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[es]Todos los caminos no conducen a Roma sino a Aparecida. En todo caso durante
las tres últimas semanas de mayo cuando los obispos y cardenales católicos
latinoamericanos se dirigirán a ese Santuario para participar en la V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM).

El más importante cónclave de la jerarquía católica romana del continente
se realizará entre el 13 y el 31 de mayo en ese rincón del Estado de San
Pablo. A donde llegará también el Papa Benedicto XVI -entre el 9 y el 13 de
mayo- para participar en la ceremonia de apertura de la conferencia. “De la
Iglesia Católica nadie espera novedades”, enfatiza con cierto escepticismo
Leonardo Boff, teólogo y militante brasilero, uno de los padres fundadores
de la Teología de la Liberación. Veintidós años después de la primera
sanción que recibiera del Vaticano y quince desde que abandonara el
ejercicio sacerdotal para “auto proclamarse al estado laical”, Boff analiza
el presente de una Iglesia que él considera vacía de voces proféticas.

¿Qué etapa de su existencia transita hoy la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Latinoamericana?

Ambas se encuentran un tanto perdidas como casi todas las instituciones
“históricas” en un momento en que prácticamente nadie entiende bien hacia
dónde va la humanidad. Y en el cual se tiene la impresión que ninguna
autoridad espiritual tiene una palabra verdaderamente orientadora. Tal vez
su Santidad el Dalai Lama ostente cierta credibilidad porque reafirma el
mensaje universal de la necesidad de escucharse los unos a los otros, de
amarse y de buscar la paz sin violencia.
De la Iglesia Católica romana nadie espera novedades. No hay hoy voces
“oficiales” que digan la verdad como en su época lo hacían los profetas…

Un juicio bastante tajante…

Siento que predominan hoy burócratas de lo sagrado que repiten las
viejas fórmulas que nadie adopta porque poco tienen que ver con la vida y
no generan esperanza. Pienso que gran parte de la humanidad siente que no
se puede seguir en la misma senda tal como está hoy el mundo. Hay demasiada
sangre en los caminos y no existe consenso con respecto a ningún punto
esencial. Ni siquiera sobre si queremos realmente salvar la Casa Común con
la que contamos, es decir la Tierra. Es una situación propia de épocas de
crisis paradigmáticas, crisis de un mundo que ya ha perdido gran parte de
su sentido y, al mismo tiempo, crisis de otro mundo que no termina
realmente de nacer. En ese sentido y para bajar a lo terrenal, tal vez uno
de los mensajes actuales más significativos sea el del creador de la ciudad
de Brasilia, Oscar Niemeyer. Un marxista convencido, que en diciembre
próximo cumplirá sus cien años y que mantiene un alto sentido de la ética.
El dice: “lo fundamental es reconocer que la sociedad es injusta y que sólo
entre hermanos y hermanas que se den la mano podremos vivir mejor”. Si el
Papa anunciara tan sólo esto habría entonces valido la pena su próxima
visita a Brasil.

Para volver a la Conferencia del CELAM de Aparecida, en la lista oficial
de 266 personalidades que participarán, en tanto miembros, invitados,
observadores, peritos etc. la presencia femenina no superará la treintena.
¿Qué significado tiene en una institución que se define como universal?

La iglesia católica romana es uno de los últimos bastiones del
patriarcado y del machismo oficial que existe en el planeta. Para el
Vaticano, la mujer, eclesialmente hablando, cuenta apenas como una fuerza
auxiliar. Las mujeres no tienen, canónicamente, plena ciudadanía eclesial.
Ni siquiera pueden recibir los siete sacramentos, porque el del orden les
es vetado. Si retomamos a Santo Tomás que afirma que el bautismo es un
sacramento de iniciación -porque contiene dentro de sí todos los demás-
debemos sacar como conclusión que las mujeres reciben un bautismo menor o
incompleto. En verdad reciben sólo seis sacramentos. El Vaticano, al
limitar la presencia de las mujeres en sus encuentros oficiales, es
absolutamente consecuente con su teología. Resta saber si este tipo de
interpretación y de actitud tienen algo que ver con la intención de Jesús
de promover una fraternidad abierta, de hermanos y hermanas sin ninguna
exclusión, y si siguen válidas las palabras de San Pablo al decir que “en
Cristo no hay griego ni bárbaro, ni hombre ni mujer, porque todos somos uno
en Cristo”.


