Latinoamérica vive una situación particularmente esperanzadora, marcada por un despertar general de la conciencia y de la autoestima. Tal es la tesis central del análisis de Walter Suter sobre la coyuntura actual que transita ese continente, marcado por la presencia de numerosos gobiernos progresistas al que se le sumará a partir del 15 de agosto el de Fernando Lugo en Paraguay. Walter Suter se desempeñó durante casi 40 años como diplomático helvético en diferentes regiones del mundo. Donde le tocó presenciar y “acompañar” muy diversos procesos de transición: en Argentina, previo al retorno del peronismo al gobierno (1970-1973); en Chile, inmediatamente después del golpe militar de Augusto Pinochet; en España; en Paraguay , a posteriori de la salida del dictador Alfredo Stroessner; y en el Líbano, a mediados de los años noventa. Su última misión como embajador la concluyó a mediados del 2007 en Venezuela, país en el que vivió durante cuatro años, tal vez los más decisivos del nuevo proceso bolivariano dirigido por el presidente Hugo Chávez. Agudo analista y experto en América Latina, Walter Suter diseña, en esta entrevista exclusiva, una original radiografía del hoy latinoamericano.
Entrevista con Walter Suter, ex – diplomático y analista suizo
P: A partir de una mirada histórica macro, ¿cuáles son a su entender los rasgos principales que determinan la actual etapa latinoamericana?
R: Constato una situación particularmente esperanzadora en el continente, especialmente en América del Sur. Donde se manifiesta un despertar general de la conciencia y la autoestima. La convicción de pueblos y gobiernos de que se puede resistir a los dictados del Norte, sea Estados Unidos o Europa. La decisión de los pueblos de ser ellos mismos, tratando de superar más de 500 años de colonialismo, autoritarismo y verticalismo.
Cuando llegué por primera vez a ese continente, varias décadas atrás, percibía cierta resignación y cansancio. Sin embargo se dieron procesos muy importantes. Y vemos en la actualidad un mapa político donde predominan gobiernos de izquierda -unos más y otros menos progresistas-. Un fenómeno muy nuevo que no se ve en otras regiones del mundo. Destaco la importancia en este mapa del proceso que se da en Venezuela a partir de la elección del presidente Hugo Chávez. Una suerte de revolución pacífica en el marco institucional, legal, no-violento. Un fenómeno muy nuevo para el continente. Un cambio tremendo de calidad, donde predomina la búsqueda de alternativas en cada país y en la región. Los postergados de antes se convierten en sujetos de su propio destino. Dinámica novedosa que puede incluso tener un efecto global.
El espejo latinoamericano
P: ¿Qué insinúa al hablar de impacto global?
R: La determinación de encontrar una alternativa a la globalización neo-liberal que se impuso en el planeta. Procesos que toman en sus manos su propio destino. Y que impulsan un nuevo espíritu de solidaridad que uno percibe claramente cuando se encuentra allí. Y esta realidad puede tener un valor directo también para nosotros en Suiza, en Europa. Despertarnos de cierta inercia…
P: ¿Argumenta que lo que vive Latinoamérica puede ser una señal incluso para Suiza?
R: Sí. En Latinoamérica se viven nuevas formas de participación ciudadana real, desde abajo. Lo comprobé por ejemplo en Venezuela con los consejos comunales donde las comunidades pueden definir aspectos esenciales de la política. Si esto no llama la atención y no moviliza el interés de mis compatriotas helvéticos, sería una lástima. Porque nosotros conocemos bien el valor de la democracia directa participativa y la importancia de alimentarla y renovarla.
Venezuela y los medios
P: Usted tiene una visión muy positiva de la actual dinámica venezolana. Lo que no coincide con la cobertura mediática que se da en Suiza. ¿Cómo explica su marcado optimismo contrastado a la crítica sistemática de la gran prensa hacia Chávez?
R: No quiero cerrar los ojos antes los cambios profundos y ante las dificultades que se están dando en Venezuela. No creo, por otra parte, que en Suiza se de una conspiración mediática contra ese país. Hay muy pocos corresponsales suizos que viven y cubren directamente desde Sudamérica. Las principales informaciones que tenemos aquí llegan a través de las grandes agencias de noticias, que responden a ciertos intereses y que muchas veces se reproducen casi automáticamente aquí. Por lo tanto, la desinformación de la cual es objeto mucha gente tiene su origen en esas agencias. Que ejecutan la política informativa de las *medias verdades*. Que consiste, no necesariamente en decir mentiras, sino en callar una parte importante de la verdad. Y eso es peligroso. Ya que reproduce aquí, en Europa, una imagen incompleta y a veces distorsionada de lo que realmente sucede allá. Hay que decir que allá mismo, los grandes medios de comunicación pertenecen a sectores económicamente muy poderosos. Y que no tienen interés, por ejemplo en Venezuela, que avance esta revolución democrática que ha tocado sus propios intereses.
P: Habla de una revolución democrática y me hace pensar al intento de Salvador Allende y su Unidad Popular por transformar a fondo Chile por la vía institucional. ¿No se corre el riesgo en Venezuela que se reproduzca lo que vivió Chile a partir de 1973?
R: No creo. Hay dos diferencias muy marcadas. La primera, es la situación internacional. En ese momento prevalecía la guerra fría y los Estados Unidos imponían en Latinoamérica sus piezas para enfrentar a los que ellos consideraban la *amenaza comunista*. Hoy la realidad mundial es distinta. Chávez llega al gobierno en otra coyuntura internacional.
La segunda, es la composición del ejército. En Chile, era clasista, elitista, muy ligado al gran poder oligárquico. En Venezuela, la mayor parte de la oficialidad está compuesta por personas que provienen de clases medias y populares.
