El terremoto de Japón y los daños resultantes de las plantas nucleares han enviado una oleada de temor y un aviso de advertencia serio a toda la población mundial. A pesar de sus peligros obvios, los reactores nucleares están proliferando a nivel mundial y sembrando las simientes de la contaminación y las deformaciones congénitas para miles de generaciones venideras (la mitad de la vida del Plutonium 239, uno de los subproductos de las actividades nucleares es de 24.100 años).
Las generaciones venideras pertenecen tanto como nosotros a la familia humana, aunque no dispongan de voz propia. Nos estamos aprovechando de esta situación y les perjudicamos enormemente por nuestra ruptura de confianza con el medio ambiente, del que somos guardianes y no propietarios. Cada ciudadano es fideicomisario del medio ambiente y lo son más los gobiernos, y en particular, los ministros de medio ambiente del mundo que tienen la responsabilidad a este aspecto. Faltamos a nuestro deber si seguimos dejando abiertas dichas posibilidades y creando más, a pesar de conocer sus terribles consecuencias. Nuestra generación y en particular aquellos a los que se les ha confiado el cuidado del medio ambiente tendrán que responder ante la Historia por nuestra omisión y abuso de confianza. Estamos cometiendo el crimen más grave posible contra las generaciones futuras, y lo estamos haciendo siendo plenamente conscientes de los efectos que tienen nuestras acciones.
Si la gente de la Edad de Piedra hubiera podido dañar el medio ambiente y hubiera causado deformaciones congénitas a nuestra generación, los habríamos condenados como salvajes, bestias y bárbaros. E incluso si lo pudieran haber causado, no podían haber tenido idea del daño tan irreparable que estarían haciendo a las generaciones venideras. Por otro lado, nosotros, aun siendo plenamente conscientes del daño catastrófico que estamos haciendo a posteriores generaciones, seguimos haciéndolo sin tener esto en cuenta y llevando a cabo actividades que está claro que liberarán estas amenazas antes o después. Seguimos construyendo reactores nucleares por todo el mundo.
Hasta un niño de escuela sabe que no hay poder en la tierra que nos asegure contra terremotos, tsunamis, guerras, insurrecciones, gestiones negligentes, y otros desastres. Estos sucesos ocurrirán inevitablemente durante años y, no sólo sabemos esto con certeza, sino que también somos conscientes de que no hay medios conocidos para eliminarlos. Esto nos convierte en salvajes, bestias y bárbaros en muchas ocasiones. En una época supuestamente de progresos, despreciando nuestro sentido de la responsabilidad, estamos procediendo a construir más reactores y buscando ventajas a corto plazo mientras conocemos los peligros a largo plazo que estamos infligiendo a nuestra propia posteridad. La fuente de energía solar y otras fuentes renovables proporcionan toda la energía que el mundo necesita; no obstante, las ignoramos, ya que hay algunos pocos que obtienen grandes beneficios gracias a las empresas de energía nuclear, sin importar el coste para la gran mayoría y las generaciones que vengan en el futuro.
Como resultado, nos hemos convertido en la generación más destructiva de toda la historia de la humanidad e incluso, estamos destruyendo el indudable derecho a la vida de millones de seres humanos para los que custodiamos el medio ambiente. Me tomo la libertad de dirigirme a ustedes sobre este aspecto porque llevo 30 años haciendo campaña contra los peligros de las armas, reactores y residuos nucleares.
Ya en 1985, visité las ciudades principales de Japón a instancias de la Asociación de Científicos de Japón, y participé en conferencias sobre los graves peligros que corre la humanidad a causa de las armas, reactores y residuos nucleares. Asimismo, hace casi 30 años, en The Slumbering Sentinels: Law and Human Rights in the Wake of Technology, Penguin 1983, pp 139-141, anuncié este peligro, mencionando las fugas en los reactores nucleares y las posibilidades de accidentes importantes que amenazan nuestra propia existencia. Hice referencia también a la posibilidad de que, si los residentes de una ciudad estuvieran expuestos a una contaminación radioactiva en un accidente nuclear grave, se podría exigir la esterilización obligatoria por interés nacional con el fin de evitar el nacimiento de un número sin precedente de niños con deformidad, y apunté también que “estamos sólo a un accidente nuclear de alcanzar esta situación”. Hice referencia también al hecho de que un accidente principal cerca de una ciudad poblada podría originar daños en la propiedad y en la salud que no podrían estimarse ni en cientos de millones de dólares, y para lo cual, no habría seguro que lo cubriera. Ya en 1982, la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) dio a conocer estimaciones de los peligros de muerte y propiedad causados por los accidentes de reactores que llegarían a más de 300.000 millones de dólares en ciudades muy pobladas.
La fuga nuclear de Harrisburg demostró, incluso entonces, lo cerca que podríamos estar de un accidente nuclear. La posibilidad de que sucediera un accidente nuclear en algún lugar del mundo podría estimarse en un porcentaje de entre un 5% y un 10% en los próximos años.
