Del mar los vieron llegar…


“…Y les seguimos cambiando oro

por cuentas de vidrio

y damos nuestras riquezas

por sus espejos con brillo…”

Gabino Palomares (1)

A fines del siglo XV, con el comienzo del Capitalismo mercantil que
los historiadores llaman Edad Moderna, desembarcaron en América los
conquistadores españoles que en nombre de los reyes venían a ‘tomar
posesión’ de tierras y seres vivientes (inclusive los seres humanos
originarios).

Y con ellos las oleadas de las potencias europeas, aunque ninguna tuvo
intenciones de entablar relaciones de ‘respetuosos’ intercambios
culturales y de recursos entre civilizaciones muy distintas. Tomar
posesión conlleva la idea de propiedad privada, concepto que la
mayoría de los pueblos originarios no sostenía, sino que realizaban
una práctica tipo comunitaria.

Así hoy en día cuando reclamando su derecho de propiedad,
multinacionales e inversionistas extranjeros y locales en complicidad
con los gobiernos corruptos y traidores, desplazan y expulsan por la
fuerza a pobladores generalmente originarios de los territorios que
secularmente habitaron (en su mayor parte fiscales), se replica de
alguna manera aquel esquema de coloniaje y entrega.

Sucede actualmente en casi toda Latinoamérica, incluida Argentina. Es
que para las leyes de convivencia de los originarios no existían los
‘títulos de propiedad privada’ de las tierras en que históricamente
vivían, estos instrumentos fueron un invento traído por los europeos.

Hay por lo menos dos versiones de la Historia, una la del vencedor
militar y la otra del que no venció. La lucha y resistencia de los
pueblos americanos originarios fue mucho mayor de la que enseña la
historia del ganador.

A pesar de los cientos de miles de muertos por no someterse y décadas
de guerras de independencia, la gran mayoría de los originarios
sobrevivientes nunca pudieron acceder a esos títulos de propiedad de
las tierras en que vivieron, y lejos de estar cerrado el problema con
su conflictividad, permanece abierto.

No hace mucho, el expresidente español Aznar recorrió América Latina
desparramando agresiones e insultos contra el presidente de Venezuela
Chávez, descalificándolo como un ‘nuevo dictador populista, y un
peligro para la democracia’. Etiquetó también a los gobiernos de
Bolivia y Cuba como populistas y de riesgo para el continente
americano.

Pero lo peor y que no puede callarse, es que producido el golpe de
estado (en 2002) contra Chávez inducido por el gobierno de EEUU, la
Unión Europea, las oligarquías locales, los grandes multimedios de
comunicación, y la iglesia católica, solamente el embajador del
gobierno estadounidense de G. W. Bush y del gobierno español de Aznar
reconocieron inmediatamente al poder ejecutivo de facto del empresario
Pedro Carmona Estanga.

La conspiración ya había comenzado cuatro años antes, al asumir
Chávez, en que Aznar le había ‘sugerido’ que para ingresar en el ‘Club
de países desarrollados’, debía como condición necesaria cambiar su
discurso y su intención de solicitar una constituyente.

Fracasado el cambio de régimen por la fuerza, la actividad
conspirativa, criminal y de sabotaje siguió operativa y financiada por
los mismos actores, como se puede apreciar actualmente en los intentos
de desestabilización en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba.

En 2003, mientras el rey Juan Carlos I guardaba silencio, Aznar había
apoyado abiertamente a G. W. Bush y los ideólogos de la ‘carnicería’
en Irak, porque según dijo ‘creía’ que había armas de destrucción
masiva. Pero a principios de 2007 reconoció que recién ahora sabía que
no existían.

Al concluir su gobierno (2004), Aznar fue nombrado miembro del Consejo
de Estado español, pero según la legislación se vio obligado a
renunciar en el 2006 cuando se lo designó miembro del directorio de la
multinacional News Corporation del multimillonario R. Murdoch,
propietaria de grandes y pequeños medios de comunicación (tales como
20th Century Fox, Fox Broadcasting Company, National Geographic
Channel).

Actualmente, en sus cursos en la Universidad de Georgetown (EEUU)
Aznar se ha manifestado férreo seguidor de la política de G. W. Bush,
así como de mantener para España una posición atlantista inamovible.