Jon Sobrino: “Nuestro mejor teólogo”

La conferencia de Aparecida fue precedida por una sanción directa de
Roma al padre jesuita Jon Sobrino, uno de las voces restantes de la
Teología de la Liberación. ¿Cómo interpretar esa sanción en ese momento?

A mi juicio no tiene mucho que ver con Benedicto XVI. Quien en 1986
participó de la reunión con representantes de la Conferencia de Obispos de
Brasil, con cardenales de la Curia y con el entonces Papa en persona, tras
el conflicto existente en ese momento con la Teología de la Liberación. El
resultado de ese encuentro fue francamente positivo. Y se expresó con el
envío de una carta del Papa a dicha Conferencia Episcopal en la cual decía
“que la Teología de la Liberación no es sólo oportuna sino útil y necesaria
y que representa una nueva fase en la tradición del pensamiento teológico”.
Después de ese acierto oficial, el Cardenal Ratzinger dejó de atacar a la
Teología de la Liberación.


¿Cómo se entiende entonces hoy la sanción contra Jon Sobrino?

R: Su condena es obra -tal como él mismo lo insinúa en su carta al Superior
General de la Compañía de Jesús- del grupo de cardenales latinoamericanos
presentes en la Curia Romana, quienes nunca han aceptado realmente los
términos de la Carta Papal de 1986 a los obispos de Brasil. Los nombres son
conocidos. El principal es Alfonso López Trujillo, de Colombia, obsesivo
perseguidor de los teólogos de la liberación, quien había prometido que iba
a destruir a Gustavo Gutiérrez, a Leonardo Boff y a Jon Sobrino.

Hasta
ahora logró perjudicar a Gutiérrez y a mí. Solamente le faltaba Jon
Sobrino. Y pareciera que ahora completó su obra perversa. No hay que
olvidar algunos de sus aliados como el otro colombiano, Darío Castrillón
Hoyos, el mejicano Lozano de Barragán y uno de Brasil, el suizo Kart Josef
Romer, ex – Obispo Auxiliar de Río de Janeiro que ahora está en Roma,
quien lanzó las primeras acusaciones contra mí y que culminaron con mi
proceso en el Vaticano. No me sorprende para nada, conociéndoles como
aduladores que son de cualquier autoridad suprema, que hayan querido
prestar este “buen servicio” al actual Papa. Limpiando el camino para su
visita a Brasil, condenando a nuestro mejor teólogo, sobreviviente del
martirio que vivió toda su comunidad jesuita en 1989 en El Salvador.


“Ojala que el Papa nos sorprenda”

¿Aunque es un tanto prematuro, se puede esperar alguna conclusión
importante de la Conferencia del CELAM? Me refiero a decisiones que
pudieran dinamizar el compromiso social de los católicos latinoamericanos

Entre los teólogos que siguen la preparación de Aparecida predomina la
idea que en el fondo no hay mucho que agregar al magisterio episcopal
latinoamericano ya aceptado en los últimos cuarenta años. Es decir, la
temática de la liberación contra la opresión expuesta en Medellín (1968);
la opción por los pobres y contra la pobreza de Puebla (1979); la
*inculturación* de la fe en las culturas oprimidas, especialmente en la
popular, indígena y negra. Como lo estableció con claridad Puebla, no basta
con constatar las heridas que matan a tanta gente, sino que urge denunciar
las causas. La principal, aunque no excluyente, es el modo de producción y
de consumo explotador de personas y naciones que devasta los bienes escasos
de la naturaleza. Y este modo tiene un nombre: económicamente se llama
capitalismo en su etapa mundial globalizada y políticamente se llama
neoliberalismo. Estos son los dos grandes causantes que producen exclusión
y muerte. Lo que Aparecida probablemente va a expresar, y esperamos que así
sea, es un llamado urgente al cuidado y protección de la naturaleza y a la
responsabilidad colectiva de cara al calentamiento global inevitable del
planeta. Todo esto está provocando una devastación sin precedentes de la
biodiversidad y la creación de millones de exiliados climáticos que ya no
pueden vivir en sus regiones de origen a raíz de la pérdida de cosechas,
falta de agua o sequías prolongadas.

