El tunecino Taoufik Ben Abdallah vive desde hace varios años en la ciudad de Dakar. Cuando comenzaron a divulgarse las noticias sobre los enfrentamientos en Túnez, él estaba ocupado con la organización del Foro Social Mundial, que tendría la próxima edición en aquella capital senegalesa. Es miembro del Consejo Internacional del FSM y del Foro Social Africano, que siguió de cerca el derrocamiento de Ben Ali y los vientos revolucionarios que contagiaron el norte de África. “Fue un deseo muy fuerte el de querer estar en mi país y no podía”, recuerda. La caída de un dictador, el segundo dictador en la región, el egipcio, Hosni Mubarak, coincidió con el último día del FSM, con participantes de varios países celebrando juntos en Dakar la victoria del pueblo en fiesta en la Plaza Tahrir en El Cairo. Yo entendí que aquello no era solamente un momento. Los cambios no hacían más que empezar. ”
Después del FSM, Taoufik asumió la organización de la visita de un grupo de organizaciones del Foro Social Mundial a Túnez, conforme a la propuesta aprobada en la reunión del Consejo Internacional en Dakar Pero además de los contactos solidarios del proceso del Foro, también tenía ganas, de unirse personalmente a la búsqueda de vías institucionales como alternativa para un amplio sector de la izquierda tunecina. El país se prepara para la elección de una Asamblea Nacional Constituyente en julio. Y mientras algunos sectores de los movimientos sociales y sindicales piensan en la posibilidad de apoyar un frente para impulsar el cambio, otros discuten la creación de un nuevo protagonismo partidista para disputar el gobierno. Taoufik es de los que apuesta por la construcción de un partido comprometido con las bases sociales, sindicatos e intelectuales para la continuidad del proceso revolucionario. Con este propósito en mente, planea visitar Brasil y mediar en contactos.
Uno de los objetivos, explica, es llevar a algunos interlocutores tunecinos – con quienes ya está manteniendo conservaciones – la experiencia brasileña de los últimos 8 años de gobierno. Aprovechó la presencia de Roger Pantoja, director de la CUT, en la visita de solidaridad al proceso tunecino para anticipar el interés en el intercambio.
¿Qué es lo que ves en común entre Brasil y el momento actual en Túnez?
Veo un posible intercambio de experiencias, por ejemplo, con el PT y la CUT, que desempeñaron un papel importante en la transición democrática en Brasil, y también con el actual y el anterior gobierno, sobre todo en los últimos años del gobierno brasileño. Desde un punto de vista económico, Brasil se enfrentó a una crisis internacional, manteniendo su política social, unió las dos políticas y Túnez también tendrá que hacerlo con urgencia. La forma en que la revolución tuvo lugar en Túnez, lo que desencadenó movilizaciones en todo el país podría ser interesante desde el punto de vista estratégico. Y también la influencia de este proceso en la región. ¿Qué es lo que diferencia a la revolución en Túnez de los demás procesos? Desde el punto de vista geopolítico, es muy importante el hecho de que el pueblo de Túnez llevara a cabo su proceso sin intervención militar externa. Europa y los Estados Unidos no facilitaron la revolución. En el caso de Francia, Italia y los británicos, están imponiendo su fuerza y serán parte del juego más tarde. Es imposible ir a la guerra con Francia y querer después la independencia. En Argelia murieron un millón de personas por la independencia. Debemos defender el proceso tunecino.
¿Cuáles son los principales riesgos?
Túnez es un país pequeño. Libia y Argelia no son democracias y ejercen una gran presión. Para Europa y los EE.UU, ya es suficiente lo que ocurrió aquí, porque quieren dictar el futuro de la región. Sobre los riesgos internos, el primero es que el partido RCD, de la dictadura, retorne. Si no alteramos la inseguridad, el desempleo, aumentarán los problemas sociales, la gente puede pensar que la opción anterior era mejor. Es por esto por lo que el dictador salió pero las personas que lo apoyaron todavía continúan en las estructuras y pueden crear un nuevo RCD. El otro peligro es el fundamentalismo. Si el nuevo estado no consigue una nueva perspectiva para las personas y los jóvenes, estos pueden permitir que el fundamentalismo crezca.
¿Y cuáles son los ingredientes para una nueva Túnez?
Una experiencia laica, como se propugna en las calles (en las manifestaciones que tuvieron lugar un mes después de la caída del régimen), puede mostrar al mundo árabe que es posible un gobierno que no esté en contra de las religiones, sino a favor de la sociedad. Además, el país tuvo un período anterior a la dictadura de Ben Ali, que está siendo revisado. El gobierno del presidente Burguiba, el primer presidente después de la independencia y el derrocamiento de la monarquía, y aunque no fue democrático y es conocido por el autoritarismo, pero tuvo otra cara de enfrentamiento al colonialismo y de modernidad que promovió el progreso como el fin de la poligamia, los derechos de la mujer a votar y la criminalización de la violencia. Tenemos que rescatar estos elementos de la historia y promover las libertades democráticas.
¿Con quién será el diálogo, por parte de Túnez? Con intelectuales, sindicalistas, personas de los movimientos sociales, aún estamos hablando para que un pequeño grupo vaya más tarde a Brasil.