POR ROBERTO SAVIO (*)
San Salvador de Bahamas , 31 jul – Algún día habrá que reflexionar
sobre el impacto que la caída del Muro de Berlín ha tenido tanto en el
mundo de los vencedores como en el de los vencidos.
Francis Fukuyama, que en aquel momento escribió el famoso libro El fin
de la historia, diciendo que con la desaparición del comunismo el
capitalismo iba a convertirse en una realidad eterna, acaba de
escribir en el New York Times (NYT) pidiendo que se limiten las
excesos de las corporaciones, que ocupan diariamente páginas enteras
de ese diario.
Los vencedores del comunismo fueron los políticos, que tenían a
disposición la fuerza militar y las nuevas tecnologías. El mundo de
las corporaciones (cuando las finanzas todavía eran parte de él),
había jugado un papel fundamental, pero indirecto hasta entonces. Y
los defensores del Occidente de aquella época (estamos hablando del
1988, que parece hoy tan lejano), presentaban como modelo un
capitalismo que hoy está en vías de extinción.
Era un capitalismo que se había formado con las luchas sociales
creadas por la revolución industrial y que había incorporado
progresivamente, como base de su evolución, valores como la justicia
social, la participación y la democracia, en la base de la
organización social. Un capitalismo que había aceptado a los
sindicatos, a las concertaciones sociales y empresariales, y al
trabajo como un derecho fundamental para una vida digna.
Ese capitalismo está desapareciendo hoy. En 1950, un especulador
financiero estadounidense Bernard Baruch, provocó un escándalo
teorizando que un jefe de empresa tenía el derecho de ganar cuanto 60
empleados. Hoy, lo normal es que gane cuanto centenas de ellos. Hubo
un tiempo en que las corporaciones se dedicaban al mecenazgo del arte
y de la sociedad.
William Pfaff, al entrevistar el CEO de AETNA, el gigante de seguros
americano, le recordaba este periodo del capitalismo social. Pfaff le
contestó “No puedo ver un ejemplo mejor de traición de los intereses
de los accionistas. El deber de una corporación es darles a ellos
todos los beneficios. Lo que pasa fuera de la sociedad, no nos
interesa”. El declive del tejido comunitario, de asociaciones y del
sentido cívico de nuestras sociedades ha sido tan notable que le ha
permitido al sociólogo Robert Putnam escribir un esplendido libro,
Bowling alone, sobre la desaparición del viejo mundo americano
solidario, comunitario y asociativo.
A comienzos de julio, David Brooks, el comentarista conservador del
NYT, publicó un escrito de defensa del “capitalismo moderno”,
observando que la codicia es un fuerte estimulante para el éxito. Y
que si se han des localizado centenares de miles de puestos de
trabajo, es porque el “capitalismo moderno” tiene una visión global,
no únicamente nacional. De esto ha resultado en la creación otros
tantos puestos de trabajo en países del Tercer Mundo, lo que es
objetivamente un resultado de honda significación social.
Brooks dice también que es posible que esto se haya hecho para dar una
mayor y legítima ganancia a las empresas, y que los nuevos
trabajadores sean, de alguna manera, explotados, pero a la larga esto
se va a solucionar. El capitalismo moderno, aunque no tenga ninguna
consciencia social, sigue siendo el solo motor de la historia.
Este tipo de lógica, antes de la caída del Muro, hubiera sido
impensable. A nadie se le hubiera ocurrido elogiar la codicia y
presentar como una idea positiva la eliminación de millones de puestos
de trabajo, en nombre de una mayor ganancia de las empresas. El hecho
que ésta hoy ocupe las páginas de opinión de un respetable diario, nos
demuestra cómo está cambiando el mundo. Hoy se dicen cosas que
antiguamente nadie se hubiese atrevido ni siquiera a mencionar. Y lo
que es más grave, este tipo de declaraciones son aceptadas con
normalidad por los lectores.
Estamos frente a un profundo cambio de valores. Valdrá la pena
recordar que los valores de la egalitè (la justicia social),
fraternitè (por ejemplo, los sindicatos), y solidaritè (tener el
tejido social, médico, educativo y de pensiones, que se están hoy
desmantelando), no estaban sólo en las banderas de los revolucionarios
franceses, sino que están hoy impresas en las Constituciones de
nuestro Estados modernos.
