Le Forum Social Mondial – Les cadavres vivants de la société civile

Participar en un Foro Social Mundial —una asamblea de movimientos sociales alterglobalistas del mundo entero, nacido en Porto Alegre en 2001— es siempre una experiencia con resultados muy dispares. Por lo general, la marcha inaugural es entusiasta y energizante. Proporciona toda la motivación que se necesita para continuar con el trabajo, sea cual sea. Así fue también en el caso del Foro de México, en donde compartimos la marcha con los sindicatos, un 1 de mayo, después de dos años silenciosos de crisis COVID-19.

Los días de los diferentes seminarios son necesariamente frustrantes, se tienen las propias actividades, es posible asistir a otras dos o tres reuniones, pero el grueso de todas las iniciativas está fuera del alcance. Nadie es omnipresente.

Luego vienen las «conclusiones», diferentes asambleas temáticas y una asamblea de asambleas. Muy frustrante. Si se organizan simultáneamente, una vez más, no se sabe lo que han hecho los demás, y la última reunión es necesariamente una aburrida presentación de diferentes textos que a nadie le interesan realmente.

Podría ser diferente, por supuesto. Si solo los «líderes» —en la sombra— quisieran que fuera diferente. Pero veintiún años después del primer y muy exitoso Foro Social Mundial de Porto Alegre, los fundadores siguen aferrándose a sus brillantes, pero sobreenvejecidas ideas de «sociedad civil», «horizontalismo», «nueva cultura política», etc.

Varios idiomas tienen bonitas expresiones para decir que a veces los cadáveres siguen vivos. Me temo que este es el caso del Foro Social Mundial. De hecho, el Foro, con su consejo internacional muy erosionado, está muerto y buen muerto. Sin embargo, allí estuvimos, durante toda una semana, en Ciudad de México, corriendo de una reunión a otra… Tuvimos dos días completos de reunión del consejo internacional, en los que nadie escuchó lo que se decía, en los que no se hizo ni un solo intento de llegar a acuerdos, en los que la gente se limitó a hablar de sus propias preocupaciones, en los que nadie se preocupó por el propio Foro. Las más de veinticinco personas (éramos unas ciento cincuenta hace diez años) se limitaron a decir que habían tenido un foro maravilloso, que habían hecho grandes progresos (¿en qué?) y que este era el camino por seguir.

En definitiva, este pequeño grupo se divide claramente en dos sectores distintos: uno que se aferra desesperadamente a las viejas ideas, y otro que intenta renovar el Foro, ya que nunca había sido tan necesaria una voz coherente y fuerte contra el actual estado político y social de los asuntos mundiales.

Un vistazo al programa nos indica lo que está ocurriendo. Hubo interesantes debates sobre la guerra y la paz, sobre el cambio climático, sobre el feminismo, sobre las relaciones laborales, sobre la vivienda, sobre las economías transformadoras, sobre la salud y la protección social, sobre la deuda… y hubo muchos más debates sobre la menstruación (para los padres), sobre los aceites esenciales para la salud, sobre el sentido de la vida, sobre las espiritualidades en resistencia y sobre la «socialización con el uso del agua de mar».

Si se toma en serio el Foro, hay que preguntarse necesariamente: ¿qué pasa con las desigualdades, el hambre y la amenaza de hambrunas? ¿Qué pasa con el multilateralismo? ¿Qué pasa con el capitalismo? ¿Qué pasa con el neoliberalismo? ¿Qué pasa con la energía, los recursos y el extractivismo? Sí, ¿qué pasa con el «otro mundo»? ¿Qué pasa con el futuro de la humanidad?

Lo que ha ido desapareciendo en el Foro Social Mundial, cada vez que algunos intelectuales abandonan el club, es el sentido de la política. Los fundadores del Foro piensan que esto es muy positivo. No quieren política, solo quieren un «espacio abierto» con unos gritos impotentes de una «sociedad civil» aislada y sin vínculos con la política, contra los poderes fácticos. Su «nueva cultura política» es una cultura de la desesperación, de hacer como si, pero de hecho no hacer nada en absoluto.

Su idea de «sociedad civil» ha muerto tan pronto como fue creada. Ha fracasado en las Naciones Unidas, donde los Estados no quieren compartir el poder con las ONG. Ha fracasado en el Foro Económico Mundial de Davos, donde las ONG han sido cooptadas. Esta es la sociedad civil que siempre está, de hecho, del lado del poder, solo creando la ilusión de un enfoque crítico.

