Estrategias feministas para una vida digna y en común

lismos y binarismos, de privatización de los vínculos, de formas sistemáticas de aislamiento de nuestros cuerpos, de activación de la sospecha y la vigilancia sobre lxs otrxs y de la dogmatización de que solo el crecimiento económico basado en los principios del capitalismo nos sacará de la situación actual y nos permitirá reconstruir el mundo del “después”. Mientras tanto, las condiciones de la humanidad se precarizan: aumento del hambre, la pobreza, la desigualdad, aumento de las violencias de géneros, la situación de calle y la destrucción masiva del medio ambiente.

LA FUERZA DE TRABAJO QUE SOSTIENE EL MUNDO

Este segundo diálogo recuperó lo que la larga memoria de los feminismos y la economía feminista ha alumbrado durante décadas: que las mujeres somos la fuerza de trabajo que sostiene el mundo.

Esa enorme contribución que hacemos ha aumentado en estos meses de cuarentena: somos las que siempre trabajamos más, quienes nos hacemos cargo de la tele-educación de lxs niñxs, de la salud y de las cargas emocionales de nuestras familias, las que estamos en los campos haciéndole frente al extractivismo, las que producimos y proveemos de alimentos sanos, las que paramos las ollas comunitarias y, al mismo tiempo, las que tenemos menos acceso a la salud y ocupamos gran parte de los trabajos esenciales pero, a la vez, más precarizados, feminizados y con peores condiciones laborales.

Las compañeras de No Tan Distintas relataron cómo las políticas de confinamiento mostraron que, en la neoliberal Ciudad de Buenos Aires, el gobierno ha incorporado la retórica de “preservar la vida”, pero sin cuestionar que la vida no es verdadera si hay miles de personas que están en situación de calle, como resultado del mismo ajuste estructural: “de esta manera, las políticas públicas gubernamentales empujan a nuestrxs compañerxs a los galpones, al hacinamiento, a los márgenes”. Ante esta respuesta institucional obscena y cínica, las estrategias feministas -desde la marginalidad- crean vida comunitaria. La comunidad feminista tiene el impulso interseccional que le permite conformarse como colectivo, como enredadera descentrada y en continuo avance. Como plantearon en el diálogo, Daniela Camozzi y Florencia Montes Paez, “es con este diagrama que nuestros proyectos comunitarios y feministas de acompañamientos, talleres y de casa colectiva han demostrado fortaleza y se sostienen durante la pandemia”. Pero la cuarentena nos trajo otra temporalidad y, por lo tanto, otro camino en la organización, “la política del aislamiento social hizo que nuestra red, que venía luchando contra los modos capitalistas heteropatriarcales de vida, se replegara. Ante el riesgo de ensimismamiento que el confinamiento trae, el desafío es pensarse más allá de la resistencia y entramar la lucha en red con más compañerxs”.

En el caso del Ecuador, Belén Valencia y Alejandra Santillana mostraron que la reafirmación del proyecto empresarial en estos meses ha implicado que no solo la vida en el capitalismo misógino y racista sea poco digna, si no que bajo gobiernos neoliberales la gestión de la muerte esté bajo una lógica mercantil. “Las organizaciones sociales tienen una histórica experiencia para levantar iniciativas que coloquen lo público-común como un camino distinto a lo privado y a los límites del propio Estado”, afirmaron. La salud, en este contexto, así como la alimentación, han sido dos espacios fundamentales para la resistencia ante la ofensiva neoliberal.

Como relataron las investigadoras del Observatorio del Cambio Rural, las mujeres rurales, campesinas, de pueblos y nacionalidades de sectores populares en Ecuador han sido quienes han sostenido la resistencia en estos tiempos. En el caso de las mujeres del campo, la eco-dependencia en momentos de crisis marca un ajuste en la relación con la tierra. La apuesta por la agroecología y la diversificación de la producción agrícola y de plantas medicinales está vinculada con la revalorización del trabajo de ellas, como una manera de provisión familiar y social de alimentos. En definitiva, el cuidado es el trabajo no pagado que permite satisfacer la vida colectiva.