El motor del “capitalismo moderno” ha sido la finanza, no la
industria. Aquella fue el motor del viejo capitalismo. En un plazo muy
rápido, los capitales se han concentrado en las finanzas para obtener
ganancias más veloces y mayores que con la industria.
A la llegada de Facebook a la Bolsa, esta empresa de 300 personas y
unas pequeñas oficinas, fue valorada por encima de la Boeing, con sus
60.000 trabajadores, enormes edificios de producción de aviones y
laboratorios científicos de altísimo nivel. Facebook pagó a INSTANTMAT
— una empresa de Internet con seis funcionarios–, un billón de
dólares (**). En el mundo de la economía real, ¿cuánto tiempo,
sacrificios, inversiones y producción se necesitan para poder vender
un negocio un billón de dólares? Esta estimación de la Bolsa, ¿a qué
realidad se refiere?
Es ilustrativo saber que, en 2010, el valor total de la producción de
bienes y servicios de un día en el mundo estaba cerca de un millón de
billones de dólares. En ese mismo día, el total de las transacciones
financieras se situaba en 40 millones de billones de dólares. Las
transacciones habían crecido cuatro veces desde 2004.
El diario Observer ha publicado el 23 de julio un estudio según el
cual la élite económica mundial ha evadido entre el 2005 y el 2010 por
lo menos 17 millones de billones de dólares. Casi nadie sabe lo que es
en la realidad la astronómica suma de un millón de billones. Baste
decir que contando en segundos de tiempo, se necesitan 317 años para
llegar a un millón de billones. Ahora bien, los 17 millones de
billones de la evasión fiscal en cuestión son más que la suma del
Producto Interior Bruto de dos países como Estados Unidos y Japón
juntos. El estudio demuestra que 6.3 billones de los capitales
evadidos, pertenecen a 92.000 personas, o sea al 0,001% de la
población mundial. Pero el estudio también revela que, al final del
2010, los 50 bancos privados más grandes del mundo, manejaron más de
12 millones de billones en el negocio de la evasión fiscal, y los tres
que más activos han sido son la UBS, Credit Suisse y la Goldman Sachs.
¿Quién se acuerda de la reunión del G20 de Londres en 2008, en la cual
Sarkozy, Merkel y Obama declararon la guerra “inmediata y definitiva”
a los paraísos fiscales?
La incapacidad de la política para controlar las finanzas es la razón
de la fuerza avasalladora del “capitalismo moderno”. Lejos de defender
y aplicar las constituciones, la política se ha convertido en un
instrumento al servicio de los mercados. No sé cuantos lo han notado,
pero hasta ahora ningún fraude del sistema financiero por los daños de
la comunidad ha llevado nadie importante a la cárcel (recuerdo que
Bernard Madoff era un individuo, no un banco.)
Tomamos uno de los tres bancos indicados más arriba: la Union des
Banque Suisses (UBS), que nació en 1854 en la calvinista Suiza,
ejemplo de civismo y de neutralidad, y que tiene 60.000 funcionarios.
Por citar sólo datos recientes, la UBS en 2008 ha sido obligada a
restituir 22.7 billones de dólares a clientes a los que habían
persuadido a comprar bonos y títulos, mientras que sus dirigentes los
estaban vendiendo, ya que sabían que iban a perder de valor. La UBS
pagó una penalidad de 150 millones de dólares para evitar un juicio
por fraude.
En 2009, la UBS ha pagado 780 millones de dólares al gobierno
estadounidense para ayudar en la lucha contra la evasión de impuestos
(un empleado llevó un diamante en un tubo de pasta de dientes por
cuenta de un cliente), a la vez que pagaba otros 200 millones de multa
por haberse salido de sus límites en Estados Unidos.
En 2011, la UBS reconoció de haber conspirado durante cinco años para
falsificar el mercado de derivados a más de 100 de municipios u
organizaciones sin fines de lucro, y pagó 160 millones de dólares de
penalizaciones.
Ahora, la UBS tiene pendiente una demanda por un billón de dólares,
por haber emitido “declaraciones falsas y realizado omisiones” en el
mercado de hipotecas que llevó al colapso de Frannie Mae y Freddy Mac,
las empresas estatales de hipotecas que fueron el detonante de la
crisis en la que vivimos desde el 2008.
