El australiano Julian Assange se hizo mundialmente conocido por ser el redactor en jefe del sitio Web WikiLeaks, que hace poco más de dos años comenzó a divulgar miles de documentos secretos del gobierno de los Estados Unidos, muchos de ellos relacionados con despachos diplomáticos sobre sus propias actividades en otros países.
Assange, perseguido por el gobierno estadounidense y bajo amenaza de prisión en Europa, se encuentra asilado desde hace cerca de un año en la Embajada de Ecuador en Londres.
El 20 de marzo de 2012 (estando bajo arresto domiciliario en el Reino Unido) este defensor de la libertad de expresión en Internet y militante del movimiento cypherpunk – que aboga por la adopción de la criptografía (lenguaje cifrado) para proteger la privacidad de los individuos, empresas y Estados – reunió a tres amigos y colegas especializados y dedicados a Internet, para un debate sobre la situación y el futuro de la red, sobre todo en lo que respecta al creciente predominio autoritario de todo lo que circula en el ciberespacio.
Dicho encuentro dio como resultado el libro “Cypherpunks – La libertad y el futuro de Internet” escrito por Julian Assange, Jacob Appelbaum, Andy Müller-Maguhn y Jérémie Zimmermann, publicado en Brasil por Boitempo Editorial y presentado por la periodista Natalia Viana. El prólogo y la introducción estuvieron a cargo del propio Assange.
Es justamente en el prólogo para América Latina, fechado en enero de 2013, donde el creador de WikiLeaks se introduce en el análisis de la dimensión política de Internet en un mundo marcado por la desigualdad entre países, las diferencias y el predominio fijados por la tecnología, la capacidad financiera, el poderío militar, etc.
Para él, la lucha actual por la soberanía debe tener en cuenta la autonomía y la protección de cada país contra el enorme sistema de vigilancia creado en toda la red y controlado por Estados Unidos y algunos grupos privados.
Assange señala: “La vigilancia de una población entera por parte de una potencia extranjera representa naturalmente una amenaza a su soberanía. Las reiteradas intromisiones en Latinoamérica sobre cuestiones de democracia nos han enseñado a ser realistas. Sabemos que las antiguas potencias coloniales utilizarán cualquier ventaja con tal de suprimir la independencia latinoamericana”.
Nos recuerda luego que todas las rutas de Internet en América Latina, ya sea por fibra óptica o satélite, pasan a través de los Estados Unidos y que “cada día cientos de millones de mensajes procedentes de todo el continente latinoamericano son devorados por las agencias de espionaje estadounidenses y almacenados para siempre en depósitos del tamaño de ciudades”.
Por supuesto que gobiernos negligentes respecto de su soberanía o ajenos a los proyectos nacionales, no se preocupan por este tipo de apropiación y control estratégico.
Al mismo tiempo, según Assange, los gobiernos y militares latinoamericanos que han adquirido en el mercado programas criptográficos para la protección de sus secretos de estado fueron sencillamente engañados, ya que la mayoría de las empresas que venden estos dispositivos “tienen estrechos vínculos con sectores de la inteligencia estadounidense”.
De esta manera, lo que debería proteger secretos, sirve para robar secretos. En su defensa de la criptografía – contra la vigilancia de Internet – para proteger las libertades civiles e individuales, así como la soberanía y la independencia de los países, el editor en jefe de WikiLeaks sostiene que: “Ella la criptografía puede ser utilizada para combatir no sólo la tiranía del estado sobre los individuos, sino además la tiranía del imperio sobre la colonia”.
El libro es más bien un mensaje de alerta para todos nosotros, los ciudadanos, que usamos diariamente la red mundial. Y es también un buen tirón de orejas para los gobiernos que, ingenuamente, aún no se han percatado del nuevo campo de acción del imperialismo. Alertar no hace daño a nadie.
Hamilton Octavio de Souza es periodista y docente.
