Traducido por Maria Lema
La edición tunecina del FSM se clausuró el pasado 30 de marzo. Fue una experiencia única en la que asociaciones, organizaciones y ciudadanos de todo el mundo se encontraron y establecieron las redes necesarias para nutrir sus respectivos compromisos. En este texto me he centrado en la relación entre la situación actual de Túnez y la celebración del FSM en la capital del país.
Sin duda alguna, personas y militantes de todo el mundo acudieron a Túnez para “intentar” hacerse una idea acerca de la “revolución” tunecina y las revoluciones que le siguieron. Seguramente la mayoría de ellos no habrán podido dirigirse a los verdaderos protagonistas de la revolución, pues fueron, sobre todo, tunecinos procedentes de los barrios más desfavorecidos de la capital, así como de las regiones alejadas, los que participaron activamente en la revuelta popular.
La exclusión de los movimientos sociales de base y de los marginados ha sido un tema recurrente en todos los foros sociales mundiales, y el FSM 2013 no ha sido una excepción. No podemos negar que la participación en el foro de Túnez fue masiva, si bien la gran mayoría de los tunecinos no pudo participar en la misma, ni mucho menos proponer actividades, algo realmente irónico en un momento histórico como el actual que debería favorecer los intercambios de información y actividades, de la misma forma que se crearon las revueltas populares.
Por el contrario, nos hemos visto en medio de miles de asociaciones y ONG que, en su mayoría, asistieron para exponer sus actividades en sectores bien definidos, y que, a su vez, han sido incapaces de salir de su campo de actividad específica, normalmente dictado por los fallos del sistema capitalista: derechos humanos, desarrollo, educación, deuda, migración, etc. Si la relevancia y la eficacia de estas ONG son ya de por si discutibles, la imposibilidad de superar este enfoque sectorial y de luchar por el concepto confuso de “justicia social” aporta aun más problemas.
Para comprender esta situación, hay que reflexionar básicamente sobre el desfase existente entre las ONG locales e internacionales y los movimientos sociales del proceso revolucionario. Para el primer grupo, se trata de reformar, enmarcar, mejorar, representar, democratizar, financiar, etc.; mientras que para el segundo, se trata, sobre todo, de enfrentarse, reclamar, apropiarse, revolucionar, denunciar escándalos, luchar, bloquear la economía, etc. No solo se trata del capitalismo y la globalización, sino también del buen funcionamiento del Estado.
Como amargamente nos recuerda la historia, el 14 de enero de 2011 marcó el inicio de la “transición democrática”. Ben Ali ya no estaba en el poder, pero su sistema seguía estando presente: el sistema policial, los diferentes ministerios, los poderosos ocultos, etc. Rápidamente se impuso una agenda de transición democrática sobre el proceso revolucionario en curso, con una respuesta popular importante (Kasbah) que se atenuó pasados unos meses.
Era obvio que muchos tunecinos deseaban continuar peleando contra el monstruo en el que se había convertido el Estado tunecino: el sistema de represión, la corrupción endémica, el imperialismo económico sufrido, las políticas de subdesarrollo, etc. se discutieron, analizaron y destruyeron por todas partes y por parte de todos los tunecinos en las calles, justo al finalizar la “revolución”.
Hay que señalar que el Estado tunecino ha estado presente en el FSM a través de sus distintos ministerios. Para algunos, el sector turístico podrá reinventarse con la creación de un nuevo tipo de turismo: el turismo de militantes. Este es el producto perfecto para relanzar un turismo low cost, que se beneficie de las élites y exporte una imagen de un Túnez apacible y listo para la llegada de inversores extranjeros. Porque la revolución ya ha terminado, ¿no? Es el Túnez del jazmín… ¿no os recuerda a algo?
La presencia masiva de los ministerios del Estado nos ha dado la oportunidad de vivir durante una semana en un “Disneyland” paralelo, lejos de la pobreza, los marginados, la violencia, etc. Un conductor de taxi me confesó durante la semana del FSM que la situación le recordaba a los tiempos de Ben Ali cuando el turismo funcionaba bien. Pero cuando casi le arrestó la policía esa misma noche, recordó que la presencia policial durante el FSM también le trasladaba a los tiempos de Ben Ali… Sin comentarios. Otro amigo me dijo que la presencia masiva de las fuerzas de seguridad en un foro “social” era una vergüenza y que para las víctimas de la represión ejercida por las “fuerzas del orden”, durante la revolución y después de ella, solo le harían revivir traumas…
Para muchos, el proceso de democratización post-14 de enero de 2011 ha sido contrarrevolucionario. Y se puede decir lo mismo del FSM 2013 de Túnez en lo que respecta a la “sociedad civil”. Si el FSM ha estado poblado de ONG locales e internacionales, esto quiere decir que los movimientos sociales de base han perdido una ocasión histórica para conocerse, unificarse y reconocer a su enemigo común: el capitalismo (no solo el neoliberalismo), el Estado impositor, y la colonización económica, cultural, la del imaginario así como la de la apisonadora de la modernidad y del progreso made in Occidente. La “ONGeización” de la “sociedad civil” es una faceta del fenómeno de la “sociedad civil”, porque las ONG se pueden considerar mensajeras del Capital y del Estado, mientras que, por el contrario, los movimientos sociales necesitan enfrentarse al Capital y al Estado.