¿En caso que no haya estas declaraciones o decisiones “reconfortantes”,
se puede imaginar una nueva desilusión de amplios sectores de la iglesia
latinoamericana en general y brasilera en particular?

No siento que haya mucha esperanza en torno a la visita del Papa a
Brasil. Por lo tanto, consecuentemente, la desilusión no será muy grande.
Esperamos ser sorprendidos por el Papa. Deseamos que tenga ojos descargados
de prejuicios y de lentes europeos y que nos vea como verdaderamente somos.
Un país, Brasil, vergonzosamente dividido y polarizado entre ricos y
pobres y por lo tanto la necesidad de justicia social y de derechos
sociales. Y por otra parte, un país bello, alegre, religioso y diría
también, místico. El pueblo sabe que Dios existe por lo que siente en la
piel, en lo cotidiano de su vida difícil y en los verdaderos milagros que
opera permitiendo que sobreviva. Un pueblo que se alegra cuando gana su
equipo de fútbol, que sabe divertirse con el carnaval, que no es
fundamentalista ni dogmático y que tiene la convicción que en el camino
hacia Dios se pueden sumar muchas cosas, en una síntesis sincrética
fantástica basada en la certeza que al final todo termina bien, en los
brazos de Dios que es Padre y Madre de todos sin distinción de origen ni
de credo.
Puede ser también que en Aparecida el Papa haga un llamado a los católicos,
especialmente los jóvenes, para que permanezcan en la Iglesia, dada la
hemorrágica emigración hacia otras denominaciones eclesiales de cuño
carismático. Pero todas esas llamadas y declaraciones poco valen si la
Iglesia no se renueva en su discurso, en su forma de celebrar y gana en
sensibilidad para superar la fosilización que ha vivido bajo el pontificado
de Juan Pablo II.

Ecumenicos en la lucha por el cambio

En un mundo tan polarizado y lleno de prejuicios entre culturas y
religiones, el ecumenismo sigue siendo un desafío clave de los cristianos
y los creyentes en general. ¿Puede Aparecida aportar algo nuevo a este
nivel?

En Brasil y en América Latina en general hemos generado un ecumenismo
sui generis que es absolutamente distinto a lo que conocemos oficialmente.
No nos reunimos para discutir doctrinas y diferencias de interpretaciones
de datos de la fe. Cada Iglesia respeta y acoge las otras con sus
diferencias. Pero hemos inaugurado un ecumenismo en misión. Estamos todos
juntos en la lucha por los derechos de los pobres, por la reforma agraria,
en las pastorales sociales de la tierra, techo, salud, de la mujer
marginada, de los niños y niñas de la calle; a favor de escuelas y
seguridad social. Y cuando hacemos las celebraciones para simbolizar
nuestras conquistas olvidamos las diferencias y ponemos la palabra de Dios
en el centro.

UNA NUEVA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA

P: Imposible de hablar de Iglesia sin hablar de sociedad. América Latina
vive hoy un momento particularmente dinámico de su historia política. ¿En
que medida la conferencia del CELAM podrá asociarse a esta “resurrección
política” que vive el continente? ¿O pasará al costado, ignorará esta
realidad o incluso intentará diferenciarse?

