El proceso de paz hasta último momento era el más exitoso de la historia de Colombia. Con 4 años de duro trabajo, era un ejemplo a nivel mundial por la integridad de los acuerdos, en donde la guerrilla más grande que ha existido en el continente renunciaba a la lucha armada tras una negociación, sin rendirse, pero con la convicción a pasar a la vida civil y con elementos razonables para la población colombiana en temas como la tenencia de la tierra o la apertura del sistema político. Todo esto ha llegado a un punto crítico de no retorno.
Ni las FARC tienen la menor intencionalidad de renegociar los acuerdos, ni el gobierno tiene la legitimidad para hacerlo pues le apostó a un plebiscito innecesario y ahora debe pagar las consecuencias. Viene un periodo de incertidumbre pero con la certeza de que la paz volvió a ser lejana.
En el corto plazo, seguramente ni las FARC ni el grueso del ejército que se mantiene fiel al gobierno van a arrancar nuevamente a darse bala hasta vencer o morir pues no hay la intención de ello pero las circunstancias harán que esto pueda pasar en un tiempo.
Como los acuerdos no tienen opción de renegociación, así la extrema derecha insista en ello, en algún momento tanto las FARC como el ejército habrán de encontrarse en el campo de batalla aún sin quererlo ya que el tiempo corre, la guerrilla seguirá con las armas en la mano y necesitará buscar mecanismos de subsistencia tanto políticos como económicos lo que en últimas desembocará primero en alguna escaramuza y finalmente en una reactivación generalizada de la guerra.
Por otro lado, el paramilitarismo sigue vivo, asesinando líderes sociales y movilizándose a zonas que las FARC han venido desocupando. Esto llevará a que pobladores de esas zonas pedirán apoyo por parte de la guerrilla para su protección como efectivamente ha ocurrido en el municipio de El Bagre este año. Otro reacomodamiento que se traduce en nuevas causas para seguir la guerra.
En cuanto a los acuerdos, frente al tema de justicia, ésta era mucho más avanzada que el simple sometimiento puesto que es restaurativa: verdad, justicia y reparación, mucho mejor que el castigo de la cárcel. Implica que Colombia no está lista para el perdón, ni para darlo ni para recibirlo, ya que éste era un punto central de la extrema derecha para oponerse: el miedo a tener que decir la verdad. El mensaje entonces es que es preferible morir en el campo de batalla que tener que dar la cara para la reconciliación, y esto opera en ambas vías. Es decir, se le dice al ejército que su misión es la guerra pero a la guerrilla que no hay otro camino que seguir en armas. Las FARC no firmaron una capitulación y seguramente mantendrán esa convicción.
Siguiendo en los puntos de los acuerdos, sobre todo en los temas de participación política y reforma rural, el No que acaba de ganar en el plebiscito es un mensaje de que la lucha legal por las transformaciones del país y especialmente del campo colombiano no es posible. Los que votaron No acaban de legitimar la lucha armada en amplias capas sociales, sobre todo en la ruralidad.
Por otro lado, la próxima semana se vislumbraba como fundamental para reiniciar los diálogos entre el Gobierno y el ELN. Los resultados del plebiscito seguramente truncarán ese hecho pues esta insurgencia sentirá que no hay ninguna garantía ni habrá un ambiente político en el país para que puedan ganar cosas importantes en la mesa de diálogo.
Esto lleva a otra situación. Si las FARC insisten desde la dirección en no proseguir la guerra, un gran porcentaje de sus tropas se verá tentado a ampliar las filas del ELN. La comandancia de las FARC será consciente de ello y evitará este escenario en aras de su unidad política-militar, lo que será tentación también para retomar la confrontación contra el Estado.
Proceso de paz con el ELN no habrá pronto, renegociación con las FARC tampoco. Entramos en un limbo que nos aproxima al abismo de la guerra que muy probablemente seguirá.
Leonardo León