De un pañuelo blanco con su nombre bordado en azul a una kuffiya palestina sobre su pelo cano. Nora Cortiñas (Buenos Aires, 22 de marzo de 1930), una de las caras más visibles de las Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, no tiene problema en quitarse el símbolo icónico de la lucha de su asociación desde que la dictadura cívico–militar–eclesiástica desapareciese a más de 30.000 personas en Argentina (1976–1983), para solidarizarse con el pueblo palestino.
Un día después de la conmemoración del quinto aniversario de #NiUnaMenos, el movimiento feminista argentino que muchas autoras consideran el inicio de la cuarta ola, la nonagenaria nos recibe en su casa con todas las medidas de protección que ha impuesto la pandemia de la Covid–19. A su barbijo o mascarilla de punto, hoy se le une un pañuelo verde anudado en la muñeca izquierda, símbolo de la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito.
Desde que el Gobierno argentino decretase el aislamiento social, preventivo y obligatorio el pasado 20 de marzo, “Norita”, como comúnmente se conoce a esta defensora de derechos humanos, permanece en casa, pero con una actividad tan frenética como siempre. Su lucha por la defensa de los derechos humanos excede cualquier límite y la conversación sobre feminismo y pandemia se transforma en una reflexión sobre los casos de violencia institucional en su país o la importancia de la pluralidad de sentipensares dentro del feminismo.
Todos los jueves le hacen una grabación “como si estuviera en la plaza”, en la que “Norita” denuncia los crímenes de lesa humanidad que causaron, entre otras, la desaparición de su hijo Carlos Gustavo Cortiñas el 15 de abril de 1977. Así habla de su plaza, en la que semanalmente “hacen la ronda”, es decir, giran de manera simbólica para demandar justicia, verdad, reparación y no repetición las integrantes de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. Este espacio emblemático de memoria, situado entre la Casa Rosada y el Cabildo en el corazón de Buenos Aires, tendrá que esperar a las madres hasta que termine una de las cuarentenas más largas del mundo.
Usted siempre ha dicho que se crió en un hogar machista y patriarcal, ¿cuál ha sido el papel del feminismo en su lucha?
Hace pocos años que me decidí a ser feminista. Después de que desapareció mi hijo Gustavo, tuve mucho más contacto con las mujeres y organizaciones feministas. Con este contacto me fui aclarando. Antes era simplemente una ama de casa que vivía entre las cuatro paredes, como decían mis hijos.
Me di cuenta en el primer Encuentro de Mujeres en el año 86. Hasta ese momento, no me había interesado en saber que las mujeres tenemos derechos, además de deberes. Vivía en un hogar muy machista y muy patriarcal: cuando era chica con mi papá y, después, cuando me casé, con mi marido. Entonces me di cuenta que tenía tantos derechos como el varón. Ahí decidí hacerme feminista, empecé a estudiar un poco más, a debatir y a asistir a los encuentros, que fueron muy importantes. A muchas mujeres les vienen muy bien. Muchas salen del caparazón para ver el mundo con otros ojos y con otro espíritu.
Nora Cortiñas con una kuffiya palestina en el patio de su casa en Gran Buenos Aires. Foto: Cristian Pirovano
¿Cuál es el mayor desafío de las organizaciones de derechos humanos en la actualidad?
Las organizaciones deben preocuparse por la violación de cualquier derecho humano. Todos van al mismo lugar: a la búsqueda de verdad, justicia y memoria.
El furor de las mujeres que salimos a la calle a buscar a nuestros hijos, con una lucha dura y fuerte, era conseguir la verdad y la justicia principalmente. Después fuimos tomando las banderas de lucha de nuestros hijos e hijas y empezamos a salir a la calle ante la violación de cualquiera de los derechos. Especialmente en el tema que toca a la mujer.
No todas las integrantes de Madres somos feministas. En realidad, fue algo tardío para las que más o menos decidimos salir a las marchas y salir a la calle para defender todos los derechos. Ahora, en los organismos están definidos quiénes son las mujeres que aceptan que son feministas o desarrollan el feminismo.
No todos los feminismos se implementan en una persona y no todos son iguales. Hay variaciones. A veces hay diferencias y dependen de la situación de cada mujer. No es global. Se discute y se pelea. Cada año para hacer esto que se está haciendo hoy –quinta conmemoración de #NiUnaMenos–, se discuten los documentos, porque adentro de ese conglomerado de feministas hay algo que prima mucho y son los ideales políticos. No todas las mujeres son de un mismo partido y cuando se hace un documento se pelea mucho para ver qué y cómo se pone.
Yo creo que este feminismo de Argentina es joven, aun cuando tenemos líderes políticas que fueron feministas. Una mujer que fue feminista es Alicia Moreau de Justo y hay otras de esa época que también lo eran. El feminismo se va desarrollando en un entorno cambiante, que va creciendo últimamente.