12.02.2013
Traducción del portugués: Susana Cohen
[es]Por Hamilton Octavio de Souza
El australiano Julian Assange se hizo mundialmente conocido por ser el redactor en jefe del sitio Web WikiLeaks, que hace poco más de dos años comenzó a divulgar miles de documentos secretos del gobierno de los Estados Unidos, muchos de ellos relacionados con despachos diplomáticos sobre sus propias actividades en otros países.
Assange, perseguido por el gobierno estadounidense y bajo amenaza de prisión en Europa, se encuentra asilado desde hace cerca de un año en la Embajada de Ecuador en Londres.
El 20 de marzo de 2012 (estando bajo arresto domiciliario en el Reino Unido) este defensor de la libertad de expresión en Internet y militante del movimiento cypherpunk – que aboga por la adopción de la criptografía (lenguaje cifrado) para proteger la privacidad de los individuos, empresas y Estados – reunió a tres amigos y colegas especializados y dedicados a Internet, para un debate sobre la situación y el futuro de la red, sobre todo en lo que respecta al creciente predominio autoritario de todo lo que circula en el ciberespacio.
Dicho encuentro dio como resultado el libro “Cypherpunks – La libertad y el futuro de Internet” escrito por Julian Assange, Jacob Appelbaum, Andy Müller-Maguhn y Jérémie Zimmermann, publicado en Brasil por Boitempo Editorial y presentado por la periodista Natalia Viana. El prólogo y la introducción estuvieron a cargo del propio Assange.
Es justamente en el prólogo para América Latina, fechado en enero de 2013, donde el creador de WikiLeaks se introduce en el análisis de la dimensión política de Internet en un mundo marcado por la desigualdad entre países, las diferencias y el predominio fijados por la tecnología, la capacidad financiera, el poderío militar, etc.
Para él, la lucha actual por la soberanía debe tener en cuenta la autonomía y la protección de cada país contra el enorme sistema de vigilancia creado en toda la red y controlado por Estados Unidos y algunos grupos privados.
Assange señala: “La vigilancia de una población entera por parte de una potencia extranjera representa naturalmente una amenaza a su soberanía. Las reiteradas intromisiones en Latinoamérica sobre cuestiones de democracia nos han enseñado a ser realistas. Sabemos que las antiguas potencias coloniales utilizarán cualquier ventaja con tal de suprimir la independencia latinoamericana”.
Nos recuerda luego que todas las rutas de Internet en América Latina, ya sea por fibra óptica o satélite, pasan a través de los Estados Unidos y que “cada día cientos de millones de mensajes procedentes de todo el continente latinoamericano son devorados por las agencias de espionaje estadounidenses y almacenados para siempre en depósitos del tamaño de ciudades”.
Por supuesto que gobiernos negligentes respecto de su soberanía o ajenos a los proyectos nacionales, no se preocupan por este tipo de apropiación y control estratégico.
Al mismo tiempo, según Assange, los gobiernos y militares latinoamericanos que han adquirido en el mercado programas criptográficos para la protección de sus secretos de estado fueron sencillamente engañados, ya que la mayoría de las empresas que venden estos dispositivos “tienen estrechos vínculos con sectores de la inteligencia estadounidense”.
De esta manera, lo que debería proteger secretos, sirve para robar secretos. En su defensa de la criptografía – contra la vigilancia de Internet – para proteger las libertades civiles e individuales, así como la soberanía y la independencia de los países, el editor en jefe de WikiLeaks sostiene que: “Ella la criptografía puede ser utilizada para combatir no sólo la tiranía del estado sobre los individuos, sino además la tiranía del imperio sobre la colonia”.
El libro es más bien un mensaje de alerta para todos nosotros, los ciudadanos, que usamos diariamente la red mundial. Y es también un buen tirón de orejas para los gobiernos que, ingenuamente, aún no se han percatado del nuevo campo de acción del imperialismo. Alertar no hace daño a nadie.
Hamilton Octavio de Souza es periodista y docente.
12.02.2013
Traducción del portugués: Susana Cohen