El *milagro* paraguayo
P: El último gobierno progresista electo en Sudamérica es el de Fernando Lugo en Paraguay, país donde usted vivió seis años a inicios de los noventa. ¿Cómo interpreta este resultado inesperado?
R: Ha sido una tremenda lucha desde la caída misma de Stroessner, hace 19 años, para llegar a una real transformación democrática. Con muchos momentos de auge y otros de decepción, como en 1993 cuando a través del fraude venció en las elecciones el candidato del Partido Colorado, es decir el *stronismo*. Se abrió entonces una etapa de resignación, decepción, pesimismo. Hasta que sucedió el reciente milagro de la victoria electoral de Lugo. Mucha gente allí todavía no lo puede creer y piensa que es un sueño. Un factor clave que posibilitó esta victoria es la propia personalidad de Fernando Lugo. Un religioso católico, siempre muy cerca de la gente, de la base, especialmente campesina. Con un gran carisma y con la capacidad de unir a muchos sectores diferentes para derrotar al principal enemigo, el continuismo colorado. Esa es la gran suerte de Paraguay hoy.
P: Importante teólogos progresistas latinoamericanos, como Leonardo Boff y Frei Beto, hablan de Lugo y de Correa, presidente actual de Ecuador, como *hijos de la teología de la liberación*. ¿Es también su opinión?
R: Lugo no se considera a sí mismo como un teólogo sino un pastor. Es real que su discurso político y su práctica tienen todo del mensaje evangélico. Y esto le da una gran credibilidad. Con la elección de Lugo se dio, a mi parecer, lo que alguna vez anticipara el obispo brasilero don Helder Cámara: cuando uno sueña solo, queda reducido a un sueño, cuando soñamos juntos, empezamos a transformar la realidad.
Fuerza y fragilidad
P: ¿Qué se den hoy procesos tan estrechamente ligados a personalidades carismáticas, a líderes fuertes, no puede indicar una cierta fragilidad de los mismos de cara al futuro?
R: Veo cambios impactantes en el continente. Pero al mismo tiempo se que esos procesos tienen algo de fragilidad. Sin embargo, estoy convencido, que no por esa relativa fragilidad pierden valor. Son experiencias válidas. Protagonizadas por gente que trata de transformar la realidad, con todos los riesgos que ello comporta y resistencias que produce. A veces me pregunto la causa de todo eso. Y percibo que América Latina no ha vivido una revolución democrático-burguesa como nosotros en Europa. Y muchos de esos procesos de cambio implican saltos de estructuras casi feudales a la modernidad de la democracia participativa. En la mente de los sectores dominantes, hoy parcialmente desplazados, quedan enraizadas estructuras feudales. Sin ninguna conciencia de compartir algo para no perder todo. Y ante ese cuadro de situación, con esas imágenes feudales enraizadas también, a veces, en la cultura política de mucha gente, se explica mejor que los cambios vengan de la mano de líderes. Y que sean personalidades carismáticas -con el apoyo de movimientos sociales- las que dirigen esas transformaciones.
La fragilidad principal se daría, si en el futuro, las experiencias promovidas por esos líderes se queda en eso. Y no se encuentran fórmulas de participación renovada, amplia, activa, efectiva, de los sectores populares, en la gestión del poder.
Para tratar de contrarrestar estos peligros de fragmentación y fragilidad, el
23 de mayo del 2008 en Brasil los doce Estados soberanos de Sudamérica dieron un paso importante prueba de la voluntad de integración y solidaridad al firmar la constitución de la nueva Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), un proyecto lanzado en 2004 por el presidente Chávez. Es una iniciativa que expresa claramente que los líderes mencionados tienen conciencia de la importancia de una institucionalización de los procesos democráticos participativos para asegurar un marco sostenible para la región.
P: ¿En este marco continental, como evalúa la presencia de Cuba que empezó su revolución casi medio siglo antes que estos procesos?
R: No conozco a fondo Cuba y nunca estuve allí. Pero percibo que ve con muy buenos ojos esta nueva etapa del continente. Que quiere ser parte. No quiere quedar afuera ni jugar de maestro que da lecciones. Y eso es muy importante.
Una nueva solidaridad ida-vuelta
P: Quisiera terminar volviendo a un concepto que desarrolló al inicio de nuestro diálogo. El efecto de todo lo que vive Latinoamérica para Europa, para el Norte. Y también, los desafíos de la solidaridad del norte con esa nueva realidad latinoamericana…
R: Para Suiza, la cooperación y la solidaridad, son pilares importantes que fundamentan nuestra propia cultura política. Importantes sectores de la sociedad civil son sensibles a estos temas.
Y de ahí que deberíamos tener mayor interés, como país, a acercarnos más a lo que sucede en Latinoamérica. ¿Por qué? Porque los objetivos que ellos persiguen allá, las metas y los métodos para implementar dichas metas, son también nuestros. Es de altísimo interés compartir esas experiencias a la luz de nuestra propia experiencia como nación. Lo de allá es una señal para aquí.
Quisiera recordar un concepto muy importante del preámbulo de la constitución helvética que señala que la fortaleza de una comunidad se mide en el bienestar de los más desfavorecidos. Insisto: deberíamos acercarnos más a Latinoamérica, incluso, a nivel de la diplomacia oficial, para hacer causa común en los organismos internacionales.
Por otra parte, sería importante mirar nuestra propia democracia directa en el espejo de lo que se vive en muchos procesos latinoamericanos. Con una intensa participación ciudadana. Creo que sería importante implementar aquí una auto-evaluación y una renovación. Redescubrir el valor de otros que siguen ciertos caminos participativos como los nuestros, pero que nos pueden aportar un renovado entusiasmo. Y aprender de ellos el desafío de participar más y delegar menos…