Esto se puede ver en el diseño de un esquema de colonización basado en un modelo concreto de “sociedad civil” a la occidental que institucionaliza las luchas, pretende “representar” a los marginados, monopoliza la palabra y la presencia mediática, y, sobretodo, sigue una agenda conforme a las necesidades de los prestamistas internacionales, quitando responsabilidad a la “sociedad civil” local de cara a sus prioridades y decisiones para seguir las políticas impuestas. Es una economía política de las luchas sociales que hay que destruir por completo, porque esta “ONGeización” se identificará en el futuro, y, sobre todo, frenará la autodeterminación de los pueblos.
La colonización también se encuentra en las bases conceptuales e históricas de humanismo, universalidad, laicidad, determinación, racismo, ciencia y racionalismo que se atribuyen esencialmente a la modernidad europea. Esto ha supuesto, en general, que cobre fuerza la idea de que Occidente cuenta con el monopolio de la modernidad, aunque existan distintas modernidades de las diferentes civilizaciones repartidas en el tiempo y el espacio. En el caso de Túnez, la manera de entender la política no podrá anclarse en la realidad si la modernidad árabe-musulmana y su complejidad histórica y ontológica no se tienen en cuenta en toda su amplitud. Esa otra modernidad propiciará la búsqueda de otras alternativas para la comprensión del capitalismo y su caída.
La característica del FSM 2013 es su celebración en un país en proceso revolucionario. Se ha perdido una ocasión única de proponer acciones concretas ante problemáticas urgentes para completar las ponencias y los talleres del FSM: los refugiados de Choucha, el préstamo reciente del FMI, la impunidad de la policía, etc. Era la ocasión perfecta para apoyar a los movimientos sociales en lucha, pero no se hizo nada.
En este punto, el hecho de decidir si el foro sería revolucionario o reformista parece algo frívolo. He aquí una proposición concreta: anular la Carta de Porto Alegre del FSM y rebautizarlo como “Foro de los profesionales de lo social”, o “Foro de las ONG y del Estado”, o quizás “Foro del Estado anfitrión”, (envíen sus propuestas a esta página colaborativa, no duden en contribuir: http://pad.tn/p/FroumName).
De esta forma, podremos dejar de asumir las nuevas frustraciones que surgen en cada edición del foro y dejar paso a un nuevo imaginario que permitirá reforzar realmente los movimientos sociales de base, para iniciar seriamente un proyecto revolucionario, (ese que ya comenzó en Túnez en 2011).
El gran vehículo contaminante, basado en las viejas tecnologías, pseudocientífico, cargante y costoso, que le dice al mundo entero que su nombre es “bicicleta”, volverá a llamarse por su nombre: automóvil. Esto permitirá, a aquellos que lo necesiten, construir una bicicleta ligera, eficaz, cercana a las personas y que luche contra el capitalismo con medios simples, locales y con los pies en la tierra, en lugar de con los métodos de los dirigentes actuales del mundo, como vimos en la cumbre de Davos: un grupo reducido de hombres blancos que deciden el futuro de la humanidad en un espacio militarizado en el que se hace todo lo posible por respetar un mínimo de “democracia”. Y el FSM utiliza los métodos de Davos… A buen entendedor…
Un buen punto de partida serían, por ejemplo, las comunidades tradicionales para la mayoría de los ciudadanos tunecinos: la cafetería, el baño turco, la mezquita, el bar, el estadio de fútbol, el barrio, la familia cercana y lejana, etc., es decir, todos esos lugares que los gestores e ingenieros de las “transformaciones sociales” ignoran. La obsesión destructiva de distinguir entre lo público y lo privado no ha hecho más que perpetuar los esquemas colonizadores.
La mentira de la revolución tunecina ha traído un nuevo vehículo, el del FSM, que recuerda al pueblo tunecino y a todos los pueblos en lucha que otra mentira es posible.