En abril pasado, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por su sigla en inglés) de Estados Unidos, encargado de la atención de menores de edad migrantes que llegan solos al país, reconoció ante el Congreso que la agencia perdió el rastro de 1.475 niños y adolescentes.
El número se refiere solamente a la cantidad de menores que la agencia no logró localizar entre los 7.635 que ingresaron a hogares de diferentes familias que se hicieron responsables de ellos en los últimos tres meses del año pasado.
“Creo que esa cifra (entregada por el HHS) no da cuenta del número real de menores en estas circunstancias. Fueron 1.500 solo en esa etapa, pero yo diría que en total son cientos de miles los que no sabe en dónde están”, aseguró el director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la American University, Eric Hershberg.
La ruta de los niños
Miles de niños y adolescentes llegan anualmente a la frontera de México con Estados Unidos sin acompañantes. Sus padres y familiares los envían o ellos deciden migrar solos, para que logren entrar al país norteamericano, conseguir un trabajo y, eventualmente, enviar dinero al extranjero.
“Cruzó dos países caminando o pagando, atravesó selvas, ríos y lagos, montó la Bestia (el tren que cruza desde México hasta Estados Unidos) y finalmente llegó a la frontera”.
Relato del recorrido que realizó un adolescente de 14 años desde El Salvador hasta la frontera de EE.UU. con México.
Cuando llegan a la frontera, los menores sin acompañamiento son detenidos y luego enviados a albergues temporales mientras encuentran a algún familiar que los reciba o una familia tutora que se haga responsable de ellos.
El mayor problema, explica el exdirector de HHS, Mark Greenberg, es que una vez que son entregados a los nuevos tutores, el Gobierno se desentiende de la custodia de los menores y no hay un programa que le dé un seguimiento a su situación posterior.
“Hay un procedimiento de hacer una llamada telefónica a los 30 días de entregar la custodia para saber si la familia o persona que se hizo cargo tiene preguntas, alguna necesidad de servicios, referencias… Pero más allá de esto, no existe otro tipo mecanismo y, en ocasiones, se da el caso de que cuando se hace esa llamada, ya los menores no están con esas personas y se les pierde el rastro”, señala Greenberg.
Muchos de estos niños huyen de sus casas tutoras por maltrato, abusos u otras razones. “En realidad el Gobierno no tiene los medios para localizar a estos chicos, pero como pierden su estatus legal, muchos de ellos se sienten como fugitivos y comienzan a ocultarse de las autoridades, lo que da paso a que ocurran muchas situaciones irregulares”, sostiene Eris Hershberg.
La vida de un niño latino en EE.UU.
Al llegar a Estados Unidos los niños en estas condiciones “enfrentan desafíos muy difíciles para integrarse a nuevos hogares y nuevas comunidades”. Una de las condiciones para que puedan residir en el país norteamericano es ir a la escuela, pero la integración allí tampoco es fácil. “Hay problemas de idiomas, ya que la mayoría de las veces no dominan el inglés y quieren trabajar, pero no tienen permitido el empleo”, señala Hershberg.
Esto sumado a que pese a que muchas veces son niños y adolescentes que han experimentado distintos traumas y situaciones adversas -no solo en sus países sino en su peregrinar errante y en soledad- no reciben ningún tipo de tratamiento o apoyo de ayuda psicológica o similar.
Otros números
Desde 2008, más de 250.000 niños sin acompañantes provenientes de Centroamérica han sido detenidos en la frontera de EE.UU. Solo entre octubre de 2017 y abril de este año fueron aprehendidos 26.001 sin adultos responsables.
Más del 60 por ciento de los niños que llegan a EE.UU. no tienen sus padres en ese país.
Más de 20 menores fueron enviados a hogares donde fueron agredidos sexualmente, apenas recibían alimentos o eran obligados a trabajar por poco o ningún salario.
El factor Trump
En enero de este año, el presidente Donald Trump pidió al Congreso eliminar algunas “lagunas flagrantes” en las leyes migratorias ya que, en su opinión, los “pandilleros” de EE.UU. usaban a niños para hacerlos pasar como “menores no acompañados” y sumarlos a sus filas.
La relación entre “pandilleros” y niños latinos sin acompañantes es, según Trump, uno de los principales problemas de las pandillas centroamericanas en el país. Para ello, propone “cerrar el paso” a menores de edad que lleguen solos a la frontera y restringir los mecanismos de integración.
Sin embargo, Greenberg asegura que las cifras -al menos hasta 2017 mientras dirigió a HHS- no sostienen una correlación entre la presencia de estos menores y las actividades ilegales de grupos delictuales.
“Hemos visto que en las comunidades pobres donde hay programas que facilitan la incorporación de estos menores en escuelas, en familias estables, en condiciones con viviendas dignas, no suelen ser proclives a afiliarse con estos grupos criminales más de que lo haría cualquier otro joven de su edad o circunstancia“, asegura.