Una forma de pensar similar es necesaria para su «horizontalismo», que no tiene nada que ver con la democracia, sino que no es más que una forma de ocultar las relaciones de poder realmente existentes. No hay horizontalismo en el Foro ni en el consejo internacional, solo hay un pequeño grupo de personas que ni siquiera sabe organizar una reunión de forma eficiente y eficaz. Esto es inevitable si se está convencido de que la «representación» y las «elecciones» son necesariamente verticales y, por lo tanto, una forma «estalinista» de trabajar.

Tal vez piense que exagero, pero no, tengo todas estas experiencias por escrito. Desde 2012 hasta 2015 hemos estado organizando reuniones y grupos de trabajo con encuestas y entrevistas para intentar ver cómo podíamos avanzar y salir del estancamiento. Desde 2015 nos limitamos a dejar que las divisiones se alarguen y, por desgracia para algunos, por suerte para otros, ver cómo la gente abandona el Foro. El Foro Social Mundial es realmente un cadáver viviente. ¿Cómo nos reactivamos? ¿Cómo podremos incidir realmente en las enormes y complejas problemáticas actuales?

¿Puede resucitar? Sí. Nuestros amigos tunecinos nos han hecho una magnífica oferta de celebrar un seminario internacional para debatir el futuro. ¡El futuro! ¿Qué puede significar?

La política y la sociedad han cambiado enormemente desde 2001, el año del primer Porto Alegre. ¿Podemos hablar de lo que significa precisamente este nuevo mundo? ¿En términos de globalización?, ¿del comercio mundial?, ¿de nacionalismo e identidad?, ¿del multilateralismo?, ¿del cambio climático y la biodiversidad?, ¿de la sociedad civil?, ¿de la democracia?, ¿de los derechos humanos? ¿Desde dónde? Primero hay que replantearse cómo nos concebimos como sociedad civil, ¿como fuerza antihegemónica o como socios del poder? Al poder se le critica, pero también es con quien se puede construir juntos lo público, porque la concepción de lo público es un tema central: lo público no solo le compete al Estado, nos compete a todos. Es por eso por lo que la sociedad civil nunca puede separarse totalmente del mundo político.

La propia «sociedad civil» ha cambiado drásticamente. Muchos movimientos han vuelto a su entorno nacional. ¿Quién quiere realmente un movimiento global? ¿Quién quiere un foro social mundial? ¿Quién es todavía capaz de pensar el mundo tal y como es? ¿Quién quiere cambiarlo? ¿Cómo?

¿Podemos tener una reunión con algunos académicos importantes, cercanos a los movimientos sociales, con algunos hombres y mujeres políticos que están buscando de la misma manera que nosotros? ¿O, como se decía en México, podemos hablar solo con los movimientos sociales? ¿Con cuáles?

¿Podemos celebrar una reunión para reflexionar sobre el tipo de Foro que necesitamos en el mundo actual, si es que lo necesitamos? ¿Con qué tipo de consejo internacional? ¿Hay alguien que realmente crea que la fórmula de hace veinte años sigue siendo válida?

¿Podemos tener una reunión en la que podamos tomar decisiones, sin el riesgo de que después de tres días de trabajo nuestros «líderes» brasileños se limiten a decir, bueno, eso estuvo bien, ahora seguimos como antes?

¿Podemos, por favor, tener una reunión abierta, sin dogmas ni tabúes, sin los límites paralizantes de la carta de principios superada?

La reunión de Túnez no debe versar sobre el futuro del Foro, sino sobre el futuro de nuestro planeta y de la humanidad y sobre cómo y de qué forma podemos reaccionar. Tenemos que redefinir los objetivos del Foro.

A veces, los cadáveres vuelven a la vida. Para todos los que creen que necesitamos, de hecho, un fuerte movimiento de movimientos, con toda la diversidad que existe en nuestro mundo, pero también con un entendimiento común de lo que es este mundo y lo que necesita, esta reunión de Túnez es crucial. Pero no solo se necesitará una gran dosis de buena voluntad, sino también algunas reglas claras sobre cómo organizar reuniones que necesiten entendimientos y compromisos comunes para soluciones pragmáticas.

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