R: El hecho nuevo es que vivimos un proceso democrático, de
centro-izquierda en casi todos los países del continente. Hay una
emergencia de las masas, fruto de una nueva conciencia histórica, dentro de
una etapa de madurez creciente. Por citar sólo algunos ejemplos, el 86 % de
indígenas bolivianos, y los casi 80 % de ecuatorianos, las grandes masas de
obreros en Brasil, se han cansado de confiar y de ser engañados por las
elites. Y han decidido creer en sí mismas. Votando por Lula o Evo Morales
han votado por ellas mismas. Y esto determina que haya gobiernos con
políticas públicas como nunca antes se habían visto, en beneficio de las
mayorías. En el caso de Brasil, son 40 millones que pueden comer tres veces
por día y que tienen hoy luz eléctrica en sus casas. Y no rige el clásico
populismo de antaño cuando el líder, generalmente de otra clase, hacía
cosas buenas para el pueblo, directamente, sin mediaciones de los
movimientos populares. Ahora, lo grandioso, es que existen centenares de
movimientos populares que dialogan con el poder público y presionan a los
gobiernos obligándoles a impulsar políticas sociales en su beneficio.
Vivimos otro tipo de democracia enriquecida con sujetos históricos, antes
ausentes y ahora muy activos. Este fenómeno social, en el caso concreto
pero no exclusivo de Bolivia, Ecuador y Brasil cuenta con gran
participación de la iglesia de la liberación que ya hace 50 años viene
reivindicando tales banderas, ahora victoriosas. La Teología de la
Liberación ayudó a consolidar esos avances. Tal como lo reconoce
públicamente el presidente Correa de Ecuador. Son varios los ministros de
Lula que vienen de esta raíz. El triunfo de esa teología es más claro hoy
al interior de la política que en los espacios eclesiales. Esperamos que
Aparecida reconozca tal hecho y lo refuerce.

“San Romero de America”

Difícil terminar este diálogo sin tocar un tema de cierta notoriedad
mediática, el apuro por santificar al Papa Juan Pablo II. No se habla ahora
de sus posiciones contra el proceso sandinista en Nicaragua y sus silencios
ante la guerra que sufrió ese país en los años ochenta. Tampoco se menciona
el apoyo vaticano a la jerarquía católica que bendijo en Argentina el golpe
militar de marzo de 1976, la brutal represión posterior, las
desapariciones…

La gran parte de los santos que Roma proclama son santos por intereses
políticos, es decir santos que refuerzan posiciones de poder en la
institución. Con o sin milagros puede el Vaticano, fácilmente, proclamar la
santidad de Juan Pablo II. Por más actitudes contradictorias que encierre
su biografía, especialmente su relación estrechamente comprometedora con el
Presidente Ronald Reagan y con la Central de Inteligencia Americana, tanto
en Nicaragua como en Polonia. Generalmente Roma busca satisfacer las
diferentes tendencias. Proclaman a Juan XXIII como santo y simultáneamente
a Gregorio XVII, reaccionario y portador de vicios personales. Ahora sería
bueno para nosotros que junto con Juan Pablo II santificara simultáneamente
a Oscar Arnulfo Romero, verdadero santo que murió mártir, mezclando su
sangre con la sangre eucarística. Sería así el primer santo reconocido de
la Teología de la Liberación que en su seno cuenta con tantos torturados,
desaparecidos o asesinados por el poder represivo.

[pt]Todos os caminhos não conduzem à Roma, e sim à Aparecida. Pelo menos durante as três últimas semanas de maio, quando os bispos e cardeais católicos latino-americanos se dirigirem a esse santuário para participar da V Conferência do Episcopado Latino-americano e do Caribe (CELAM).

O mais importante conclave da hierarquia católica romana do continente se realizará entre os dias 13 e 31 de maio nesse município do Estado de São Paulo. Lá chegará, também, o Papa Bento XVI – entre 9 e 13 de maio – para participar na mesma cerimônia de abertura da conferência. “ Da igreja católica ninguém espera novidades”, enfatiza com certo ceticismo Leonardo Boff, teólogo e militante brasileiro, um dos padres fundadores da Teologia da Libertação. Vinte e dois anos após a primeira sanção que recebeu do Vaticano e quinze desde que abandonou o exercício sacerdotal para “auto proclamar-se ao estado laico”, Boff analisa a Igreja atual, considerada vazia de vozes proféticas.

Em que etapa de sua existência transitam hoje a Igreja Católica Romana e a Igreja Lationo-americana?

Ambas encontram-se um tanto perdidas, como quase todas as instituições “históricas” em um momento em que praticamente ninguém entende bem até onde vai a humanidade. Têm-se a impressão de que nenhuma autoridade espiritual tem uma palavra verdadeiramente orientadora. Talvez sua Santidade o Dalai Lama ostente certa credibilidade porque reafirma a mensagem universal da necessidade de escutarmos uns aos outros, de amarmo-nos e de buscar a paz sem violência.
Da Igreja Católica Romana ninguém espera novidades. Hoje não há vozes “oficiais” que digam a verdade como em épocas em que havia profetas.

