Antumi Toasijé crítica la concepción europea sobre África, que afirma que el continente tiene un problema y exige una urgente intervención, y añade que el discurso y el espíritu de la problematización de África lo invade todo, condiciona las visiones y las políticas de cooperación convirtiendo a los africanos en perpetuos niños necesitados de consejo, asistencia y atención. Toasijé destaca el papel de Internet en la toma de conciencia de muchos jóvenes en el continente y en la diáspora, y reivindica el panafricanismo y su vertiente académico-cultural, la afrocentricidad, como corrientes del pensamiento que conciben al problema de África derivado de la explotación abusiva de los últimos cuatro siglos.
El Articulo
Se encuentra inserto en el discurso oficial, se recibe a través de la televisión y los medios de masas, se respira en el ambiente académico de las universidades occidentales y de las universidades africanas, dirige las políticas sociales de migración: parece ser que África tiene un problema, es complejo y exige una urgente intervención. El discurso y el espíritu de la problematización de África lo invade todo, condiciona las visiones y las políticas de cooperación y nos convierte en perpetuos niños necesitados de consejo, asistencia y atención.
Desde que Europa -una vez perdida América- puso sus ojos en África, nuestro continente se ha convertido en un espacio de experimentación moral y político. Ya los planes invasores decimonónicos sentenciaban que nuestras capacidades no estaban en relación a las riquezas que la naturaleza nos había otorgado. África debía ser dirigida y conducida por las sendas de la razón, porque en nuestro mapa siempre se puso aquello de “Ibi sunt leones” que es lo mismo que afirmar que África siempre será salvaje.
Tras el fracaso del positivismo imperialista, una vez formalmente liberados los países africanos del yugo colonial en los sesenta y setenta de la pasada centuria, el secuestro psicológico de los líderes africanos, acabó por congelar la imagen que de la persona negra había decidido hacerse el mundo. A excepción de los líderes panafricanistas, pronto eliminados por las metrópolis.
Los Estados africanos, o mejor será denominarlos Estados europeos en África, fueron poblados por estadistas que no creían ni en las capacidades ni en las realizaciones del pueblo kemítico, al que gobernaban con mano de hierro.
El norte continuó arrojando sus valores, a ver si funcionaban, en el maravilloso campo de experimentación africana: el ajuste estructural, las devaluaciones monetarias, los créditos blandos y duros, la cooperación empírica, la chatarra nuclear, las semillas transgénicas no testadas, las filosofías de buena gobernabilidad; todo parecía caber en un territorio cuyos habitantes no dicen que no a nada y si lo dicen nadie lo escucha.
A lo largo de todo el proceso, sin embargo, una corriente de pensamiento vino cuestionando esta supremacía del discurso oficial premoderno, moderno y postmoderno. Se trata del Panafricanismo y su vertiente académico-cultural, la afrocentricidad. Desde su formulación hace más de doscientos años, estas filosofías vienen contestando la idea de que África tenga algún problema que no sea el haber sido abusivamente explotada durante cuatrocientos años y no haberse podido defender adecuadamente.
Actualmente Internet está haciendo un gran favor a las nuevas generaciones de jóvenes africanos, con su abaratamiento de costes y velocidad creciente en la transmisión de datos. Los africanos de África y sus diásporas, que hemos tenido que enfrentarnos a los despojos de las teorías supremacistas, finalmente hemos podido comunicarnos entre nosotros e intercambiar ideas oficialmente descabelladas.
Estas ideas, gracias a pensadores como Cheikh Anta Diop o Molefi Kete Asante o políticos como Kwame Nkrumah o Tomás Sankara, vienen a cuestionar, ¿cómo es posible que se diga que África es violenta cuando Europa presenta una tasa de muertos en conflictos bélicos veinte veces superior a la africana? Y, ¿cómo es posible que se diga que el problema africano son los conflictos étnicos cuando causas supuestamente étnicas provocaron desde Europa, dos guerras mundiales y un genocidio racial de millones de personas en el corazón de la nación “más educada del mundo” de su tiempo? O, ¿cómo es posible que nos den consejos de buena gobernabilidad un país presidido por el hijo de un ex-presidente, que llega a poder con los votos mal contados de un Estado en el que gobierna su hermano?
Este pensamiento afrocéntrico y panafricano se cuestiona los consejos que Europa quiere dar en África, porque nada de lo que es bueno para Europa: proteccionismo, imperialismo, subvencionismo, materialismo, se nos dice que sea bueno en África, pero en buena lógica, lo que no es bueno para África no puede serlo para nadie, ya que África está poblada por personas y todos los seres humanos son iguales.
O de lo contrario, deberíamos darle la vuelta al silogismo y decir que el si mundo tiene un problema África no lo tiene.
La fuente: Antumi Toasijé es historiador y realiza un doctorado en Estudios Africanos. Es miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la Revista de Ciudadanía, Migraciones y Cooperación, de Baleares. Es rector del Centro Panafricano de Estudios Culturales. Su artículo se publica por gentileza de Safe Democracy Forum (Foro para un Mundo en Democracia).