Todos los gobiernos del mundo tienden a mantener
las apariencias ante situaciones críticas. Se trata de una estrategia llamada
literalmente “manejo de crisis”. La idea es mantener la calma de la población, evitando
hasta donde sea posible cualquier exabrupto de la prensa. En regímenes autoritarios esto
es tarea fácil, pues la prensa en todas sus modalidades es manejada por un Estado
todopoderoso al servicio de algún régimen poco amigo de las voces discordantes.
En democracias de bajo octanaje, como es el caso de Chile, la prensa obedece, en general,
a los intereses del gran capital, convirtiendo en los hechos la profesión de periodista
en una suerte de estafetas de la información. Con todo, el aparato estatal también juega
su parte y basta una “sugerencia” de La Moneda para que los medios se pongan a tono en
temas polémicos como la actual crisis económica mundial.
Este control “soft” de la prensa nacional se basa en dos supuestos. Primero, el papel
preponderante de los medios en la configuración de un imaginario social y el subsecuente
estado anímico de la población frente a un tema particular. Segundo, el hecho innegable
de que cualquier crisis, por definición, supone una alta dosis de subjetividad. No
olvidemos que los sistemas físicos son susceptibles de “estados críticos”, pero sólo
sistemas humanos entran en crisis. Así, entonces, al morigerar a la prensa se controla
una variable de la crisis económica.
Todo lo anterior explica el talante recatado de la prensa chilena ante la recesión
económica en que está sumido el planeta entero. En estos tiempos de Hiperindustria
Cultural es más bien difícil evitar que se filtre la información a un sector de la
ciudadanía. Internet hace posible leer en varios idiomas a los más prestigiosos expertos
mundiales. Todos coinciden en señalar la singularidad y la gravedad de la actual crisis
económica, cuyo horizonte se mide ya en años.
La triste verdad es que Chile, contra lo que pregona el gobierno y los empresarios, no es
una economía “blindada” y no hay razones para el optimismo. Por el contrario, todos los
índices apuntan a que nuestro país correrá la suerte de América Latina, esto es:
disminución de la tasa de crecimiento próxima a cero, aumento de la cesantía a dos
dígitos, disminución significativa de exportaciones y de la inversión foránea, pérdidas
cuantiosas de capital en el sector previsional, en pocas palabras: recesión económica
para el periodo 2009 – 2010.
El Estado de Chile, orientado al neoliberalismo desde hace décadas, no está diseñado como
Estado Social. Aquellas instituciones que otrora protagonizaron el desarrollo, como la
Corfo, han dejado de ser agentes del proceso económico. Lo mismo puede decirse de otra
serie de instituciones de asistencia social. En el actual estado de cosas, poco pueden
esperar las Pymes, los estudiantes o los jubilados del Estado chileno.
La estrategia de mantener las apariencias a través de los medios sólo se explica en un
Estado al servicio del gran capital, como en Chile, en donde los grandes medios de
comunicación se concentran en pocas manos. Se nos quiere hacer creer a todos los chilenos
que el modelo neoliberal heredado de la dictadura militar sigue funcionando cuando todo
señala su ocaso en todo el orbe. La actual crisis económica mundial pone fin a tres
décadas de hegemonía neoliberal en el mundo, y Chile, aunque siempre anacrónico y a
deshoras, no puede ser la excepción.
– Álvaro Cuadra, Doctor en Semiología y Letras, Universidad de La Sorbona.
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