Um julgamento bastante categórico…

Sinto que hoje predominam burocratas do sagrado. Que repetem as velhas fórmulas que ninguém adota porque pouco têm a ver com a vida e não geram esperança. Acredito que grande parte da humanidade sente que não se pode seguir este caminho do mundo de hoje. Há muito sangue nos caminhos e não existe consenso a respeito de nenhum ponto essencial.

Nem sequer sobre se queremos realmente salvar a Casa Comum com a qual contamos, a Terra. É uma situação própria de épocas de crises paradigmáticas, crises de um mundo que perdeu grande parte de seu sentido e, ao mesmo tempo, crises de outro mundo que nem acabou de nascer.

Neste sentido, e para ficar no plano terreno, talvez uma das mensagens atuais mais significativas seja a do criador da cidade de Brasília, Oscar Niemeyer. Um marxista convicto, que em dezembro próximo faria cem anos e que manteve um alto sentido de ética. Ele dizia: “o fundamental é reconhecer que a sociedade é injusta e que somente entre irmãos e irmãs que se dão as mãos poderemos viver melhor” . Se o Papa dissesse apenas essas palavras, então valeria a pena sua visita ao Brasil.

Falando ainda da Conferência do CELAM em Aparecida: na lista oficial de 266 personalidades que participarão, membros, convidados, observadores, peritos, etc, a presença feminina não supera a marca de trinta participantes. Que significado tem isto em uma instituição que se define como universal?

A Igreja católica Romana é um dos últimos bastiões do patriarcado e do machismo oficial que existe no planeta. Para o Vaticano, a mulher, eclesiasticamente falando, conta apenas como uma força auxiliar. As mulheres não têm, canônicamente, plena cidadania eclesiástica. Nem sequer podem receber os sete sacramentos, porque ordená-las é vetado.

Se retomarmos São Tomé, que afirmava que o batismo é um sacramento de iniciação – porque contém dentro de si todos os demais – devemos concluir que as mulheres recebem menor e incompleto. Na verdade, elas recebem somente seis sacramentos. O Vaticano, ao limitar a presença das mulheres em seus centros oficiais, é absolutamente coerente com sua teologia.

Resta saber se este tipo de interpretação tem algo haver com a intenção de Jesus de promover uma fraternidade aberta, de irmãos e irmãs sem nenhuma exclusão, e se seguem válidas as palavras de São Paulo ao dizer que “em Cristo não há grego nem bárbaro, nem homem nem mulher, porque todos somos uno em Cristo”.

João Sobrinho: “Nosso melhor teólogo”

A conferência de Aparecida foi precedida por uma sanção direta de Roma ao padre jesuíta João Sobrinho, uma das vozes restantes da Teologia da Libertação. Como interpretar essa sanção neste momento?

Na minha opinião não tem muito haver com Bento XVI. Quem, em 1986, participou da reunião com representantes da Conferência de Bispos do Brasil, com cardeais da Cúria e com o Papa de então em pessoa, traz consigo o conflito existente neste momento com a Teologia da Libertação.

O resultado desse encontro foi francamente positivo.
E se expressou com o envio de uma carta do Papa a esta Conferência Episcopal na qual dizia: “… a Teologia da Libertação não é só oportuna, mas útil e necessária e representa uma nova fase na tradição do pensamento teológico’. Depois desse sucesso oficial, o Cardel Ratzinger deixou de atacar a Teologia da Libertação.

Como, então, pode-se entender hoje a sanção contra João Sobrinho?

Sua condenação é obra – como insinuada em sua carta ao Superior da Companhia de Jesus – do grupo de cardeais latino-americanos presentes na Cúria Romana, que nunca aceitou realmente as determinações da Carta Papal de 1986 aos bispos do Brasil.

Os nomes são conhecidos. O principal é Alfonso Trujillo, da Colômbia, obsessivo perseguidor dos teólogos da libertação, que havia prometido que iria destruir Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff e João Sobrinho.

