Es triste, pero a medida que pasa el tiempo, nos despierta la realidad. Cada vez que encendemos el televisor, vemos nuevas cifras, y puede que sea la misma situación, creo yo, que vivieron nuestros amigos en Pakistán o Haití, donde todavía se sufren los efectos devastadores de las catástrofes naturales.
Ayer, el gobernador de Miyagi anunció que el número de muertos ascendería a más de 10.000. Y hoy, el reactor Nº 3 de la central nuclear de Fukushima ha explotado, y ahora (a las 2 de la madrugada del día 15, en hora local) el reactor nº 2 está experimentando una fusión de su núcleo. Es evidente que las centrales nucleares de Fukushima están fuera de control.
Hace cuarenta años, nuestros miembros luchaban contra la construcción de las centrales nucleares identificando los peligros que éstas suponían en un país propenso a los terremotos. Por desgracia, ¡esto acaba de hacerse realidad! En aquellos años, el gobierno expropió los derechos de pesca de las cooperativas y comunidades locales para construir las centrales nucleares, destruyó a la fuerza la vida de las personas que vivían de la pesca o en zonas pesqueras para construir dichas centrales, diciendo con toda seguridad que las centrales nucleares eran seguras.
Ahora, el gobierno y la TEPCO (Tokio Electric Power Company), responsables del accidente, repiten como loros la misma frase, que un terremoto mucho mayor de lo esperado sacudió la parte norte de Japón. Sin embargo, Hiroaki Koide, profesor adjunto del Instituto de Investigación de Reactores de la Universidad de Kioto, dijo que “Como Japón es un país donde los terremotos ocurren con mayor frecuencia que en el resto del mundo, los terremotos inesperados nunca deberían ocurrir si el gobierno impulsa la generación de energía nuclear”. Puede que muchos japoneses de a pie estén convencidos de quién tiene la culpa del accidente.
La TEPCO inició los apagones de forma programada en Tokio y en otras prefecturas ayer, los cuales continuarán hasta finales de abril, y explicó que el accidente nuclear fue lo que provocó la escasez de electricidad. Por el mismo motivo, está previsto que dejen de funcionar muchos trenes. Menos de la mitad de los trenes habituales permanecían en funcionamiento ayer.
Las tiendas y los supermercados del área metropolitana no tienen suficiente víveres para vender a los consumidores. Escasea la leche, el agua, el pescado, el pan y el arroz. Algunas de las estanterías de alimentos están ya vacías, principalmente debido a los problemas de distribución. Algunas autovías están bloqueadas. Los camiones de carga que se dirigían hacia Tokio se han quedado estancados en las autovías o carreteras convencionales.
Los residentes del área metropolitana de Tokio llevaban mucho tiempo acostumbrados a un acceso fácil a cualquier tipo de alimento, sin saber que muchos de esos alimentos disponibles habían tenido que recorrer largas distancias para llegar hasta las estanterías de las tiendas. No sabíamos quién producía esos alimentos; estábamos tan tranquilos ya que teníamos de todo aquí en Tokio. Lamentablemente, el peor terremoto jamás vivido en Japón y la fusión del núcleo de los reactores nucleares nos han recordado lo débil que es la cadena y el proceso de distribución y nos ha hecho pensar en cómo debemos vivir la vida.
Al igual que el exceso de producción, el consumo excesivo y el over-damping inevitablemente producen grietas en el planeta, lo cual viene acompañado de excesivas o innecesarias emisiones de carbono y de la destrucción de la Madre Tierra. Quizá deberíamos pararnos a pensar en nuestro modo de vida, o el modo en que la vivimos, y considerar maneras de hacerlo sin destruir el medio ambiente.
Bueno, ya han pasado cuatro días desde que ocurrió la tragedia. Va llegando cada vez más información sobre la catástrofe. Todavía no sabemos si algunos de nuestros miembros que se encontraban en zonas afectadas están a salvo. La contaminación por radiación se está propagando. Al parecer, ya ha llegado a Tokio. Nos envuelve en estos momentos una preocupación y ansiedad invisibles.
Con solidaridad, esperanza y amor
Yoko Akimoto
Secretaría, ATTAC Japón
Tradución: Paula Garuz