Este pasado viernes 14 de octubre, luego de cumplir los 23 años de condena a que había sido sentenciado, salió en libertad el militante del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) del Perú y ex militante del MIR chileno, Jaime Castillo Petruzzi, de 60 años de edad.
Desde la prisión misma fue llevado al aeropuerto limeño para ser expulsado del país rumbo a Santiago de Chile, donde habría arribado en horas de esta madrugada. Jaime Castillo había sido detenido en Lima, Perú, el 14 de octubre de 1993, donde había arribado apenas un año antes para integrarse a las filas del MRTA. En aquel entonces, fue capturado por los aparatos represivos de la dictadura de Fujimori, junto a otros cuatro chilenos, en el marco de una operación de secuestro de un empresario llevada a cabo por un grupo del movimiento revolucionario peruano.
Inicialmente fue procesado y condenado sumariamente, en enero de 1994, por un tribunal que actuó a rostro cubierto (“el tribunal sin rostro”), y sin derecho a defensa, a la pena de cadena perpetua por el delito de traición a la patria, entre otros. De inmediato fue internado en la cárcel de Yanamayo, en Puno, a 4 mil metros de altura en donde los prisioneros viven y son sometidos a condiciones infrahumanas; fue mantenido 7 años en este recinto y luego comienza un largo peregrinar por diversos centros penitenciarios que competían entre ellos en condiciones de crueldad e inhumanidad para con los presos, con mayor razón si estos eran chilenos y peor aún si eran revolucionarios. En una de estas cárceles fue atacado por reos comunes en una acción evidente de la “inteligencia” peruana por deshacerse del problema que le estaba significando el prisionero chileno.
Esto porque desde un comienzo, tanto el proceso judicial (tribunal sin rostro, sin derecho a defensa, y sentencia sumaria) que no duró más de tres horas, como el delito del que se le acusa (traición a la patria, resultaba ridículo tratándose de un extranjero), y la sentencia de que es objeto (cadena perpetua) son puestos en cuestión por diversos organismos peruanos e internacionales de derechos humanos. Los prisioneros políticos de a poco comienzan a generar acciones de protesta, llevando a cabo una prolongada huelga de hambre, con la exigencia de un juicio justo.
Finalmente, tras acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), las condiciones cambiaron. En 1999, la CIDH obligó al estado peruano a anular el juicio de 1994, que afectaba a Jaime Castillo y a los chilenos María Concepción Pincheira, Lautaro Mellado y Alejandro Astorga, por ser incompatible con la Convención Interamericana de Derechos Humanos y realizar un nuevo juicio en condiciones de garantía legal de acuerdo a los convenios internacionales. Sin embargo, el gobierno del dictador Fujimori decide no acatar el fallo de la CIDH y retira a Perú del Pacto de San José.
No obstante, el año 2000 Fujimori termina escapando de Perú en lo que se convirtió en una vergonzosa caída de su dictadura. Lo sucede un gobierno interino, de Valentín Paniagua. Ese mismo año, Castillo y otros seis chilenos prisioneros en Yanamayo inician una larga huelga de hambre exigiendo ser trasladados a Chile a cumplir condena. El gobierno de Paniagua reintegra a Perú al Pacto de Costa Rica y acata el fallo de la CIDH respecto de los prisioneros chilenos.
Es así como, en un nuevo juicio, Jaime Castillo es condenado a 23 años de prisión. No cambiaron sustancialmente las condiciones carcelarias, aunque si fue trasladado desde Puno a otros lugares más asequibles. Desde el año 2006 se intensificaron las gestiones por tratar de conseguir el traslado de los prisioneros a Chile, particularmente de Castillo Petruzzi quien era el que tenía una condena mayor. Ninguna gestión dio resultado.
La única gestión en que se pudo tener relativos resultados fue en conseguir que, cumplida su condena, fuese expulsado inmediatamente de territorio peruano, para evitar nuevas detenciones por eventuales nuevas causas que pudieran imputarle (como ha ocurrido con otros revolucionarios peruanos), o simplemente evitar que los “aparatos de inteligencia” peruanos tomaran represalias peores contra el revolucionario chileno. Es decir, la expulsión desde Perú no es un castigo, es un beneficio.
En su camino previo a llegar a Perú, Jaime Castillo fue integrante del Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), el frente de trabajo estudiantil del MIR, en Santiago. Salió del país junto a su familia en 1974 rumbo a Francia. Allí se integra al MIR y en 1979 participa de la operación retorno. Ingresa clandestinamente a Chile y se integra a las tareas de guerrilla que en 1980 el MIR intenta establecer en la zona cordillerana de Neltume, en Panguipulli, Valdivia. Castillo Petruzzi es uno de los sobrevivientes de aquello esfuerzos de resistencia que tuvieron un trágico desenlace.
Un par de años después de esos sucesos, sale del país rumbo a Francia. Regresa legalmente, ya desvinculado del MIR, en 1989. En 1992 se conecta con los dirigentes del MRTA en Santiago y viaja a Perú a integrarse a las tareas de esta organización. Esta decisión le llevó a esta larga condena que culmina el día de hoy con su regreso en libertad a Chile.