Até agora havia conseguido prejudicar o Gustavao e a mim. Faltava somente João Sobrinho. E parece que agora completou sua obra perversa. Não há dúvida alguma que alguns de seus aliados, como o outro colombiano, Darío Castrillón Hoyos, o mexicano Lozano de Barragán e um do Brasil, o suiço Kart Josef
Romer, ex-bispo auxiliar do Rio de Janeiro, que agora está em Roma, foram os que lançaram as primeiras acusações contra mim e que culminaram no meu processo no Vaticano.

Não me surpreende em nada, conhecidos como aduladores que são de qualquer autoridade suprema, que queiram prestar “bons serviços” ao atual Papa. Limpando o caminho para a sua visita ao Brasil, condenando o nosso melhor teólogo, sobrevivente do martírio que viveu toda a sua comunidade jesuita em 1989, em El Salvador.

“Oxalá o Papa nos surpreenda”

Ainda que um tanto prematuro, pode-se esperar alguma conclusão importante da Conferência do CELAM? Refiro-me a decisões que poderiam dinamizar o compromisso social dos católicos latino-americanos.

Entre os teólogos que seguem a preparação de Aparecida predomina a idéia de que, no fundo, não há muito o que se agregar ao magistério episcopal latino-americano, consolidado nos últimos quarenta anos. Ou seja: a temática da libertação contra a opressão exposta em Medellin (1968); a opção pelos pobres e contra a pobreza de Puebla (1979); a inculturação da fé nas culturas oprimidas, especialmente entre a popular, indígena e negra. Como estabelecido claramente em Puebla, não basta constatar que há feridas que matam tanta gente, mas que é preciso denunciar as causas.
A principal, ainda que não excludente, é o modo de produção e de consumo explorado por pessoas e nações que devastam os bens escassos da natureza. E este modo tem um nome: economicamente chama-se capitalismo, em sua etapa mundial globalizada e politicamente chama-se neoliberalismo. Estes são os grandes causadores de exclusão e de morte.

O que Aparecida vai, provavelmente, expressar, e esperamos que assim seja, é um chamado urgente ao cuidado e proteção da natureza e a responsabilidade coletiva pelo aquecimento global inevitável do planeta. Tudo isto está provocando uma devastação sem precedentes da biodiversidade e a criação de milhões de exilados climáticos que já não podem viver em suas regiões como resultado da diminuição das colheitas, falta de água e secas prolongadas.

Caso não haja tais declarações ou decisões “reconfortantes”, pode-se imaginar uma nova desilusão de amplos setores da igreja latino-americana em geral e brasileira em particular?

Não sinto que haja muita esperança em torno da visita do papa ao Brasil. Portanto, conseqüentemente, a desilusão não será muito grande. Esperamos ser surpreendidos pelo Papa. Desejamos que tenha olhos livres de preconceitos e lentes européias e que nos veja como verdadeiramente somos. Um país, Brasil, vergonhosamente dividido e polarizado entre ricos e pobres e, portanto, a necessidade de justiça social e de direitos sociais. E, de outro lado, um país belo, alegre e, diria também, místico. O povo sabe que Deus existe porque o sente na pele, no cotidiano de sua vida difícil e nos verdadeiros milagres que opera permitindo que sobrevivam. Um povo que se alegra quando seu time de futebol ganha, que sabe se divertir com o carnaval, que não é fundamentalista nem dogmático e que tem a convicção de que no caminho de Deus pode-se somar muitas coisas. Em uma síntese sincrética fantástica baseada na certeza de que no final tido termina bem, nos braços de Deus, que é o Pai e a Mãe de todos, sem distinção de origem nem credo.

Pode ser também que em Aparecida, o Papa faça um chamado aos católicos, especialmente aos jovens, para que permaneçam na Igreja, dada à hemorrágica migração para outras denominações eclesiásticas de cunho carismático. Porém, todas esses chamados e declarações pouco valem se a Igreja não se renovar em seu discurso, em sua forma de celebrar e ganhar sensibilidade para superar a fossilização que viveu desde o Pontificado de João Paulo II.

Ecumênicos na luta pela mudança

Em um mundo tão polarizado e cheio de preconceitos entre culturas e religiões, o ecumenismo se mantém como desafio chave de cristãos e de crentes em geral. Pode Aparecida trazer algo novo a este nível?