Los multimedios de comunicación argentinos que responden a los
intereses de las oligarquías locales o del imperio estadounidense,
presentaron tendenciosamente la intervención del monarca Juan Carlos I
en la última Cumbre Iberoamericana en Chile. El diario Clarín, sugiere
por ejemplo que el rey hizo una suerte de llamado al orden ya que
intervino ‘…porque el venezolano no dejaba hablar a Zapatero, quien
le recriminaba sus insultos a Aznar…’.

Es decir, esta simple operación de acción psicológica busca sutilmente
producir en el lector desprevenido un efecto de inversión de roles:
Chávez no aparece como agredido por Aznar sino como agresor, mientras
implícitamente se reconoce la autoridad ‘suprema de su Majestad’ que
‘…salió a cruzar fuerte a Chávez…’

El presidente Zapatero se había referido a Aznar argumentando que
‘…por haber sido electo en forma democrática, merece respeto’. Sin
embargo si esa proposición es verdadera, también lo es su
contrarrecíproca: ‘No merece respeto, por no haber sido elegido en
forma democrática’, lo cual podría incluir por ejemplo al mismo rey
Juan Carlos de Borbón y Borbón instaurado en el poder por Franco.

Para ser respetado, no basta con respetar solo en los protocolos y
formalidades sino también en las conductas y hechos: Las coimas, la
ganancia de dinero y riqueza a costa de la miseria y desgracia ajena
no hace ganar respecto, y menos aún si se es partícipe intelectual por
acción u omisión en el genocidio directo o indirecto de los pueblos.

Zapatero defendió el accionar y los intereses de las grandes
corporaciones españolas en los países latinoamericanos, argumentando
que ‘…se esfuerzan por tener como norma de conducta la
responsabilidad social’. Sin embargo las evidencias demuestran que la
mayoría tiene como interés prioritario el lucro y rápida rentabilidad,
sin descartar el cohecho con los corruptos y cipayos locales como
herramienta lícita de ‘negociación’.

Basta recordar la magnitud del drenaje de riquezas que podría
denominarse saqueo, que obtuvieron y obtienen en Argentina los
monopolios con los mercados cautivos producto de las privatizaciones
liberales, mirar empresas como Iberia-Aerolíneas Argentinas,
Telefónica, los bancos españoles, Repsol. O el accionar de esta última
en Bolivia especialmente previo a Evo Morales.

El presidente Daniel Ortega denunció la corrupción tipo mafiosa de la
empresa española Unión Fenosa, que había llegado a Nicaragua
previamente a su gestión, publicitando que venía para ‘ayudar’ al
país. Y más grave aún, la intervención en los asuntos internos cuando
el embajador de España intentó organizar a la oposición de derecha,
para sabotear el acceso democrático al gobierno del Frente Sandinista
de Liberación Nacional.

A todo, el rey no respondió con una argumentación, sino de la única
forma en que supo contestar, la soberbia del mandato un ‘Por qué no te
callas…’, al tiempo que Chávez le preguntaba si conocía que lo que
había ocurrido en Venezuela cuando el embajador de Aznar dio el apoyo
de España a Carmona Estanga, fue un golpe de Estado.

Aquellos ‘peligrosos populistas’ en el eje del mal o sus proximidades,
que según el discurso de los voceros de las oligarquías y las
potencias colonialistas amenazan al continente americano, son
‘casualmente’, los mismos mandatarios que dificultan el saqueo de los
recursos y riquezas hacia el norte intentando defender los intereses
de sus naciones y sus pueblos latinoamericanos, y configurar un bloque
de integración regional.

La frase del rey posiblemente haya resumido el verdadero espíritu
depredador que demuestran los inversionistas españoles y otros
similares del Capitalismo global de mercado (salvo algunas
excepciones) que siguen llegando u operando en América Latina. Aunque
500 años después, la exacción de la segunda oleada colonialista de
desembarcos es por otros medios más ‘modernos’, tampoco sería posible
sino fuera por los traidores locales.

Nota:

1) ‘La maldición de Malinche’, Nicaragua, 1983

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