La segunda oleada del Covid-19 inunda el continente entero. Luego del corto respiro veraniego, la pandemia, de la mano del otoño septentrional, golpea bruscamente.
La curva de contagios en el Viejo Mundo asumió en las dos últimas semanas de octubre tendencias tan inesperadas como brutales. Escaparon a toda previsión y, sin explicación cierta de parte del mundo científico, explotaron a una velocidad descontrolada para convertirse en diagonales en flecha hacia arriba en todos los gráficos. Un desarrollo tan explosivo que en muchas regiones del continente ya no permite seguir el trazado del virus, lo que implica la pérdida de control de la situación sanitaria.
Con situaciones muy complejas como las de Italia con casi 25.000 casos el 28 de octubre; 36.437 casos en el mismo día en Francia; 14.900 en Alemania (el 1 de octubre contaba solo con 2.500 casos).
El 25 de octubre el gobierno español decretó la urgencia sanitaria por seis meses con un correspondiente toque de queda nocturno. Italia, en paralelo, endureció la reglamentación, con cierres de bares y restaurantes a las 18.
Un hombre protegido contra el Covid en Londres.
Pero fue el miércoles 28 el día “frontera”. Un antes y un después simbólico para marcar esta nueva crisis en la crisis del Viejo Mundo. Los gobiernos de Francia y el de Alemania, adoptaron medidas parcialmente comparables con las marzo-abril.
Emmanuel Macron, en conferencia de prensa cargada de solemnidad, anunció un nuevo confinamiento en todo el país, al menos durante todo el mes de noviembre. La diferencia con marzo-abril radica en que ahora no se cerrarán las escuelas, que se podrá visitar a las personas ancianas en sus residencias colectivas y no se parará el funcionamiento de las oficinas públicas. Por el resto, se imponen movimientos reducidos, se exige una autorización especial para todo tipo de desplazamiento y se cierran todos los bares, restaurantes, negocios que no sean de productos alimenticios, espacios culturales y de ocio.
Alemania decidió el mismo día lo que diversos medios de prensa titularon como “medidas drásticas”, también para noviembre. Cierre de bares y restaurantes, y un freno radical en todas las actividades culturales: cines, teatros, conciertos. Las competiciones deportivas profesionales podrán continuar, pero sin público. Los encuentros privados autorizados son de máximo diez personas y solo de dos hogares diferentes.
SOS Suiza
Horas antes, el mismo miércoles 28 de octubre, el gobierno suizo imponía medidas “draconianas”, según las propias palabras de uno de los siete miembros del ejecutivo colegiado.
Actividades privadas de máximo diez personas. Deporte profesional sin público. Horario límite de restoranes y bares hasta las 23. Discotecas y centros nocturnos cerrados. Máscara obligatoria en todo el país y en todas las circunstancias proclives a un contacto interpersonal (incluso en las calles de los centros urbanos). Universidades y escuelas de nivel terciario con funcionamiento virtual en tanto los niveles educativos primario y secundario continúan.
Afiches rojos de emergencia en Berna, Suiza.
Los afiches públicos sobre la pandemia pasaron entre miércoles y jueves de naranja a rojo oscuro ante una crecida de casos diarios que superaron los 9.300 el mismo 29 de octubre, sobre un total de 35.000 pruebas realizadas, con una tasa de positividad del 26.64%.
Crecimiento descontroladamente exponencial en relación a la pequeña población helvética de solo 8 millones de habitantes. Proporción que significaría más de 48.000 infecciones en un día en Argentina; 40.000 en España; 80.000 en Alemania: 200.000 casos diarios en Brasil. Si bien esas cifras y porcentajes se relativizan al analizar la tasa de mortalidad por Covid cada 100.000 habitantes. En Suiza se ubica en 25, mientras que en Argentina es de 65 y en Brasil y España llega a 75.
Las dos olas
Entre las variables más significativas de la realidad suiza, la comparación de esta segunda ola con lo que el país vivió en marzo pasado permite, aun con matices particulares, comprender la actual dinámica pandémica europea.
En la primera ola, en el período del 16 de marzo al 5 de abril, que constituyó el pico culminante, se registraron 19.892 casos. En el periodo actual, entre el 12 y el 25 de octubre, se registró un total de 58,272 infectados, explica el sociólogo Gerald Fioretta, especialista en estadísticas médicas. Quien aclara que, si bien el número de casos diarios llega a ser casi 5 veces mayor que en marzo, el número de hospitalizaciones, por el momento, se mantiene en la mitad.
En un análisis especial que realizó para el Cohete a la Luna, Fioretta constata que el número de decesos, hasta la fecha, es un tercio del que se produjo en marzo.
El análisis confirma también una “significativa diferencia de edad y las personas mayores han dejado, ahora, el lugar a los jóvenes” afirma Fioretta. En la actualidad el mayor porcentaje de positivos se encuentra en la franja de edad de 20 a 29 años, mientras que en marzo y abril se ubicaba entre 50 y 59 años. La edad media de los casos en la primera ola fue de 53,2 años, y ahora es de 44,1 años. En este impacto diferenciado de edades se explique el número menor, por el momento, de decesos.
En declaraciones para el Cohete a la Luna, el doctor Bernard Borel, médico pediatra especialista en salud pública, aporta varias reflexiones adicionales. El cuerpo médico y paramédico ha ganado mayor experiencia y tiene ahora una mejor preparación para el tratamiento de los infectados graves, afirma. Según fuentes médicas, el uso de ciertos corticoides desinflamatorios en el momento oportuno del desarrollo de la enfermedad, permitió reducir la cantidad de entubaciones, que constituye el nivel terapéutico más complejo y delicado y que se aplica sólo a los pacientes muy graves.
