsweek” donde ha saltado la liebre, sino en un anuncio comercial publicado el 15 de junio por la compañía “Amerilithium”(AMEL) en “Townhall.com”, ese vocero, también fantoche, de Heritage Foundation. Estos órganos de los neoconservadores, émulos postmodernos de Albert Beveridge y atizadores de las guerras de Iraq y Afganistán con el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, cada día se muestran más ocupados en continuar, por el comercio rapaz y las inversiones expoliadoras, aquella “Marcha de la Bandera” que rompía con los primeros cañonazos disparados.
“El derrame de petróleo en el Golfo -se grita con júbilo en el anuncio de AMEL- lo cambiará todo. Es por eso que Usted necesita variar sus estrategias de inversiones. Ese derrame significa ya un enorme retroceso para la industria petrolera y un gran paso de avance hacia formas “ecológicas” de energía. La tragedia del Golfo ofrece una tremenda oportunidad a un movimiento que avanza velozmente, basado en la urgencia de desarrollar fuentes energéticas alternativas. El litio es el combustible del futuro y AMEL la nueva EXXON. Compre acciones de AMEL hoy, a $ 1,75 USD y en los próximos seis a doce meses valdrán $7,65 USD. La gasolina está ya fuera del juego; el litio la está reemplazando”.
No hay que ser muy mal pensado para analizar con otra perspectiva la tragedia del derrame de petróleo en el Golfo, a partir del anuncio del hallazgo de lo que se supone sean las mayores reservas mundiales de litio en Afganistán, precisamente en estos momentos, y teniendo a vista la la oportunista campaña comercial de AMEL.
¿Golpe de mano comercial? ¿Cambio de guardia, relevo generacional en los tiburones trasnacionales del capitalismo global? ¿Ajuste de cuentas entre clanes que dominan la economía, la política y las marchas de las guerras imperiales?
Todo eso y mucho más. Por lo pronto, como siempre dijo Marx, la economía capitalista ordenando a presidentes y generales la línea a seguir. Porque el gran capital imperialista es, desde hace mucho, el Estado Mayor de los legiones imperiales. No en vano marca los blancos a bombardear y las tierras a ocupar.
Ante esta jugada geoestratégica, ante la perspectiva de un saqueo multimillonario y el control mundial de la energía cuando se agotan los combustibles fósiles, ¿importan acaso los corales contaminados, los delfines envenenados, los pelícanos moribundos o las bajas colaterales?