La UBS tuvo el año pasado más de 26 billones de dólares de lucro.
Considerada demasiado grande para quebrar sin daños a la economía
(sueño y objetivo de todos los bancos), el gobierno suizo le regalo 50
billones de dólares para salvarla de la crisis financiera.
El último escándalo, el de falsear la tasa de negocios entre los
bancos, la libor, va a ser otro dolor de cabeza para la UBS. Ya el
gran banco inglés Barclay (situado en la patria del anglicanismo) ha
sido multado con 450 millones de dólares. Su CEO, Bob Diamond, que
había declarado en el invierno pasado “ya es tiempo que se deje de
atacar a los banqueros”, ha tenido que dimitir. Contrariamente a lo
que quiere el señor Diamond, en lugar de bankers se vuelve a utilizar
el término bankster, en auge durante la Gran Depresión de 1929.
Un presidente demócrata de otros tiempos, Franklin D. Roosevelt,
introdujo entonces férreas reglas sobre las finanzas que han durado
hasta que Bill Clinton, en 1989, las aboliera para complacer a Wall
Street. Ha sido el mismo Diamond quien ha organizado el encuentro del
candidato republicano Mitt Romney con el mundo financiero americano de
Londres durante su visita a las Olimpiadas. En la cena se han
recaudado más de 2 millones de dólares.
Romney ha atacado la ley Frank Dodd, que el Congreso americano ha
introducido para intentar reducir las especulaciones sin control de
Wall Street y ha declarado que eliminará todo control que atente
contra la libertad de las finanzas. Romney es mormón. ¿Creen que la
religión marca una diferencia? Parece que no: acaba de dimitir por
fraude Kenichi Watanabe, CEO del Banco Nomura, de un país de ética
confuciana.
Todo este proceso de penalizaciones a las finanzas significa que los
bancos pasan estas cuotas a los clientes y a los accionistas, mientras
los ejecutivos siguen con sueldos y bonos que nada tienen que ver con
sus desempeños. Diamond, incluso renunciando a su indemnización, ha
acumulado 130 millones de dólares en su mandato. Esto equivale al
sueldo anual de 10.833 de “mil euristas”, el sueldo ideal de la gran
mayoría de los jóvenes europeos.
Las cifras de la crisis social y humana europea y la erosión de la
clase media americana son ya tan conocidas, que no vale la pena
citarlas. Sobre lo que sí vale la pena reflexionar es si nos estamos
encaminando a la época de las desigualdades que fue la de la
revolución industrial, cuando Marx publicaba su famoso libro blanco
sobre la explotación en las fábricas.
El declive de los sindicatos (hoy 8% de la fuerza laboral), el
desmantelamiento del sistema sanitario y educativo, la eliminación de
las inversiones en investigación y cultura, así como el corte en los
gastos de cooperación internacional, nos llevan a este camino.
Pero lo más grave es que el desmantelamiento de los valores aceptados
por el capitalismo anterior, aun a regañadientes, se está
fortaleciendo por la aceptación pasiva de ciudadanos anestesiados por
décadas de educación al consumismo (ahora los gastos de publicidad per
cápita son mundialmente superiores a los de la educación), por
programas como Gran Hermano y otros reality shows; por la crisis de
calidad del periodismo, cada vez más dedicado a reflejar los
acontecimientos y no los procesos; por el escapismo del individuo en
la soledad del computador, en vez de participar en dinámicas de grupo
o asociativas.
La lista es muy larga y cada uno puede añadir lo que observa en su
propia vivencia. Desde mi punto de vista, el hecho que hoy la doctrina
social de la Iglesia sea vista como una engorrosa molestia por el
“capitalismo moderno”, me parece de lo más representativo en nuestra
situación actual.
El grave problema de hoy, que nos diferencia de la época de la
revolución industrial, es que el sistema político, el garante de las
Constituciones, ha perdido legitimidad y participación, especialmente
entre los jóvenes. Es así que cada día sucumbe más a las finanzas. La
campaña electoral de Estados Unidos, este año va a superar los 4
billones de dólares. Y Romney tiene un tesoro de guerra superior al de
Obama.
