Violencia, escuela y medios: leer entrelíneas

Los medios masivos de comunicación, solo sujetos a las reglas del mercado, ponen en circulación una proliferación de imágenes y representaciones que no solo describen sino también construyen la realidad de niños y adolescentes, de los alumnos de nuestras escuelas. Miradas adultas cargadas de prejuicios que encubren y generan prácticas acordes a ellas.

La información estigmatizada sobre ciertos sujetos sociales, la propagación irresponsable de estereotipos de docentes abatidos o impotentes, de alumnos violentos o indiferentes, así como de una escuela “a la deriva”, constituyen parte de esta mercancía mediática. La reflexión y el análisis crítico sobre los medios de comunicación son una herramienta clave para promover prácticas educativas menos excluyentes y más plurales, así como un ejercicio de ciudadanía democrática.

Es necesario poner bajo sospecha el término “violencia escolar” y en esa operación intentar desmontar diversas representaciones que los medios construyen en torno a la escuela, sus alumnos, los docentes y lo que allí sucede. Además, toda situación violenta que acontezca en el ámbito escolar requiere de un abordaje cuidadoso y en contexto, es decir, radicalmente distinto a aquello que propone la agenda mediática.

Vale discernir sobre tres formas distintas de entender la relación entre violencias y escuela: las violencias de, en y hacia la escuela. ([1]) Las violencias de la escuela remiten al conjunto de situaciones que produce la misma institución, el tipo de relaciones pedagógicas, sus formas de evaluar, el sistema disciplinario, etc. La frontera que separa la escuela de la sociedad es cada vez más frágil, más permeable. Hay distintos tipos de violencias que se originan por fuera de la institución escolar, pero se expresan también en su interior. Podemos ubicar aquí situaciones ligadas a rivalidades (barriales, familiares, deportivas, entre otras) que suelen ingresar al territorio escolar, confirmando que la escuela no es ni un santuario ni un mundo ideal, que no es ajena a dichas conflictivas. . Estas situaciones las identificamos como violencias en la escuela. Finalmente,algunos ejemplosde violencias hacia la escuela pueden identificarse en aquellas situaciones en que las escuelas están sobredemandadas y especialmente subdotadas (presupuestos, recursos, mantenimiento, etc.) Otras de sus variantes se expresan en las violencias simbólicas que a través de los medios construyen miradas estigmatizantes sobre los “alumnos violentos”, en torno a la escuela pública o soslayando el derecho de docentes a reclamar por mejores condiciones laborales. Es frecuente observar en diarios de alcance provincial y nacional el uso de términos peyorativos al referirse a niños y jóvenes , como , “patota infantil”, “pequeños delincuentes”, “ mafia colegial” o “minichorros”” ([2]) Y en estos modos de nombrar a los más jóvenes suelen mostrarlos como sujetos peligrosos ocultando su condición de sujetos en peligro. Significaciones que alimentan toda una construcción social del miedo, que solo prioriza la baja de imputabilidad en la edad y las estrategias represivas como única solución a todos los problemas. Discursos que contribuyen a la culpabilización de niños y jóvenes (en su mayoría pobres) llegando incluso a criminalizarlos solo por “portación de rostro”.

Los medios indudablemente conforman nuestro hábitat, guionizan infancias y adolescencias , estableciendo valores y patrones respecto de las formas dominantes de cómo debemos relacionarnos, definiendo cuáles son los deseos, los juegos y juguetes que se deben consumir, cómo hay que vestirse o alimentarse y qué estrategias servirán para convencer a los padres y otros adultos de la necesidad de obtenerlos. Aquello de lo que hay que cuidarse, o lo que puede ser peligroso, el temor al otro desconocido, alertando sobre una colección inagotable de miedos. Los medios son tanto nuestro medioambiente como un particular tipo de “miedoambiente”.

Frente a esto propongo leer “entrelíneas”, un ejercicio entre colegas y con nuestros alumnos para analizar críticamente lo que manifiestan los medios. Tomar distancia, hacernos preguntas sobre lo que se presenta como certeza absoluta, discutir aquello se nos impone como natural, o que parece tornarse habitual, en tanto siempre se trata de algo que ha sido construido por un grupo de personas, en un tiempo y contextos concretos. Una manera de poner en juego nuestra condición de ciudadanos activos, y de revisar nuestras concepciones y prácticas como docentes. Promover el pensamiento crítico y el debate sincero entre alumnos y adultos, de modo tal que la escuela sea espacio de batalla cultural para desnaturalizar algunas falsas ideas que se han hecho carne durante el reinado neoliberal; que la escuela ya no sirve, que con estos pibes no se puede, que esto es lo que hay, que hay que ser autónomo y en este engaño creernos que pedir ayuda es signo de debilidad.

Leer entrelíneas para desconfiar de lo habitual como cosa natural, para que la escuela, como ámbito de enseñanzas y encuentros apueste a cada alumno/a convencida que puede torcer los destinos que se presentan como inevitables.

– Gabriel Brener es Lic. Educación UBA.Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.

[1] Bernard Charlot en la revista “Sociologías” Porto Alegre año 4, Nº 8, julio/dic. 2002 p.432 – 443.
[2] Citado en “Niñez y Adolescencia en la prensa argentina – Monitoreo 2004-2007” http://www.periodismosocial.net/area_infancia_relacionados.cfm, consultado en abril 2010.
http://alainet.org/active/38755&lang=es

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