Mi opinión fue discrepante ante la Corte Internacional de Justicia cuando esta buscaba una opinión consultiva sobre la legalidad de las armas nucleares: hablé sobre la posibilidad de los daños a reactores nucleares, sobre las dosis letales de radiación a personas que se encontraran incluso a 150 millas en la dirección del viento y sobre la contaminación radioactiva del medio ambiente que se expande a más de 600 millas. Además, hablé sobre el daño causado por el incidente de Chernobyl, cuyos efectos duraron años después del mismo, a todas las especies a lo largo de miles de kilómetros cuadrados. Este incidente necesitó de la participación de personal médico, suministros y equipo de toda la Unión Soviética de una forma que estiró al máximo los recursos incluso de esta poderosa nación.
Los estados más pequeños podrían paralizarse totalmente por un accidente de este tipo llegando a perder vidas, ingresos, trabajos, y recursos que les llevará generaciones recuperar. Entre las lesiones médicas se incluyen convulsiones, lesiones vasculares, colapsos cardiovasculares, queloides y cánceres.
Tras haber hablado de estos peligros en opiniones, publicaciones y congresos mundiales durante tantos años, me he quedado asolado al saber que mis peores presentimientos se han cumplido y que puede ser peor si seguimos con nuestra traición de confianza y abandono de responsabilidad hacia nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
Cualquier petición de abolición de los reactores nucleares estaría incompleta sin la referencia al problema de la disposición de los residuos nucleares. El residuo nuclear integra todos los elementos de peligro radioactivo para la salud y el medio ambiente y no hay ningún medio conocido de deshacerse de esta acumulación tóxica. Ya estén enterrados en las profundidades del océano, en profundas trincheras o en lechos de sal, o donde sea, no podemos garantizar que permanezcan seguros en sus depósitos durante 24.000 años, y estamos infligiendo una fuente de daño intergeneracional, medio ambiental y física a generaciones futuras de forma totalmente injustificada por ningún estándar de moralidad o ley.
Otra amenaza, que por sí misma es suficiente para justificar la abolición total de los reactores nucleares, es que los residuos nucleares de cientos de reactores no se pueden eliminar, y es de sobra conocido que no se guardan registros, ni siquiera en la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Este material es el material crudo que se necesita para fabricar armas nucleares y, es aquí donde existe una invitación abierta para que los terroristas puedan interesarse en cómo fabricar armas nucleares. Esto es especialmente peligroso en un mundo donde la información de cómo construir armas nucleares está disponible en internet, como me han asegurado físicos eminentes.
El resultado es que la continuación y proliferación de reactores nucleares viola cada principio de derecho humanitario, internacional, medio ambiental y de desarrollo sostenible internacional. La sabiduría tradicional de pueblos antiguos como los nativos americanos solían decretar que no debería tomarse ninguna decisión importante relativa a la comunidad sin considerar su impacto en las siete generaciones venideras. La sabiduría africana tradicional ha sentenciado que cualquier decisión principal que afecte a la comunidad debería tener en cuenta la cara triplicada de la humanidad – los que se fueron antes que nosotros, los que están vivos aquí y ahora y los que vendrán – sin la cual la decisión que se toma está descompensada.
Nuestra civilización tecnológica moderna ignora todas las sabidurías tradicionales además del el principio dominante de que deberíamos andar ligeramente sobre la tierra, que subyace a toda ley medio ambiental (he ampliado estos aspectos en Tread Lightly on the Earth: Religion, the Environment and the Human Future, Stamford Lake, 2010).
No sólo ignoramos la sabiduría tradicional, sino también la sabiduría de las grandes religiones del mundo, que están asimismo unidas en su preocupación por la gente del futuro. Jesucristo advirtió que sería mejor que a aquellos que pusieran obstáculos en el camino de los niños, se les colgara una piedra de molino al cuello y se les tirase al mar. El Corán expone que los verdaderos seguidores del Todopoderoso son los que andan ligeramente por la tierra. El Budismo enseña que el soberano no sólo no es dueño de la tierra, sino que es sólo fideicomisario y el Hinduismo prescribe deberes detallados que recaen sobre el soberano para que cuide cada departamento de la protección medio ambiental. Asimismo el Judaismo, en numerosas enseñanzas, eleva la protección del medio ambiente al nivel de un deber primario.
Todos estos aspectos deben atraer necesariamente la atención de los ministros encargados del cuidado del medio ambiente, ya que estamos en una época en la que el medio ambiente está amenazado como nunca antes lo había estado en los cientos de miles de años de existencia humana.
Os aliento, como guardianes de nuestro medio ambiente, a tomar las medidas inmediatas para detener la construcción de nuevos reactores, retirar paulatinamente los existentes y explorar sistemas de energía alternativas. La población del mundo tiene que estar alerta de los peligros a los que nos enfrentamos. Hay que invertir el flujo de sentido único que existe sobre la información de los beneficios de los reactores nucleares.
Si no se logran tomar estas medidas, se perpetrarán crímenes contra las generaciones futuras y se cometerá una traición flagrante de la confianza que debemos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Se encuentran en la posición de participar en el liderazgo de esta crisis.
Este es un llamamiento para que ustedes, como primeros responsables del cuidado de nuestro planeta, hagan todo lo que esté en sus manos para impedir las catástrofes que se avecinan.
El tiempo corre. Por favor, actúen ya.