La Corte Suprema ha dado a las corporaciones el derecho de hacer
donaciones ilimitadas, lo que se corrobora con infinitos ejemplos. Se
acaba ahora de descubrir que el secretario del Tesoro (ministro de
hacienda) de EEUU, Timothy Geithner, sabía de la manipulación del
Libor desde 2008, pero no hizo nada más que avisar de los riesgos al
Gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, el cual ahora dice
que no hizo nada ya que la advertencia era demasiado vaga.
La verdad es que la fraternidad existe ahora solo entre las élites del
mundo financiero y económico, que cambian de silla con facilidad y que
parten del principio de que la tarea del Estado es sólo la de
intervenir con el dinero de los ciudadanos para salvarlos a ellos
mismos cuando cometen errores.
El caso de España, –arrastrada por la crisis de Bankia, que hasta el
último momento declaró estar en activo, con el aval del ministro de
hacienda–, es un caso emblemático para saber cómo van las cosas. Ya
es discutible si los 120 billones de euros de salvación (que han de
pagar los ya exhaustos ciudadanos españoles), es suficiente.
Islandia, un país cuya economía iba bien, se vio arrastrada por una
crisis causada por los bancos, tomó un camino del cual nadie habla.
Hizo un referéndum en el cual el pueblo decidió que se dejaba quebrar
a los bancos e incriminó al gobierno que se había dejado utilizar por
los bancos. Es el único caso conocido– y por esto no citado–, donde
la política, basada en la participación ciudadana, resolvió dejar
quebrar a los bancos y condenar a sus políticos. Islandia está hoy en
una situación mucho mejor que España, Italia, Irlanda, Portugal o
Grecia.
Si la política no vuelve a fundamentarse en valores y en asumir
riesgos, vamos a entrar en una época de populismo, con tristes
perspectivas. Los partidos de derecha o de evasión están entrando en
los países europeos, desde el caso de Hungría, al partido de los
piratas en Alemania o al de Beppe Grillo en Italia.
La deriva a la derecha del Partido Republicano en Estados Unidos, bajo
la influencia del Tea Party, ha sido mucho mayor que la de Bush bajo
la influencia de los neo conservadores. Bush tenía como ideología el
sueño americano. Romney tiene como ideología la de las élites
financieras y religiosas más conservadoras. Si gana las elecciones,
podemos olvidarnos de intentar paliar el cambio climático que él
considera una conspiración ideológica en contra de las compañías
energéticas y no un problema real. Esto en medio de una dramática
sequía en EE.UU mientras la Antártida se está derritiendo.
Los detalles de la vida diaria son ventanas hacia la sociedad. Se
descubre ahora que los supermercados, los restaurantes y los bares
están aumentando los decibelios y el numero de bits de la música de
fondo, porque un estudio ha demostrado que, cuanto más ruido, más los
mayores delegan las compras a los jóvenes, y todos ellos consumen más
y más rápidamente.
Un estudio publicado en 1988 por la revista “Alcoholismo:
Investigación Clínica y Experimental” demostró que si la música en un
bar estaba a 72 decibelios los clientes tomaban un promedio de 2,6
copas, y se demoraban 14,5 minutos para terminar con una. Pero, si la
música pasaba a 88 decibelios, los clientes pasaban a tomar un
promedio de 3,4 consumiciones, empleando sólo 11,5 minutos en apurar
una. Un restaurante de Nueva York, el Beaumarchais, emite a 99
decibelios y las mesas se liberan más rápidamente. Según las leyes
estadounidenses de protección al trabajador, no se permite estar sin
protección acústica a este nivel por más de 19 minutos.
“¿Los estamos manipulando? Ciertamente” declara en una entrevista al
New York Times Jon Taffer, dueño de restaurantes, consultor sobre la
vida nocturna, y conductor del reality show “Salvar a los bares”. “Mi
trabajo es poner mi mano en su bolsillo tan a fondo cuanto a usted le
guste. Es un negocio de manipulación”.
El “capitalismo moderno” está llegando a los bares, a los restaurantes
y a las tiendas. No es sólo cosa de la City y de Wall Street.
(*) Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de
noticias Inter Press Service (IPS) y Publisher de Other News.
(**)Nota del editor: El autor ha utilizado estadísticas en ingles. Por
lo tanto el uso de millón, billón y trillón son medidas contables
inglesas. Esto debido a que sobre la conversión-traducción al español
de estas cifras, existen varias escuelas de pensamiento, de la Real
Academia, de los editores de IPS y Othernews.