Una macabra farsa

UNA MACABRA FARSA
Que los organismos internacionales prepuestos para el mantenimiento de la paz en
el mundo no sean particularmente eficaces nunca ha sido un misterio para todos
los que, sintonizando sus televisores sobre los noticieros de cualquier canal,
se han dado cuenta que el planeta nunca ha cesado de estar en guerra.
Pero a veces, estos organismos parecen burlarse descaradamente de los propósitos
para los cuales han sido construidos y de la misma forma, burlarse de las
mismas vidas humanas que por millares son destruidas cada año por quienes
utilizan la fuerza para usurpar los derechos ajenos e imponer sus propios
intereses.

Que el estado de Israel sea uno de aquellos, pocos pueden todavía tener duda. No
obstante, las acusaciones de anti semitismo llueven sistemática e
inevitablemente sobre quien denuncia las reiteradas violaciones cometidas en
contra del pueblo palestino, ignorando un sinnúmero de resoluciones dictadas por
estos mismos organismos internacionales a lo cual hacemos referencia y en contra
de los más evidentes principios de respeto para los derechos humanos y la
soberanía nacional de los países aledaños.

Sin embargo, situaciones parecidas se presentan en todo el mundo. A millares de
kilómetros al oeste de Israel y de aquella tierra de Palestina, existe otra
tierra ensangrentada, Colombia.

País que acaba de vivir ocho de los años más terribles de su historia. Bajo un
presidente –Álvaro Uribe Vélez- acusado de ser un narcotraficante han ocurrido
diferentes acontecimientos desagradables, que algunos considerarían verdaderos
actos criminales. Por lo menos dos mil inocentes han sido asesinados por el
Ejercito Nacional, ejecuciones extrajudiciales que tenían el objetivo de hacer
pasar desafortunados ciudadanos por peligrosos terroristas dados de baja en
combate. Todo el aparato de inteligencia civil del estado bajo el mando de este
mismo personaje, ha sido destinado a actividades criminales entre las cuales
resaltamos la persecución, el saboteo y la difamación de opositores políticos e
institucionales. Durante su mandato este sujeto tuvo también la genial idea de
bombardear un país vecino, perdonar crímenes a asesinos, corromper congresistas,
distorsionar la constitución, entre otras.

Pero hasta aquí nadie se puede escandalizar tratándose de Colombia, aquel país
que se identifica con Macondo, el lugar pintoresco y trágico descrito por el
escritor Gabriel García Márquez. Mucho menos genera escándalo si consideramos
que semejante presidente ha sido muy abierto a la llegada de empresas europeas y
estadunidenses, que se han lanzado como chulos sobre el cuerpo afligido del país
andino.

Recientemente, el estado de Israel se excede, quizás una vez más, y dispara
contra una misión internacional humanitaria conformada por un grupo de
pacifistas que pretendían llevar ayuda al sufrido pueblo palestino en aquel
lugar infernal que se conoce como Gaza.

Frente a este nefasto suceso llegan las Naciones Unidas, aquella organización
internacional que fundada luego de los horrores de la segunda guerra mundial,
desarrolla el dificil papel de reconstruir la justicia donde ha sido pisoteada.
¿Y qué hacen las Naciones Unidas como respuesta a estos hechos? Nombran una
comisión para investigar los acontecimientos acaecidos en Gaza para conocer las
razones que han llevado a los cuerpos especiales de Israel a asesinar aquel
grupo de pacifistas.

¿Primer paso hacia la justicia? Un acto debido, por su mismo mandato. Alguien no
confía, cierto, se trata de aquellos que recuerdan que el país en cuestión en el
curso de los años se ha burlado sistemáticamente de las resoluciones de la ONU y
que esta no ha sido capaz (o no ha tenido la voluntad) de imponerse.
Pero la situación dudosa se vuelve rápidamente una macabra farsa, una comedia
para nada divertida en cuanto se habla de gente cuyos derechos han sido negados
y cuyas vidas han sido destruidas. La Organización de las Naciones Unidas nombra
como vicepresidente de esta comisión, última instancia de verdad y justicia, a
aquel presidente colombiano, el criminal del que hablamos, el señor Álvaro Uribe
Vélez.

¿ Qué lección le queda a las generaciones venideras, a aquellos pueblos que
miran a estas instituciones internacionales como última posibilidad de justicia?
Una sola lección: miren a otro lado.

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