La importancia de la mujer va creciendo en la política y en otras actividades que antes, por ese problema del patriarcado, parecían destinadas solo al hombre. Hasta que las mujeres dijimos que todas las profesiones tienen que ser desarrolladas por la mujer y el varón. Después cada uno lo hará a su modo, pero no tenemos que tener restringido nada. Un ejemplo es el fútbol femenino, que hace años que está, pero costó y cuesta mucho que los clubes de fútbol acepten que la mujer también juega a la par y tan bien como el hombre. La mujer tiene que tener todos los derechos que tienen los varones.
Usted cerró la conmemoración del 8M en la Plaza del Congreso hace algo más de tres meses y pocas semanas después se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio en Argentina. ¿Cómo afectó la pandemia a la celebración del 3J, conmemoración de #NiUnaMenos?
Tenemos que acatar porque tenemos ejemplos de países con miles de muertos. Nosotros no llegamos a los mil muertos – 583 el pasado 3 de junio, cifra que había ascendido hasta 1.283 el 30 de junio, según las autoridades – gracias a Dios, porque el Gobierno está aconsejando por el tema de la salud y el cuidado.
No es cuestión de capricho acá: vivís o morís. No hay opciones. Acá, si voz decidís morirte, salí a la calle y andá a una aglomeración. Si vos no te querés morir, no vas donde sabés que podés correr peligro.
Esta pandemia es muy diabólica porque no vino inocente o ingenuamente, esto tiene que ver desde muy arriba. El manejo del virus no es de casualidad. Algún día, vamos a encontrar la responsabilidad a este enemigo de cara oculta.
¿Qué piensa de #NiUnaMenos cinco años después de su creación?
Bueno, va creciendo con muchas dificultades. Ya te digo que el partidismo político, como se ha visto en estos cinco años, explota. Vamos todas a la calle, pero no pensamos todas igual y la política tiene muchos manejos. A veces, el fanatismo estropea todo por aceptar a su político favorito. Tenemos todavía que aprender a discutir.
Ser feministas es defender los derechos que tenemos, pero para eso tenemos que saber cuáles son y cómo los vamos a defender. Todavía nos falta un tiempo. Tenemos que crecer y estar bien despiertas. Pero hay tiempo, ¡hay tiempo! Este es un país joven. La Argentina es un país joven y requiere sus tiempos. Para eso también requiere diálogo, dedicación y estudio… No es fácil.
#NiUnaMenos significó la internacionalización de la lucha por los derechos de las mujeres y muchas autoras hablan de que fue el origen de la cuarta ola feminista. ¿Tuvieron la sensación de estar participando en el inicio de un movimiento global?
Desde luego. Se sintió porque cada año fuimos más. Primero, desde los Encuentros de Mujeres, donde la mujer se va liberando, pero no es fácil porque somos un país joven y acá la mujer no estaba politizada. Tenía que estar con las cacerolas, cebando mates, haciendo ricos postres y atendiendo bien al marido de arriba y de abajo (risas), para que esté conforme.
Y con todo y eso, vos mirá que terrible mal que tenemos con el femicidio. Es una barbaridad porque este año y con la pandemia no sabés los femicidios que hubo –135 mujeres y 29 personas trans y travestis asesinadas este año, según el Observatorio Lucía Pérez de violencia patriarcal–. El hombre aprovecha porque la mujer no puede salir de la casa y aún delante de los niños se comete el femicidio. Un disparate. Un crimen de lesa a la humanidad que no tiene perdón. Todavía no está instituido que tienen que ir a la cárcel. No hay que dudar.
Lo mismo que ayer esas las nenitas qom –pueblo originario del noroeste argentino– que fueron violadas y quemadas por la policía. Tienen que ir a la cárcel inmediatamente. Que no los desplacen y que no los suspendan –a los agentes de las fuerzas de seguridad del Estado–. No, no: ¡a la cárcel, a la cárcel! No tienen que volver a salir a una casa de familia, jamás. Tienen que ir a la cárcel. Eso tenemos que ganarlo todavía. Hay que pujar como si estuviéramos pariendo un bebé. Así no más. Pujar y pujar. Todos los avances que conseguimos hasta ahora se basan en eso cuando hay un femicidio. Tenemos que seguir y decir a las autoridades del Gobierno que con las mujeres no se jode.
Nora Cortiñas le pone cuerpo a todas las luchas de las que habla. Desde la indignación por la violencia institucional contra dos mujeres qom, a las que agredieron sexualmente la noche del 31 de mayo en dependencias policiales; hasta la frescura con la que explica que aún no ha podido ir a Palestina, pero sí a Kurdistán para encontrarse con el movimiento de madres que se habían inspirado en el trabajo de las argentinas denunciando la desaparición de sus 17.000 hijos e hijas. “Tenemos que ir a Palestina”, dice “Norita” sonriendo y colocándose la kuffiya, consciente de que la lucha por los derechos humanos es indivisible, internacionalista y continúa después del confinamiento.
Foto: Cristian Pirovano