“La Comisión considera que los hechos ocurridos en Oaxaca son un eslabón de
una estrategia jurídica, policiaca y militar, con componentes psicosociales
y comunitarios cuyo objetivo último es lograr el control y amedrentamiento
de la población civil en zonas donde se desarrollan procesos de organización
ciudadana o movimientos de carácter social no partidista” (Informe de la
CCIODH, 2007)
Esta fue la primera de las conclusiones que emitimos tras nuestra visita a
Oaxaca a finales de enero de 2007. Consideramos que el cerco armado con el
que desde finales de 2009 se somete al municipio de San Juan Copala en el
estado de Oaxaca reitera con crudeza la necesidad de insistir sobre el
diagnóstico que la CCIODH realizó en aquel momento frente al conjunto de
conflictos que afectan a dicha región mexicana.
Hay que recordar que pese a la vulneración múltiple de derechos individuales
y colectivos que el cerco armado implica, cuya gravedad se intensifica cada
día que pasa, y pese a la clara identidad de los responsables de tales
violaciones (UBISORT-Unión de Bienestar Social de la Región Triqui,
organización vinculada al PRI), no ha habido ninguna intervención para
levantarlo por parte del estado.
A esta situación ya de por sí inaceptable, se le suman los últimos sucesos
acaecidos ya denunciados en el anterior boletín de la CCIODH:
Por un lado, el ataque a la primera caravana humanitaria de solidaridad y
observación realizada el pasado 27 de abril en la que resultaron asesinados
la activista y defensora de Derechos Humanos Beatriz Cariño y el observador
internacional Jyri Jaakkola. Todos los indicios, así como las amenazas
públicas de Rufino Juárez Hernández (dirigente de UBISORT) contra la
caravana, apuntan a que los responsables de la acción arnada y de los
asesinatos son miembros del grupo paramilitar UBISORT.
Por otro lado, los asesinatos del lider triqui y promotor de la autonomía
Timoteo Alejandro Ramírez y su esposa Tleriberta Castro Aguilar acaecidos el
pasado 20 de mayo.
Los nuevos acontecimientos, no hacen más que agravar la situación de sitio
en la que se encuentra el Municipio:
El pasado 8 de junio, una nueva caravana solidaria partió hacia San Juan
Copala con la intención de romper el cerco impuesto por UBISORT, así como
para llevar ayuda humanitaria a los habitantes del municipio autónomo. De
nuevo, fue notificada públicamente así como de forma particular a las
autoridades responsables para que garantizaran: el derecho a la libre
circulación, la seguridad de las más de 350 personas que participaban y la
llegada de 30 toneladas de suministros a los habitantes de la comunidad.
La caravana salió acompañada de una considerable presencia policial dado el
contexto de amenazas existente. Ni aun así pudo llegar a su destino. La
policía no quiso actuar ni posibilitar el paso de la caravana. Dicho
contingente policial no rechazó, y con ello habilitó, las amenazas y las
acciones de bloqueo realizadas por miembros de UBISORT. Finalmente, la
fuerza pública, pese a la evidencia de la actuación delictiva que estaban
presenciando, se retiró y recomendó la finalización de la caravana por
razones de seguridad.
La condición que impuso UBISORT para dejar pasar la caravana fue que sus
miembros formaran parte de la misma y entraran en San Juan Copala. Resulta
evidente que se trataba de una condición imposible por inaceptable, que solo
pretendía servir de soporte a la decisión de las autoridades de no hacer
nada para asegurar que la caravana podía acceder al municipio cercado.
Ante estos últimos acontecimientos, la CCIODH concluimos que:
Las autoridades, nuevamente, no dan cumplimiento a su obligación
constitucional de dar protección y seguridad a una iniciativa de la sociedad
civil pacífica y humanitaria para hacer llegar los suministros y romper el
cerco al que está sometido de forma violenta y armada el municipio autónomo
en defensa de su derecho reconocido a organizarse.
La complicidad de instituciones del estado y federales en estos hechos tan
graves, apoya y confirma la impunidad de los agresores y conforma el patrón
de control y amedrentamiento en contra del municpio autónomo de San Juan
Copala por parte de organismos del estado cuya obligación es la contraria:
hacer respetar derechos fundamentales reconocidos por la constitución
mexicana y las normas internacionales.
A más de un mes de los asesinatos ocurridos el 27 de abril y de las
declaraciones efectuadas por el Presidente de México en la cumbre de Madrid
ante la presidenta de Finlandia en las que manifestó la máxima celeriadad en
la investigación, detención y debido proceso de los responsables directos de
estos hechos delictivos, no se ha producido ninguna actuación que permita
confiar en que así ocurra ni por parte de las autoridades de Oaxaca ni por
parte de las autoridades federales.
En este sentido se ratifica un patrón de actuación ya denunciado en el
informe de la CCIODH de 2007: “6- Los poderes públicos no han garantizado el
pleno ejercicio de la libertad de expresión, pensamiento, asociación,
reunión, participación política, libre circulación y manifestación. Se ha
impedido mediante el uso de la fuerza física y la coacción el ejercicio de
estos derechos fundamentales”.
Lo que acontece hoy en San Juan Copala, tiene un denominador común que la
CCIODH ha denunciado en Chiapas, Atenco, Oaxaca: en todos ellos se combaten
los procesos de autonomía legítimos y pacíficos mediante la represión
directa o mediante la actuación de grupos paramilitares protegidos y
amparados por las autoridades. Esta situación explosiva anuncia un aumento
de la violencia que impide, al no tratar las causas de los conflictos,
llegar a acuerdos que permitan una solución justa y dialogada
Las autoridades de San Juan Copala han llamado a insituciones
internacionales para que aseguren la llegada de los suministros a las
comunidad y con ello se rompa el cerco al que están sometidos. Es
responsabilidad de estas instituciones coadyugar activamente para que sea
posible. En otras palabras: será responsabilidad de las instituciones los
efectos que puedan derivarse de la continuidad del cerco armado.
La indefensión e impunidad generalizadas por la falta de respuesta
institucional, fuerza a la sociedad civil nacional e internacional la que
tendrá que interpelar y movilizarse para que los derechos individuales y
colectivos del pueblo de San Juan Copala sean respetados.
Barcelona, a 15 de junio de 2010.