No Brasil e na América Latina, em geral, temos gerado um ecumenismo sui generis, que é absolutamente diferente daquele conhecemos oficialmente. Não nos reunimos para discutir doutrinas e diferentes interpretações de dados sobre a fé. Mas temos inaugurado um ecumenismo em missão. estamos todos juntos na luta pelos direitos dos pobres, pela reforma agrária, nas pastorais sociais da terra, habitação, saúde, da mulher marginalizada, das crianças de rua; a favor das escolas e segurança social. E quando fazemos as celebrações para simbolizar nossas conquistas, esquecemos as diferenças e colocamos a palavra de Deus no centro.

UMA NOVA DEMOCRACIA LATINO-AMERICANA

Impossível falar de uma igreja sem falar da sociedade. A América Latina
vive hoje um momento particularmente dinâmico de sua história política. Em
que medida a Conferência do CELAM poderá associar-se à esta “ressurreição
política” que vive o continente? Ou passará desapercebido, ignorará esta
realidade ou incluso tentará diferenciar-se?

O fato novo é que vivemos um processo democrático, de centro-esquerda em quase todos os países do continente. Há uma emergência das massas, fruto de uma nova consciência histórica, dentro de uma fase maturação crescente. Para citar alguns exemplos, os 86% de equatorianos, as grandes massas de trabalhadores no Brasil, se cansaram de confiar e de serem enganados pelas elites. E decidiram crer em si mesmos. Votando em Lula e em Ivo Morales, votaram neles mesmos. E isto determina que haja governos com políticas públicas como nunca antes se havia visto, em beneficio das
maiorias. No caso de Brasil, são 40 milhões que podem comer três vezes ao dia e que hoje têm luz elétrica em suas casas. E não prevalece o clássico populismo de antigamente quando o líder, geralmente de outra classe, fazia coisas boas para o povo, diretamente, sem a mediação de movimentos populares. Agora, o importante, é que existem centenas de movimentos populares que dialogam com o poder público e pressionam a os governos obrigando-lhes a impulsionar as políticas sociais em seu beneficio.

Vivemos outro tipo de democracia enriquecida com sujeitos históricos, antes
ausentes e agora muito ativos. Este fenômeno social, concretamente mas não exclusivo da Bolívia, Equador e Brasil, conta com grande participação da Igreja da Libertação, que há quase 50 anos vem reivindicando tais bandeiras, agora vitoriosas. A Teologia da Libertação ajudou a consolidar esses avanços. Tal como reconhecido pelo presidente Correa, do Equador. São vários os ministros do governo Lula que vem desta raiz. O triunfo dessa teologia é mais claro hoje no interior da política do que nos espaços eclesiástico. Esperamos que Aparecida reconheça tal fato e o reforce.

“São Romero da América”

Difícil terminar este diálogo sem tocar em um tema de certa notoriedade
midiática, a pressa em santificar o Papa João Paulo II. Nao se fala mais de
de suas posições contra o processo sandinista na Nicarágua e seu silêncio
frente a guerra pela qual passou este país nos anos oitenta. Tão pouco se menciona o apoio do Vaticano à hierarquia católica que abençoou, na Argentina, o golpe militar de março de 1976, a brutal repressão posterior, os
desaparecimentos …

Grande parte dos santos que Roma proclama são santos por interesses políticos, por exemplo santos que reforçam posições de poder na instituição. Com ou sem milagres, o Vaticano pode facilmente proclamar a santidade de João Paulo II, por mais que atitudes contraditórias guardadas em sua biografia, especialmente sua relação extremamente comprometedora com o Presidente Ronald Reagan e com a CIA, tanto na Nicarágua quanto na Polônia. Geralmente, Roma busca satisfazer as diferentes tendências. Proclamam João XXIII como santo e simultaneamente
a Gregório XVII, reacionário e portador de vícios pessoais. Agora seria bom para nós que, junto com João Paulo II, santificassem simultaneamente Oscar Arnulfo Romero, verdadeiro santo que morreu como mártir, misturando seu sangue com o sangue da eucaristia. Seria, assim,o primeiro santo reconhecido da
Teologia da Libertação que em seu seio conta com tantos torturados,
desaparecidos ou assassinados pelo poder repressivo.

Tradução: Frineia Rezende

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