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Desde la red “Mujeres del Mundo”, Graciela Quintero, María Victoria Bojacá, Carla Gutierrez y Natalia Resimont compartieron las acciones desarrolladas por los colectivos de mujeres de la ciudad Hunza en Bogotá y del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza en Bolivia. Ante este contexto generado por el sistema capitalista-patriarcal y ampliado por la situación de pandemia mundial, estos colectivos desarrollan proyectos integrales e integrados, situados en sus comunidades, que aportan microcambios para el “buen vivir” de las mujeres y de sus familias desde propuestas ecofeministas. El proyecto “Del techo al plato” permite garantizar la seguridad alimentaria de una parte de la comunidad, cuestionar los métodos de producción agroalimentaria y rehabilitar semillas y técnicas agrícolas ancestrales. Además, también desarrollan partenariados con las escuelas de los barrios y con centros de salud que les permiten establecer circuitos de distribución cortos, organizar jornadas de sensibilización sobre la importancia de la alimentación saludable, la rehabilitación de semillas y técnicas ancestrales, el impacto del “sobre consumo”, etc. De esta forma, la propuesta es practicar el “buen vivir” desde flujos económicos y ecológicos sostenibles, así como educativos y culturales, que permitan desarrollar el pensamiento crítico y prácticas que respeten a todxs y cada unx de lxs seres humanos y no humanos.

A pesar de todo este trabajo intensificado y en aumento que realizamos las mujeres y las disidencias, la precariedad se configura como condición social del sistema capitalista.

DE LA RESISTENCIA A LA SUBVERSIÓN

Como mencionaron las compañeras a lo largo de este segundo diálogo, estamos ante el desafío de pasar de la resistencia a la subversión contra la razón y práctica neoliberal, reflexionando sobre el lugar desde el que nos relacionamos con lo institucional y con el Estado. En este sentido, sería clave pensar en justicias feministas, tejer esa diversidad y abandonar los esencialismos. Además, tenemos el desafío de caminar del paradigma de la protección de derechos a la autogestión y la autoorganización, mediante una constante pedagogía para la autonomía que mantenga una dinámica permanente de creación comunitaria, construyendo experiencias que interpelen y propongan alternativas articuladas para la vida imaginando un mundo donde el cuidado sea el elemento central para el sostén de la vida.

Por su parte, desde la Red Ecofeminista del Estado español, Charo Marcos señaló los efectos del desmantelamiento de lo público desde la crisis del 2008. Es así como la emergencia sanitaria del Covid-19 se ha afrontado en estos meses con una sanidad pública infradotada de personal, que prioriza inversiones para construir hospitales, aunque luego se queden los sitios cerrados porque no se ha contratado al personal necesario para atenderlos. Esto se evidencia en el caso de la Comunidad de Madrid, donde se construye un nuevo gran hospital para la pandemia en el que el Estado invierte 50 millones de euros. Mientras tanto, la sanidad privada esquiva su responsabilidad social y responde con criterios de negocio: no atiende casos de Covid o envía a su personal a acogerse a las medidas sociales disponibles para las empresas que se quedan sin actividad, los ERTE. Ese mismo comportamiento se observa en los fondos destinados a la lucha contra las violencias de géneros, donde hay recursos disponibles, pero que no llegan a quienes los necesitan. Así, las mujeres tanto nacionales como migrantes tuvieron que mantener su jornada laboral como venían haciendo antes de la declaración de la pandemia, y además realizar las tareas de cuidado para sostener la vida, en un contexto de abandono del gobierno español. De la misma manera, vemos que los recursos, en vez de destinarse a la atención de la salud o al pago a lxs profesionales, se utilizan mayoritariamente en campañas publicitarias para justificar el empleo de los fondos. Y es que la falta de gestión de lo público que se vive en la Comunidad de Madrid no es casualidad: sigue los dictados del pensamiento neoliberal.