Borel anticipa que la tendencia e impacto real de esta segunda ola se podrá medir en las dos próximas semanas (hacia mitad del mes noviembre), cuando sea evaluado el efecto de las nuevas medidas restrictivas gubernamentales anunciadas el 28 de octubre.
Sin embargo, subraya, hay algunos elementos epidemiológicos y terapéuticos que pueden influir favorablemente. Por ejemplo, los plazos de hospitalización más cortos —siempre en relación a la primera ola—, lo que descomprime, parcialmente, la capacidad de acogida hospitalaria. Esta, sin embargo, en algunos cantones —como Neuchâtel, Jura y Friburgo, entre otros— empieza ya a colapsar.
Personal de la salud protesta en Suiza este mes de octubre, por mejoras salariales.
Señala también que, si se confirma el pico del Covid-19 en este mes de octubre y noviembre, podría distanciarse de la epidemia anual de la gripe «normal» que generalmente golpea a Europa con fuerza entre enero y marzo. Distancia temporal que reduciría el impacto negativo.
Bernardo Borel evalúa que las medidas “menos radicales y menos restrictivas” tomadas este miércoles 28 en comparación a marzo, indican que “se ha diluido el concepto que primó en la primera ola: priorizar la salud en detrimento de la economía”. Lo que aparece como problemático en un país como Suiza, donde existen los medios para hacer frente a una crisis de esta naturaleza sin poner en riesgo la estructura económico-financiera-productiva del país, enfatiza.
El invierno europeo será muy complejo, subraya el especialista en salud pública. “Es difícil manejar esta pandemia, dado que el mundo científico, el político y la sociedad en su conjunto van aprendiendo sobre la marcha. Con el agravante de que no hay perspectivas serias de una vacuna antes de mediados del 2021. El Estado tiene una gran responsabilidad. Tomar las medidas adecuadas no solo para evitar el colapso del sistema de salud sino, esencialmente, evitar socialmente eventuales decesos que se podrían prevenir, concluye.
Explosividad social
Una manifestación espontánea se produjo en Nápoles el viernes 23 de octubre, luego de que el presidente de la región de Campania anticipase vía Facebook el nuevo confinamiento. Fue el detonante de varias manifestaciones que en los días siguientes se produjeron en varias ciudades de la península.
El común denominador: la protesta contra las nuevas medidas restrictivas tomadas por las autoridades ante el aumento explosivo de infectados. El 28 de octubre eran 24.991 (y 205 decesos), lo que supera los días más aciagos de la primera ola.
Que Nápoles haya sido el detonante, sin embargo, tiene su lógica. El temor de la población ante los nuevos casos de coronavirus que alcanza una dimensión nunca antes vista en la región (cerca de 2000 diarios); el impacto económico-social que tendrán las nuevas medidas, como el toque de queda a las 23 para bares, restaurantes y actividad nocturna en general; y la falta casi total de medidas de acompañamiento social de parte del gobierno.
Adicionalmente, como lo afirma un análisis de la revista progresista europea Contretemps, el principal aumento de la pobreza en Italia como consecuencia de la primera ola se encuentra en el sur: + 20 % en Campania; en Calabria, + 14 %; en tanto + 11% en Sicilia. En Campania, el desempleo golpea al 50% de los jóvenes de entre 16 y 34 años.
La organización católica romana Caritas, que acaba de realizar un análisis sobre la pobreza en Italia, afirma que “el punto común de los nuevos pobres es que no tienen medios para asegurar la vida cotidiana resultado de no percibir ningún ingreso durante más de 3 meses”.
En el artículo redactado por corresponsales ubicados en Nápoles, Contretemps subraya que “la participación en la manifestación del viernes 23 de octubre fue amplia y compleja. Pequeños comerciantes; trabajadores independientes, artesanos y trabajadores informales, salieron a la calle porque su riesgo es muy alto, porque los servicios sociales que reciben son muy malos y porque tienen una confianza menor en las instituciones públicas”. Y el análisis insiste en que en el contexto napolitano, esos sectores tienen estrecha proximidad tanto con el subproletariado como con la pequeña burguesía, todos duramente golpeados, en particular, por la caída del turismo.
Los tests rápidos pueden dinamizar la lucha contra la pandemia.
El periódico Il Manifesto, comentando la manifestación de Milán, subraya que es incorrecto ubicar esa protesta en el marco clásico de derecha-izquierda. Y la caracteriza como protesta juvenil, en la que se mezclan jóvenes italianos y extranjeros, “que salieron para lanzar una señal” de desencanto frente a las nuevas restricciones anti-Covid.
La segunda ola pandémica inunda a un continente que vio con perplejidad subir las aguas en el mes de octubre. A pesar que se anunciaba esta nueva marea desde hace al menos tres meses, la realidad continental demuestra lo difícil que resulta prevenir sobre la tierra ya anegada por la inundación anterior. La pandemia no solo desafía a la gente —y pone a prueba su cansancio/paciencia—, sino que interpela a los gobiernos. Como lo hacen, también, los sindicatos de los trabajadores de la salud que en numerosos países del continente ganan las calles porque consideran que sus esfuerzos no son reconocidos con ajustes salariales adecuados. Y ahí donde la ciudadanía no percibe sensibilidad social de parte del Estado la explosión social amenaza con golpear a la puerta.