Imagen: Cuadro de Guayasamin en la Capilla del hombre; Quito 2009
Una cosa es el arte y sus creaciones, otra la vida personal del artista. Si nos detenemos en la vida antes que en la obra para ponderar un legado, es casi seguro que no encontremos experiencias vitales magnificas o coherentes acompañadas de arte luminoso. El arte de Michael Jackson emanado desde su voz, su cuerpo y su música, es ya clásico. Su vida particular, en la que la incomodidad desembocó en una muerte adelantada, no condiciona su creación. Estamos ante un artista que en sus obras impregnó ese algo que las hace indesligables de su época.
Sobre su persona, lo más probable es que los delitos que se le imputaron sean ciertos, que haya seducido o forzado a menores a tener prácticas sexuales con él. Y si fue así, ese daño causado debe también haber contribuido a la etapa final de su agotamiento vital. Esos temas acompañarán las biografías desde lo legal o lo moral; a lo que podremos añadir todos los análisis psicológicos del caso y tratar de encontrar la explicación de su proceso de negación/afirmación. Porque Jackson no sólo fue negación de una condición física, sino afirmación de la manipulación posible que esta época permite.
Nuestra cultura y actos están poblados de intentos cotidianos de negación y afirmación. Los distintos contextos nos llevan a desprendernos, quizá no del color de la piel ni de nuestras facciones, pero sí de actitudes, formas de ser o de hacer que crecieron con nosotros y se vieron confrontadas ante un nuevo escenario. Así, pasamos a la afirmación de formas de vida y de relacionarnos que de seguro, mirando hacia atrás, no creíamos posible asumir. Jackson es el extremo visible de esos procesos de negación/afirmación; cada humano absorbido por la dinámica que su entorno pos-moderno le impone, es un caso casi invisible de negaciones y afirmaciones.
El asunto con Jackson es que llevó al extremo eso que no es más que un rasgo cultural en la mayoría de la gente. Por eso, más relevante aun la necesidad de construir espacios impermeables a toda esta influencia naturalizada de un modo de vida; no sólo espacios físicos, sino mentales desde los que aislarnos del sobrepeso cultural redunde en vivir de forma original o alternativa. Jackson optó por la construcción de esa burbuja, pero a costa de su cuerpo, en un espacio en el que el nunca jamás pretendió existir, pero no lo logró porque en esencia dependía del juicio social del que buscaba alejarse.
Sólo fue libre Michael en sus inigualables interpretaciones o danzas. Es ahí, por lo menos para los que lo observamos desde la distancia, dónde/cuando su voz y su cuerpo podían entregar centellas de arte. La libertad que buscaba en su aislamiento o en sus transformaciones, estaba en su voz y en su propio cuerpo. A otro le hubiera bastado eso para volar, pero él convirtió su relación con el mundo en su propio límite. Contradictorio pero entendible: los humanos albergamos y convivimos con nuestra capacidad destructiva y creativa, pasamos de momentos de búsqueda de libertad a encerrarnos en celdas imaginarias.
Este audio aísla la voz de Jackson de los instrumentos que acompañan la pieza. Es revelador oír sólo la voz, el aislamiento de esa expresión de su arte; así como también ver su baile sin audio. Sólo voz y movimiento para comprender mejor de qué artista estamos hablando. De uno que desde sus cuerdas vocales podía expresar sostenidamente ternura, deseo, amor o rabia; de uno que desde su cuerpo podía cuestionar las limitaciones de éste, moviendo sus extremidades cual cuerdas.
Sería mejor ver las actitudes de Jackson desde los extramuros de nuestra propia cultura, y así confrontarnos. Los procesos de afirmación/negación son constantes y de diversas magnitudes; unos llevan a la construcción de la propia destrucción, pero no logran indisponer al artista frente a su obra y legado. Otros procesos llevan a la gente a una asimilación constante e imperceptible de acciones que van negando las anteriores. Michael Jackson como persona quedó prisionero de ese proceso ambivalente. Como artista sin duda conoció la libertad que sólo el arte puede dar, y en buena hora su voz y su cuerpo ya son propiedad y están al alcance de toda la humanidad.