El 22 de marzo se celebra el día mundial del agua. Ocasión propicia para hacer el balance de un debate en curso que impulsa la sociedad civil planetaria desde hace algunos años y que toca aspectos sensitivos. ¿Bien público o mercancía sujeta a privatizar? ¿Es necesaria una Convención Internacional sobre el agua? Y, particularmente, en caso que se llegue a dicha Convención, ¿cambiará realmente la suerte de las 1.200 millones personas que hoy carecen del vital líquido? Todo esto en el marco de una realidad planetaria que tiene sus límites. Sólo un 2.5 % del total del agua existente es dulce y por lo tanto de uso humano. Las reservas no son eternas…
Interrogantes todos analizados el tercer viernes de marzo en Berna, Suiza, en un seminario-debate organizado por la Alianza Sur, plataforma que reúne a seis de las más activas ONG helvéticas que trabajan en el campo del desarrollo.
Radiografía de la infamia
En la actualidad y según cifras de Naciones Unidas, 1.2 billones de personas no tienen acceso a una cantidad suficiente de agua para satisfacer sus necesidades básicas a un precio acorde a sus posibilidades financieras. De las cuales, casi 100 millones viven en Latinoamérica.
En caso de no tomarse medidas significativas y rápidas, se estima que en el 2015 esa cifra aumentará a 3 billones. Entrando así en contradicción con los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas que pretenden lograr hasta entonces una reducción significativa de la pobreza, incluyendo las limitaciones de acceso al agua potable.
Detrás de esta realidad, una doble constatación. Los enormes intereses de grandes empresas trasnacionales que han multiplicado en los últimos años sus ganancias con las privatizaciones y con el embotellamiento del agua.
Así mismo, la falta de voluntad política. Los 10 mil millones de dólares que permitirían resolver anualmente el problema del agua -y sus consecuencias en enfermedades y muertes prematuras- podrían obtenerse si se destinara a ese objetivo el presupuesto militar mundial de cinco días.
Lo que explica que ONG internacionales que se encontraron en noviembre del 2006 en Marsella, Francia, lanzaron dos reivindicaciones básicas. Que se destine un 1 % del presupuesto militar actual para el mejoramiento de la distribución del agua y los servicios sanitarios. Y que se asegure a cada habitante del planeta 40 litros de agua de calidad, como mínimo, por día.
Tibios pasos adelante
Una mirada hacia atrás permite señalar avances en la reflexión planetaria sobre el agua que se ha convertido en uno de los temas más ampliamente debatidos tanto en las instituciones de las Naciones Unidas como en los foros alternativos.
El informe 2006 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), solicita a los gobiernos que reconozcan el acceso como un derecho humano y que suministren a sus ciudadanos el agua potable para evitar enfermedades.
El 27 de noviembre del año pasado, el Consejo de Derechos Humanos encargó al Alto Comisionado de las Naciones Unidas promover un estudio a ser presentado antes de septiembre 2007 sobre “…el acceso equitativo al agua potable…según las leyes internacionales de los derechos humanos…”
A pesar de estos pasos concretos, el acceso al agua potable sigue siendo un inmenso desafío pendiente. Y si de retos futuros se trata, uno de ellos es la necesidad de una Convención Internacional sobre el tema, tal como lo enfatiza Rosemarie Bär, responsable de política de desarrollo de la plataforma de ONG helvéticas.
Si bien esa Convención no resolvería todos los problemas por arte de magia, definiría un nuevo marco institucional planetario. Considerando el derecho al agua como derecho humano fundamental -obligatorio en el plano jurídico- y protegiendo las reservas y su carácter de bien público de la humanidad.
División de “aguas”
La propuesta de una Convención Internacional motiva también a Maude Barlow, presidenta del “Consejo de los Canadienses”, co-fundadora del “Proyecto Planeta Azul” y Premio Nobel alternativo que le fue otorgado por su compromiso ecológico.
Para Barlow dicha Convención de las Naciones Unidas serviría de modelo para las constituciones de los diferentes Estados.
“El agua no Coca-Cola”, enfatiza la militante social canadiense para diferenciar el concepto de bien público al de mercancía negociable. Y si bien la lucha para asegurar al acceso al agua sigue siendo la parte más importante del movimiento global por la defensa del vital líquido, la Convención se proyecta como una meta dinamizadora que une al movimiento, asegura.
La visión desde Latinoamérica
“El agua es uno de los principales espacios de lucha de América Latina indignada por el proceso de privatización creciente aplicado en todo el planeta” subraya el jurista mexicano Rodrigo Gutiérrez Rivas, quien reivindica el valor de un tratado internacional.
“Son aspectos diferentes de una misma estrategia”, reitera el joven investigador de la Universidad Nacional de México (UNAM) y miembro de COMDA, la Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua.
Quien considera “que el fracaso rotundo de las privatizaciones de empresas de agua” en Latinoamérica y la nueva etapa de construcción democrática que vive ese continente, “le asignan a la movilización por el vital líquido un papel muy importante. Es una reivindicación muy sentida, de cada día, en cada barrio, poblado o comarca…”
Y se refiere a los combates anti – privatizadores en Bolivia y Argentina. A la amplia movilización ciudadana para el reconocimiento en tanto derecho constitucional en Uruguay. A la movilización creciente en México.
Y la experiencia no termina de enriquecerse, sostiene el joven militante azteca. Tal como lo demuestra la actual lucha en La Perota, estado de Guerrero, cerca de Acapulco, contra una represa que inundará 7000 hectáreas.
“Es un combate paradigmático” porque se trata de campesinos amenazados de ser desocupados, sostiene. Que impulsan una estrategia combinada de recursos políticos y jurídicos. Y que reivindica también el agua como derecho fundamental. Lo que “les asegura una cierta protección y reconocimiento. Y en todo caso impide que sean tratados como subversivos y, por lo tanto, criminalizados”, señala.
La reflexión sobre el agua multiplica argumentos y enciende pasiones. Numerosos conflictos sociales en América Latina -y en el Sur en general- han explotado en los últimos años a raíz de la privatización de ese preciado bien. La sociedad civil y particularmente los movimientos sociales aceptan el desafío lanzado. Entran en el juego de ideas, toman posición, presionan a gobiernos e instituciones internacionales y profundizan un debate necesario.
Particularmente importante en esta época – 2005 / 2010- marcada por los Objetivos del Milenio y designada por las Naciones Unidas como decenio internacional “El agua como fuente de vida”.
-Con la colaboración de E-CHANGER, ONG suiza de cooperación solidaria