Como es típico de los políticos y medios de comunicación Estadounidenses, un tema de extrema seriedad ha sido prácticamente reducido al absurdo. Una vez que la urgencia de la crisis causada por el derrame de petróleo en el Golfo de México se ha esterilizado, la plataforma estará lista para la política ‘común y corriente’ que pone a las corporaciones al volante.
Pero el establecimiento corporativo no puede actuar demasiado rápido ante su fervor de cerrar el tema.
La destrucción del medio ambiente, causado por la avaricia corporativa ha abierto los ojos de millones de personas en los Estados Unidos —ojos que están luchando por mantenerse abiertos ante el dopaje de la máquina de medios masivos de comunicación.
Una manera a través de la cual los políticos y los medios hipnotizan a las masas es repartiendo la culpa, y hay maneras innumerables de hacer esto.
Los medios de derecha han tomado un riesgo al culpar las acciones de “gran Gobierno” de Obama en contra de la firma británica BP Plc, quien es pintada como la víctima del “socialismo” de Obama.
A diferencia de lo reportado en los medios, Obama no obligó a BP a abrir una cuenta de $20 millones de dólares para pagar los daños, sino que esta cantidad fue discutida a puerta cerrada con la intención de calmar el enojo público. BP tuvo que “acordar” este “trato”; el Huffington reportó que “…oficiales de la administración [de Obama] aceptaron que una negociación está en juego y ciertas cuestiones claves permanecen irresueltas” (16 Junio, 2010).
Cuando la derecha hace sus acusaciones de “gran Gobierno”, subestima el odio que las clases obreras tienen hacia las grandes corporaciones. En vez de desear que el gobierno sea suave hacia las corporaciones, los trabajadores esperan que por primera vez el gobierno tenga una repuesta mucho mas firme.
Es posible imaginar lo feliz haría a millones de personas, el que se incautaran los bienes de BP, incluyendo los de los grandes accionistas, y fuesen estos usados para limpiar el derrame de petróleo y compensar a los trabajadores. El costo de esto sería por lo menos cien veces más de lo que BP ha “acordado” a pagar. ¿Cuántos millones de personas, viviendo en los Estados Unidos se enojaron y estuvieron en desacuerdo con Obama cuando dijo que “BP es una compañía viable y fuerte, y está dentro de todos nuestros intereses que así se mantenga”.
Pero la inclinación hacia la derecha de los medios no es enteramente irracional, ya que proviene de una emoción muy real: el miedo de que los trabajadores demanden que las corporaciones sean controladas democráticamente de acuerdo a las necesidades sociales, y no para el beneficio de los accionistas. Es precisamente el miedo ante el crecimiento de la mentalidad anti-corporativa —a consecuencia de la recesión continúa— la cual seguirá guiando la perspectiva derechista de los medios.
Además, mientras que la derecha envenena la verdad acerca del derrame de petróleo al culpar al “gran Gobierno” de Obama, él mismo busca minimizar el rol de BP –así como el propio- culpando en vez, a la “adicción de Estado Unidos al petróleo”. Y, aunque es cierto que la economía de Estados Unidos depende del petróleo, el motivo ulterior de Obama es dispersar la culpa a todos en el país, ya que la mayoría de ellos utilizan carros, o transportes que usa petróleo.
Mientras que desesperadamente se requieren soluciones de largo plazo al problema de energía, estas no vendrán del sistema bipartidista de Estados Unidos. Esto se esclareció durante el discurso de la sala oval de Obama: respondiendo al desastre ambiental más grande en la historia grabada, una de las dos “soluciones” propuestas por Obama fue crear “estándares de mayor eficiencia enérgica en edificios.” El apapacho a BP por parte de Obama proviene, en parte, de otro tipo de inversión a esta mega-corporación: “el beneficiaro mayor de donativos de BP, en la campaña presidencial de 2008 fue el presidente Obama, quien recibió $77,000 dólares por parte de ejecutivos y el comité de acción política” (New York Times, 19 Junio, 2010).
El discurso de la sala oval de Obama ni siquiera mencionó que sus proyectos enérgicos se encuentran paralizados; proyectos que incluyen, por ejemplo, el muy recomendado y altamente inspirado por Wall Street, sistema denominado “cap-and-trade”. Aunque no pasaran los ya insuficientes proyectos enérgicos, apenas y se les otorgarían a éstos $4 billones en dólares para conducir investigaciones y desarrollo a modos alternativos de energía, cantidad que aseguraría muy poco progreso.
Bill Gastor, ex asesor de Bill Clinton, concluyó acertadamente que: “El discurso [de la sala Oval de Obama] tácitamente proclamó la sentencia de muerte a la inclusión de provisiones serias hacia los cambios climáticos, dentro de los próximos proyectos enérgicos que el congreso pasaría este año”.
De hecho, una solución real a la crisis de energía de los Estados Unidos se ofreció durante el discurso de la sala oval de Obama, ciando hizo referencia ala transformación de la economía durante la Segunda Guerra Mundial. Su punto es que la economía de Estados Unidos puede cambiar de dirección drásticamente, al grado de producir ciertos resultados, y tiene razón. La guerra es definitivamente un desafío en el cual el establecimiento corporativo está dispuesto a dedicar enormes cantidades de recursos. Durante la Segunda Guerra Mundial, la economía total de los Estados Unidos estaba dirigida a este propósito, a tal grado que fábricas se re-abrieron solo para producir tanques y bombas.
Un esfuerzo parecido no se hará para encontrar formas de energía alternativa. Si muchas de las fábricas y plantas de automóviles que se han cerrado se re-abrieran para producir paneles solares, parques eólicos, trenes de alta velocidad, camiones híbridos, etcétera, fácilmente se generarían millones de empleos.
La catástrofe del Gofo de México ha demostrado no ser un desastre lo suficientemente grande para producir cambios, comprobando que nada logrará el cambio mientras que tanto los Republicanos como los Demócratas estén a cargo. Las adicciones estadounidenses al carbón y al petróleo seguirán produciendo altos índices de contaminación y destrucción ambiental, cosa que desde ahora amenaza el futuro de la humanidad.
Dado a que las grandes corporaciones constituyen una enorme barrera al progreso social, su destrucción tomará la concentración de todas las energías de la clase trabajadora. El primer paso será terminar el apoyo hacia los partidos Demócrata y Republicano ambos apoyados por las corporaciones, y en vez, elaborar un nuevo partido político que sea democráticamente controlado por la clase obrera.
Shamus Cooke es trabajador social, miembr@ de sindicato y escribe para Workers Action (www.workerscompass.org). Su correo electrónico es shamuscooke@gmail.com.