Mujeres coraje combaten el hambre con ollas populares

Hay una dura contienda que se libra a diario en la cima del cerro San Pedro. Un lugar alejado del centro de Chimbote en la región Áncash. En esa zona, tres mujeres de distintos asentamientos humanos organizan a sus vecinas para preparar ollas populares. A veces a leña o con balones de gas, sus ollas y cocinas han alimentado a sus familias y también a niños, ancianos y adultos de los barrios más pobres del puerto de Chimbote en la provincia de El Santa.

Katia, la soñadora

Katia Villarreal tiene 29 años y tiene la apariencia de una adolescente. Lidera a un grupo de vecinas con quienes pela papas, lava arroz y acomoda la leña para preparar almuerzos solidarios. Ella vive en el asentamiento humano ampliación El Mirador. Es mediodía y en el frontis de su casa de esteras varias personas hacen cola para recibir una ración de alimentos. El menú del día es un puré de papas con arroz, acompañado de ensalada. Ningún tipo de carne a la vista. Otros días con más suerte, el vecindario puede saborear unos tallarines rojos, arroz chaufa o locro de zapallo.

katia-2.jpg Sus vecinos comensales pagan una cuota solidaria de S/ 2 que se usa para la compra de productos. Algunas semanas también tienen el apoyo de colectivos civiles que les proveen de alimentos. «Preparamos unos 40 almuerzos al día. Nosotras mismas vemos la forma de cómo conseguir los productos. Algunos vecinos ponen algo y también nos ayudan otras personas. Una vez tenía pota y la usamos para hacer chicharrón. Siempre buscamos la forma de ayudarnos», cuenta Katia.

Katia trabajaba antes de la pandemia en un puesto de golosinas del mercado El Progreso, a pocas cuadras de la Plaza de Armas de Chimbote. Es madre soltera, pero ha podido recibir el apoyo del padre de su hijo. Los bonos económicos del Estado, en cambio, nunca llegaron a sus manos. Ahora ella distribuye su tiempo entre el cuidado de Sahit de 3 años de edad, la salud de su madre y la organización de la olla popular en su asentamiento humano.

Un par de piedras y pedazos de leña se usan para cocer los alimentos que serán repartidos a unas 50 personas. Mientras cocina, Katia dice que el apoyo es importante entre todos y que de hacerlo serán bendecidos. Lo dice con fe, la misma que le da fuerza para construir, algún día, su casa de esteras.

Carmen, la luchadora

Desde que se decretó el aislamiento social obligatorio, una de las primeras ollas populares que se organizó fue en el asentamiento humano Jesús de Nazareth. Carmen Paredes López tiene 37 años y es una de las vecinas que lidera al grupo de mujeres de su barrio. Antes del anuncio de emergencia nacional, ella trabajaba reciclando envases de plástico y otros objetos para ganar S/ 25 por día. En un día, ha cocinado para casi 60 personas, entre ellos sus cuatro hijos a los que mantiene sola.

«Aquí no ha llegado ningún tipo de ayuda. Ni las canastas de alimentos de la municipalidad de Chimbote ni el bono de S/ 760 que entrega el Gobierno. Nada. Pero igual nos organizamos para repartir almuerzos», denuncia.

mujeres-2.jpg Carmen y sus compañeras han preparado pescado frito con arroz y algunos huevos hervidos. Por las mañanas preparan desayunos, pero hay días donde solo sirven té. «Lo más difícil de todo esto es conseguir los alimentos. Esta pandemia me cogió sin plata, pero felizmente no he dejado de dar de comer a mis hijos. Pasar todo esto sin dinero es muy difícil», lamenta.

Cada tarde junto a sus vecinas salen a vender papa rellena y cachanga para ganarse unos S/ 40 que reinvertirán en la olla popular. Las madres coraje de Chimbote pelean solas contra algo tan difícil como el virus: el hambre.

Carmen cuenta que a la par de las ollas populares debe atender la educación de sus hijos. En su casa el único televisor que tenían se malogró. Ahora sus hijos visitan a sus vecinos para ver el programa educativo “Aprendo en casa” que lanzó el gobierno y que se emite por señal abierta.

Patricia, la optimista

Patricia Herrera, de 28 años, trabajaba como ayudante de cocina en un puesto del mercado Modelo. Los S/ 20 que ganaba al día por una jornada de 10 horas le servían para mantener a sus cuatro hijos. Por ahora, lo que gana su esposo Ricardo en trabajos temporales los mantiene, aunque con carencias y dificultades. «Me hubiese gustado que me llegara algún bono [económico], alguna ayuda de la municipalidad, pero nada he recibido», responde indignada.

companeras.jpg Hasta hace dos semanas, junto a sus vecinas, organizaba una de las ollas populares del asentamiento humano Mi Paraíso. Sin embargo, el olvido y los pocos recursos económicos hicieron que las vecinas paralizaran la olla popular. Casi 60 personas que asistían por una ración de alimentos se quedaron sin un plato de comida.

«Hemos visto que la municipalidad repartía víveres por otro lado, pero aquí nada. Ahora cada uno debe ver cómo alimentarse”, señala Patricia. Para preparar arroz con menestra, arroz con huevo frito o cocinar las vísceras y patas de pollo, se apoyaban en los mercados. Allí les donaban algunos productos. “Hay que seguir adelante, esto es solo una prueba que nos pone Dios. Hay que unirnos en las buenas y en las malas», asegura con optimismo.

Chimbote en alerta

Áncash es una de las 7 regiones que continúa en cuarentena, a pesar de la suspensión en todo el país. De acuerdo a la Dirección Regional de Salud de Áncash (DIRESA) se registran 11 435 personas contagiadas y 742 fallecidos al 4 de julio. Casi más de la mitad pertenece al distrito de Chimbote, y otro tanto a Nuevo Chimbote. Ambas ciudades son las más golpeadas por la pandemia, pero también de su economía.

Es así que las mujeres del puerto de Chimbote levantaron 45 comedores populares en las zonas más pobres, pero la mitad tuvo que cerrar. Algunos por falta de apoyo y otros por contagios de COVID-19. Las ollas solidarias que persisten reparten en promedio 50 almuerzos diarios. Las mujeres coraje de los comedores en lo alto de Chimbote también están en primera línea de batalla. Katia, Carmen y Patricia salvan vidas con sus ollas.

Wayka

Fotos: Edwin Azaña

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