La pandemia ha mostrado otra forma de sostener los cuidados en su dimensión afectiva desde la distancia, recurriendo a medios que, antes del Covid-19, no hubiéramos pensado en utilizar. Así, quienes tienen acceso a las tecnologías y a la infraestructura tecnológica, han hecho uso de videoconferencias para poder ver, sentir más cerca y acompañar a lxs adultxs mayores, o han vuelto a largas conversaciones de teléfono con las amigas, las celebraciones de cumpleaños a distancia… descubriendo otras formas creativas de relacionarse. “A nivel micro, sostenernos desde lo comunitario, desde las despensas de los barrios, haciendo las compras para la gente en aislamiento, conocer o relacionarnos con nuestras vecinas a las ocho de la tarde cuando salimos a aplaudir a la gente que se enfrenta a la pandemia”, recalca la Red Ecofeminista. Aunque la pandemia nos abrió nuevas formas de relacionarnos, no podemos olvidar la brecha digital entre las distintas regiones y entre las que tienen acceso a esta tecnología y las que no.

En este segundo diálogo, las compañeras sintetizaron cómo los feminismos y, especialmente, quienes proponen miradas desde la economía feminista, llevan tiempo hablando de los cuidados y han construido un discurso político en torno a ellos: es en estos momentos que somos capaces de aterrizarlos tanto en nuestro cotidiano como a través de las políticas públicas y así participar con propuestas tan lúcidas como la aportación feminista al debate de la reconstrucción postcovid191.

Finalmente, las compañeras del Norte y el Sur pudieron intercambiar experiencias que dejaron en claro que los feminismos, y sobre todo aquellos que están desbordando y transformando la vida cotidiana, constituyen un pensamiento crítico en donde los distintos movimientos, colectivos, plataformas, redes, confluencias y parlamentos han creado diferentes espacios de diálogo y reflexión. Expresión de estos tiempos es el que acoge el diálogo de la Confluencia Feminista de Economías Transformadoras, o la creación de un Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres y Organizaciones Feministas del Ecuador que surge tras el levantamiento y paro de octubre de 2019 o el proceso argentino de la Asamblea de Trabajadoras en Tiempos de Pandemia donde se reúnen semanalmente mujeres y personas LGBTI+ de varias organizaciones. Un ejemplo de más de una década es, sin duda, la Red Ecofeminista, que empezó como un encuentro virtual y se transformó en un Seminario Permanente de Ecofeminismo. Este espacio de reflexión colectiva y productora de pensamiento feminista reforzó sus lazos y posibilidades de crecimiento colectivo, haciendo de la necesidad virtud.

Los feminismos son indivisibles de la praxis y son, ante todo, la posibilidad de que juntxs pensemos en común cuál es el mundo que queremos co-construir. Quizás en este feminismo internacionalista que parte de lo común para luego gestionar sus diferencias, el cuidado sea una pedagogía de nuestras relaciones y una luz para revolucionar la vida. Estas y otras reflexiones continúan su camino de encuentro en la segunda parte del Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras (23 octubre – 22 noviembre).

1 En este caso, retomamos la aportación de “Hacia un sistema estatal de cuidados” presentada a fines de mayo por Amaia Pérez Orozco.

** La Confluencia Feminista se articula en el Foro Social Mundial de Economías Transformadoras, que tuvo una primera parte organizada de forma virtual entre finales de junio y primeros de julio de este año. El objetivo del encuentro en el FSMET es la convergencia y articulación de colectivos diversos, redes, entidades y organizaciones desde las diferentes economías- social y solidaria, las economías feministas, los comunes, la agroecología-, para la construcción de un pacto y una agenda transformadoras, ahora más necesaria que nunca.

Este diálogo, contó con las voces de No tan distintas, Mujeres y Personas LGBTI+ en situación de calle en Argentina, el Observatorio del Cambio rural de Ecuador, las experiencias de la Red ecofeminista del Estado Español, y la participación de las compañeras de la Red Mujeres del Mundo de Bélgica, Colombia y Bolivia.

Fotos: OCARU (Observatorio del Cambio Rural) Ecuador

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